viernes, 23 de diciembre de 2011

Los que saben sin saber que saben

No hay profesional experto que no tenga un conocimiento muy profundo de la naturaleza humana, aunque no sepa cuánto sabe.

Si bien estamos determinados y carecemos de libre albedrío, algunas personas se equivocan menos que otras, algunas personas poseen una calidad de vida elevada y duradera mientras otras tienen menos suerte.

La casi totalidad de lo que llamamos «inventos» no son más que plagios que los humanos inventores hacemos de soluciones propias de la naturaleza.

Es muy interesante conocer sobre esos inventos porque la mayoría de las veces los inventores saben de la naturaleza más de lo que ellos creen.

La abogacía, la escribanía, la economía y casi todas las ciencias humanísticas, abundan en conocimientos sobre nuestra especie aunque los que más saben de esas ciencias, «no saben que saben»: los mejores profesores y profesionales cultivan su destreza para conocer la esencia humana, las intenciones, las mentiras, las trampas, los caprichos, pero lo hacen indirectamente.

Existe el prejuicio de que los que más sabemos de psicología somos los psicólogos, pero es falso. Muchos profesionales saben inclusive más que nosotros, pero tienen esos conocimientos fuera del área operativa de sus mentes.

Ya sea directa o indirectamente, es una buena suerte conocer y entender al ser humano. No sólo para entendernos a nosotros mismos sino también para poder desplegar una beneficiosa y gratificante vida social.

Pero no solamente los profesionales de las ciencias humanísticas saben del ser humano. Los ingenieros informáticos desarrollan sus programas tratando de que sean comprensibles para los usuarios y también tratando de entender cómo razona la mente para copiar los procesos inteligentes y automatizarlos informáticamente.

Les paso dos datos curiosos de nuestra mente:

— Entendemos muy bien la muerte ajena pero no la propia; y

— Entendemos muy bien nuestro derecho a la propiedad pero no el derecho ajeno (1).

(1) El fútbol también simboliza el robo

●●●

La picardía de los futuros altruistas

Los humanos necesitamos sentirnos individuos, libres, autónomos pero soñamos con volver a fusionarnos como las aguas oceánicas.

Bailar en pareja, abrazarse y hacer el amor, son placeres sublimes que necesitan por lo menos dos personas.

Estas sensaciones apoyan la teoría ya comentada (1) según la cual, hasta cierta edad (18 meses aproximadamente) nos imaginamos formando parte del universo.

Aquellas sensaciones de pertenecer al todo debieron ser muy placenteras (2).

La palabra «yoga», que hace décadas está de moda, significa «unión». Más exactamente significa «yugo», ese trozo de madera que une las cabezas de los bueyes para que tiren juntos del arado o de la carreta.

No puedo olvidar el proverbio: «La unión hace la fuerza».

Esta recomendación de la sabiduría popular nos está advirtiendo de los inconvenientes del individualismo, especialmente en lo que refiere a que por ese camino no lograremos compensar adecuadamente la natural debilidad que tenemos los humanos.

A modo de resumen, por un lado gozamos uniéndonos y por otro lado sentimos el impulso a ser individualistas.

La resolución a esta dualidad de intenciones solemos resolverla uniéndonos cuando nos conviene y siendo individualistas cuando nos conviene.

La cultura condena esta actitud, calificándola de incoherente, oportunista, abusadora y otros adjetivos aún más corrosivos.

En nuestra intimidad sabemos que nuestra voluntad hará vanos esfuerzos por corregir esta «incoherencia», pero no perdemos la esperanza de que algún día podamos superarnos, así como hemos dejado de usar pañales, de caminar en cuatro patas y sabemos usar una bicicleta.

Somos optimistas y contamos con que algún día seremos totalmente generosos, solidarios y nos fusionaremos de cuerpo y alma a nuestros compañeros de especie, a la naturaleza, al universo.

En esta convicción optimista, empezamos a «gastar a cuenta» criticando a esos que se arriman al sol que más calienta, a los avivados, egoístas y mezquinos capitalistas.

(1) La burbuja del amor 

(2) La vida es placentera gracias a la placenta

●●●

Las madres a veces se cansan

Los varones tenemos una baja participación biológica en la conservación de la especie pero la cultura nos obsequia un rol protagónico.

La salud mental de un adulto depende del vínculo que tuvo con sus padres.

En otro artículo (1) les contaba que la figura paterna (imagen psíquica que todos tenemos y que condensa varias características que observamos o imaginamos de nuestro padre biológico) contiene ese conjunto de normas que tenemos que cumplir en contra de nuestra voluntad para que los demás nos acepten y no nos castiguen: portarnos bien, respetar las normas (leyes), ser educados, más una interminable lista de molestias.

También les dije en otro lado (2) que el padre es quien interviene para que los cuidados maternos disminuyan prematuramente pues este señor pretende recuperar a su mujer lo antes posible para saciar sus deseos carnales.

Sin embargo vale la pena dudar de que todo esto sea así.

Anteriormente he comentado (3) que en nuestra especie es la hembra la que determina cuándo copular, si bien no posee un período de celo como las demás hembras de otras especies mamíferas.

También he dicho (4) que la naturaleza ha sobrecargado a las hembras en compromiso biológico para conservar la especie, mientras que los machos tenemos que ser presionados por la cultura para que seamos más colaboradores.

Todos estos hechos, observados con la incorporación de los comentarios precedentes, pueden llevarnos a pensar que es la mujer la que utiliza al varón para ser fecundada, también para que él haga los trabajos pesados del hogar (acarreos, reparaciones, disciplinar a los hijos) y para que figure ante estos como quien comete la maldad de privarlos de la madre por razones egoístas, eróticas, lascivas.

Los niños creemos que fue papá quien nos dejó sin mamá porque no admitiríamos que la teníamos cansada.

(1) La oposición de intereses bajo control

(2) Protegerse dentro de una idea fija

(3) La violación metafórica 

(4) El embarazo de ambos sexos

●●●

Los desafíos provocados por la saciedad

La pobreza existe porque aún no aceptamos que el fenómeno vida (1) también se ve estimulado por la búsqueda de necesidades y deseos.

En otros artículos he comentado que los seres humanos conservamos el fenómeno vida en la medida que nuestro funcionamiento biológico pueda reaccionar huyendo de los dolores y dirigiéndose hacia la búsqueda del alivio, placer, goce.

La muerte ocurre cuando nuestro funcionamiento biológico no puede reaccionar huyendo de los dolores y atrayendo las sensaciones disfrutables.

Clásicamente decimos que la situación penosa ocurre cuando no podemos dar satisfacción a una carencia, cuando tenemos hambre y no podemos comer, cuando un gobernante hace mal su trabajo y no podemos cambiarlo por otro, cuando no podemos curarnos de una enfermedad invalidante.

Es menos frecuente el caso de quienes necesitan producir cambios en su vida porque lo que no tienen son necesidades y deseos (2).

El primer caso (el que todos conocemos por escasez, pobreza, carencia) es aquel en el que lo penoso ocurre por frustración de las necesidades y los deseos, ahora me estoy refiriendo a que las molestias ocurran precisamente porque todas las necesidades y deseos han sido cancelados por la abundancia de recursos. Me estoy refiriendo al malestar de la riqueza, de quienes lo tienen todo y han caído en el hastío, el aburrimiento.

Este grupo de personas satisfechas necesitan buscarse desafíos, necesidades, curiosidades, dificultades, juegos entretenidos, situaciones en las que puedan encontrar las necesidades y deseos de los que están siendo privados por la abundancia de recursos, por la desaparición de frustraciones.

Aunque suena de «ciencia ficción», no es tan disparatado suponer que el planeta posee recursos suficientes para cancelar todas las frustraciones de los seres vivos que lo habitan (incluida nuestra especie), como para que el desafío estimulante del fenómeno vida sea la búsqueda de necesidades y deseos.

(1) Blog destinado al «fenómeno vida»: Vivir duele 

(2) El sufrimiento por «saciedad extrema» 

●●●

lunes, 5 de diciembre de 2011

La injusta venganza de la culpa imaginaria

Si no podemos disfrutar intensamente de la vida porque nos sentimos culpables, nos convertimos en ciudadanos vengativos y antisociales.

A ver si has oído estas frases, expresadas con seriedad por personas honorables, buenos ciudadanos que nunca han estado encarcelados y en algunos casos, asiduos concurrentes al cumplimiento de los cultos religiosos más piadosos:

— Soy exigente con los demás porque soy aún más exigente conmigo mismo;
— Hazle a los demás lo que querrías que hicieran contigo;
— Lo digo con dolor, pero la gente te obliga a usar mano dura con ellos;
— Te castigo pero créeme que me duele más a mí que a tí;
— La severidad es efectiva pues resulta disuasiva y ejemplarizante.

Estos buenos ejemplares de nuestra especie, que alguien por descuido podría confundir con un tirano cruel, incitan a los gobernantes de turno para que hagan el trabajo sucio de limpiar la nación de esos inmundos semejantes que molestan con sus robos, aspecto facineroso, música estridente, costumbres aberrantes.

Pero también sería superficial suponer que esto se trata de intolerancia químicamente pura. Es posible suponer «resortes anímicos» menos obvios.

Los delincuentes nos están recordando que somos alguien más del que se mira en el espejo del botiquín, peinándose con cuidado, haciendo muecas para constatar la higiene dental.

Esos humanoides que desearíamos eliminar también funcionan como espejos que reflejan aspectos nuestros horrendos e impresentables.

¿Cuándo padecemos remordimientos, culpas y nos recriminamos? Cuando algún accidente desafortunado nos impide negar lo que veníamos negando: que somos débiles, vulnerables, enfermables, solo algunas veces curables, envejecibles, mezquinos, infieles, mentirosos, crueles, sádicos, intolerantes, evasores, transgresores.

¿Para qué sirve este artículo? Para poder amarnos sin tener que engañarnos, para querernos también sin maquillaje, desprolijos, desalineados.

Y si podemos amarnos sin trampas, podremos disfrutar de la vida sin sentirnos culpables, sin imaginar fantasmas persecutorios ni ponernos vengativos injustamente.

●●●

La insubordinación ciudadana

La democratización de los medios de comunicación puede incapacitarnos para convivir y producir si nuestra psiquis carece de la madurez suficiente para administrar la nueva sensación de poder.

Nuestra especie estuvo siempre cambiando pero desde hace unos cinco años (escribo esto en 2011), el cambio es mayor y más acelerado.

Quizá hubo épocas con esta aceleración en los cambios psicológicos cuando la Revolución Industrial (a mediados del siglo 18), durante las dos grandes guerras mundiales (1914 y 1939) y cuando se inventaron los anticonceptivos (a mediados del siglo 20).

En otro artículo (1) les comentaba que si no fuera porque la cultura nos induce a tener una percepción desnaturalizada de la sexualidad, los niños podrían observar a los adultos haciéndose el amor como si los vieran trabajando, comiendo o dialogando. Sin embargo, en casi todos los países hispanos se considera que los niños pueden ver escenas de sexo explícito después de los 18 años.

Algo que nos está cambiando aceleradamente es un incremento en nuestra cuota de poder debido a la popularización de nuevas herramientas de comunicación de una eficacia extraordinaria.

Si bien un niño sano podría ver sexo explícito sin que eso lo afecte, no ocurre lo mismo si a un niño sano se le asigna más poder.

En algún momento he mencionado (2) que la libertad es muy perturbadora cuando aún no hemos desarrollado una personalidad que nos permita administrar la posibilidad de elegir, decidir, protestar y hacer valer nuestros derechos.

Cuando una psiquis apta para la subordinación propia de un ciudadano que respeta de buen grado la autoridad de un gobierno legítimo, siente que puede criticar impune e irrespetuosamente a sus líderes, pierde el control de sus actos, se torna anárquico e incapaz de trabajar en equipo, cooperar, seguir un plan, ser puntual, esperar su turno, diferir sus anhelos.

(1) La vergüenza sexual y comercial

(2) Las tiranías benefactoras

●●●

La provocación constructiva de Benetton

Nos llevamos mal con nuestra sensibilidad pues nos debilita la sensación de que podemos controlar nuestras vidas. Benetton se beneficia ayudándonos.

Según cuenta la historia, un joven italiano pensó (en 1955) que la gente busca ropas coloridas. Creyó que una mayoría rechaza los grises.

Con el entusiasmo que caracteriza a tantos jóvenes emprendedores, Luciano Benetton se dedicó a crear prendas muy alegres.

En suma, tuvo la suerte de tener una buena idea, tuvo la suerte de contar con recursos suficientes (corporales, sociales, ecológicos) como para que la idea pudiera desarrollarse y tuvo la suerte de que encontró público interesado en comprar ropa con su estilo.

El psicoanálisis encuentra su mayor número de pacientes entre quienes no pueden convivir con los sentimientos alegres.

Gran cantidad de personas prefieren la tristeza por el aplastamiento que provoca en los impulsos deseantes provocadores de una temible pérdida del control de sus vidas.

La décima y última lámina del Test de Rorschach (manchas de tinta), es la que tiene más colores y la que provoca reacciones (respuestas) más desorganizadas.

A grandes rasgos, podemos ver que muchos pueblos de raza blanca son parcos, serios, severos, católicos y usan ropas de colores apagados mientras que los pueblos de raza negra son más ruidosos, proclives a cantar y a bailar, con dioses igualmente divertidos y usan ropas de colores vivos.

Benetton hace especial hincapié en la integración, la tolerancia étnica, porque felizmente puede conciliar sus intereses comerciales con algo que a nuestra especie beneficia (la igualdad entre los seres humanos).

Este año (2011) presentó su campaña publicitaria «dejar de odiar» (UnHate), consistente en el uso de foto-montajes que presentan besándose en la boca, al estilo soviético, a personalidades que notoriamente tienen intereses contrapuestos, que quizá se odien, tanto como odiamos la tolerancia, la alegría, la audacia publicitaria.

●●●

La inocencia de quien roba a un ladrón

Existe una especie de «cadena de robos» (explotación, abuso), donde quienes vendemos «commodities» somos un «eslabón» más.

La palabra inglesa «commodity» también es usada por quienes hablamos español.

Se denomina así a la materia prima difícil de diferenciar pues son casi idénticos el petróleo venezolano y el de Arabia, el trigo argentino y el mexicano, o las bananas brasileras y las de Ecuador.

Esa dificultad para diferenciarlos hace que su precio sea casi el mismo en todos los mercados.

Yo supongo, basado exclusivamente en razones fonéticas, que el vocablo «commodity» significa «común» [common], es decir, «lo que no está diferenciado», lo que no es raro.

Pero también supongo otra cosa y es que «commodity» está vinculado lingüísticamente a «accommodation», es decir, «un lugar donde vivir».

Probablemente no sea casual (aleatorio, azaroso, fortuito) que en los países productores de alimentos y minerales (commodities), también padezcamos una mala distribución de la riqueza.

Si no es por mala suerte (casualidad) que los países productores de materias primas tengamos la peor justicia distributiva, entonces llegamos al lugar donde también ha llegado el sentido común: algo estamos haciendo mal los pueblos.

Naturalmente, quien piensa que existe el libre albedrío tratará de buscar culpables.

Quienes creemos en el determinismo podemos suponer que la misma naturaleza que ha puesto en nuestros territorios la generosidad de una tierra fértil y de un subsuelo rico, puso pueblos adaptados a una especie de «paraíso» («accommodation»), desmotivados para agregar mano de obra diferenciadora que le aumente el valor a sus productos exportables.

En suma: Si abandonamos las hipótesis de culpabilidad que sólo nos han traído gobiernos militares, persecuciones y dictadores, es natural que los vendedores de «commodities», que no hacemos más que «robar» lo que produce u oculta nuestro suelo, quedemos expuestos a que otros nos «roben» (exploten) sin que podamos evitarlo.

Artículo vinculado:

Ignorar para no sentirse culpable


●●●

Riqueza y lesbianismo

Los varones ganan más dinero que las mujeres porque están menos frenados por la vocación homosexual inherente a la condición femenina.

Observemos algunos datos de la realidad en los que estaremos todos de acuerdo, para luego interpretarlos de forma inevitablemente discutible.

Es indiscutible

— que los varones tenemos órganos genitales externos, lo cual contrasta con nuestras compañeras de especie en las que son internos;

— que en la casi totalidad de los casos es la madre quien se encarga de alimentar y cuidar al recién nacido, continuando de esa forma lo que estuvo haciendo con el útero hasta el nacimiento;

— que existe una prohibición de cometer incesto.

Datos discutibles (pues el psicoanálisis solo es una teoría), son:

— la visibilidad de los órganos genitales masculinos instala en su portador el temor a que le sean cortados, dañados, robados. Esta es una de las tantas características que conforman el «complejo de castración»;

— que sea una mujer la que presta los primeros servicios post parto, muy probablemente conduce a que varones y niñas aprendamos a amar a una persona de sexo femenino;

— por esta razón las mujeres son propensas a la homosexualidad (1) y los varones propensos a la heterosexualidad;

— puesto que nuestra única misión es la de conservar la especie, ellas sienten contrariado el instinto maternal por la vocación homosexual;

— por su parte, los varones desearían copular con la madre (complejo de Edipo) pero se ven inhibidos por la prohibición del incesto y por sentirse expuestos a un castigo que amenaza la conservación de los genitales.

Estos hechos (indiscutibles o no), hacen que los varones estén más decididos a la reproducción (porque desean a una mujer), las mujeres sientan más dudas frenadas por la homosexualidad (que no es reproductiva) y que por eso hayan más varones ricos que mujeres ricas.

(1) Si yo fuera mujer

Sabemos mucho de gays y poco de lesbianas



●●●

Los maridos proveen mal

Las mujeres ganan menos dinero que los hombres porque nuestro sistema de convivencia desconoce algunos hechos.

Muchas decisiones dependen del criterio de valoración que utilicemos. Es más: muchas veces no usamos ningún criterio sino que confiamos en la valoración publicitaria.

También necesitamos desvalorizar a los demás para calmar los sentimientos de vulnerabilidad que nos atacan cuando padecemos algún pico de realismo agudo (y que raramente deviene crónico).

Me interesa compartir con ustedes el hecho innegable de que en nuestro mercado laboral las mujeres ganan promedialmente menos dinero que los varones.

Este es un fenómeno antipático pero de estricta justicia pues, desde el punto de vista del empleador, aunque ambos sexos tenemos capacidades productivas similares, ellas tienen más compromisos vitales que los varones y por eso es normal que falten para alimentar a sus hijos, para cuidar a los familiares enfermos y hasta para recuperarse ellas mismas de la sobrecarga vital a la que están sometidas por imperio de las leyes naturales.

Es normal que cuando un sistema está mal diseñado y da malos resultados, surjan voces defensoras del sistema gritando el slogan «Los sistemas son perfectos pero los que siempre fallan son los humanos» (nótese que el eslogan excluye tendenciosamente a quienes lo pronuncian).

Propongo pensar que los humanos somos perfectos en el diseño y la construcción aunque intelectualmente deficitarios, al punto que no percibimos este déficit.

Nuestro sistema de convivencia no contempla:

1º) Que nuestra única misión es conservarnos como individuos y como especie;
2º) Que en esta única misión, la mujer es, por lejos, la más comprometida;
3º) Que es un despropósito que además tenga que trabajar para sustentarse;
4º) Que los varones no tenemos mucho interés en mantener económicamente una familia.

La injusticia distributiva de responsabilidades vitales entre hombres y mujeres, causa pobreza patológica.


●●●

Hijos que enriquecen e hijos que empobrecen

La formación educativa nos desarrolla la función simbólica sin la cual el instinto reproductivo sólo puede satisfacerse teniendo muchos hijos.

Los seres humanos contamos con la función simbólica. Todos disponemos de ella aunque con diferente grado de desarrollo.

Esquemáticamente digo que esta función es la que permite representar un vaso de vidrio por la palabra «vaso».

Cuando nos comunicamos, podemos entendernos tan sólo pronunciando esa palabra y no necesitamos mostrarlo.

La función mental que genera y comprende símbolos está —como dije—, diferentemente desarrollada.

Los niños, los jóvenes y los adultos con escasa formación educativa poseen un capital verbal escaso. A veces los vemos apoyarse en la mímica para poder comunicar algunas ideas y tienen dificultades con la comunicación telefónica y escrita.

Estas dificultades en la comunicación son importantes pero no tanto como otras áreas de la vida cotidiana.

Los humanos estamos instintivamente obligados a conservar la especie y por lo tanto a desarrollar nuestra sexualidad con fines reproductivos.

En los hechos no siempre podemos tener todos los hijos que la naturaleza nos proveería sin usar barreras anticonceptivas. Por eso precisamos gestionar una planificación familiar.

Las personas con escaso desarrollo de la función simbólica suelen tener más hijos que los más intelectuales. En nuestras culturas es casi una constante que los que han estudiado poco son más pobres que los que han estudiado mucho. Esto explica por qué los pobres tienen más hijos que los ricos.

Simbolizar la reproducción equivale a tener una fábrica, cultivar la tierra, crear obras de arte.

Quienes tienen desarrollada la función simbólica pueden sustituir a los hijos reales por otras «creaciones» cuya consecuencia económica es diametralmente la opuesta.

En suma: Un buen desarrollo de la capacidad simbólica permite que el instinto reproductivo pueda expresarse en armonía con otras necesidades económicas de las familias.

Artículo vinculado:

La ceguera por convicción

●●●

La vergüenza sexual y comercial

Las culturas que necesitan distorsionar la condición natural de la función sexual agregándole prohibiciones e interpretaciones morbosas (malsanas, patológicas, desagradables), indirectamente también distorsionan la aptitud natural para negociar, cobrar, transar, ganar dinero.

En otras ocasiones he comentado que la sexualidad es jerárquicamente una de las funciones más importantes(1) porque contribuye a una de las dos misiones que tenemos los seres vivos, esto es, conservar la especie (la otra función es conservarnos individualmente).

Los humanos estamos gobernados por dos fuertes impulsos. Uno es el instintivo, el que tenemos como animales y el otro es la cultura, el impulso que tenemos por pertenecer a la especie humana.

Desde otro punto de vista, porque somos los animales más vulnerables, la naturaleza nos compensó con el talento suficiente como para crear un equipamiento instintivo artificial que nos permite adaptarnos al medio igual y hasta mejor que otras especies menos vulnerables.

Este segundo equipo instintivo (la cultura, las normas de convivencia, las tradiciones, las religiones, las instituciones administrativas de la convivencia), suele apartarnos de los instintos básicos.

Me explico mejor: como dije al principio, la sexualidad es una de las funciones más importantes junto con la de conservarnos, pero la cultura (este equipo instintivo artificial que nos creamos para compensar la vulnerabilidad que padecemos), suele distorsionarla.

Desde muy pequeños podríamos presenciar los actos sexuales adultos, así como presenciamos cuando trabajan, comen, discuten, juegan, sin embargo la cultura necesita desnaturalizar el desempeño sexual hasta convertirlo en «prohibido para menores de 18 años».

La práctica sexual entre adultos también se denomina «comercio sexual», porque implica un intercambio.

En suma: como la cultura necesita distorsionar el «comercio sexual», indirectamente también distorsiona perjudicialmente nuestra aptitud natural para interactuar en otras relaciones interpersonales económicamente rentables, al punto que muchas personas sienten pudor (vergüenza, inhibición) al hablar de dinero, precio, honorarios.

(1) La represión de las coincidencias


●●●

La exagerada ambición sexual

El deseo de tener sexo no se detiene en el acto sexual sino que en nuestra psiquis va más allá.

Vivir es crear, producir, conseguir, investigar, luchar, matar y casi cualquier otro verbo.

Esta cantidad de verbos ocurren porque estamos dinamizados por las necesidades y los deseos.

Tanto las necesidades como los deseos son manifestaciones de carencias, escaseces, ausencias.

La misión específica (derivado del vocablo «especie») de reproducirnos nos provoca una de esas «dinamizaciones», cuya manifestación subjetiva se caracteriza por la necesidad-deseosa de tener sexo: con alguien del sexo opuesto, del propio sexo, con uno mismo (masturbación), con animales de otras especies o hasta con aparatos mecánicos.

Como mencioné en otro artículo (1), la naturaleza juega con el azar a su favor.

¿Cómo hace la naturaleza para ganar? Simplemente hace tantas apuestas que siempre logra algún resultado favorable, tal como es la gestación de un ser humano cada miles de actos sexuales, de los cuales sabemos que muchos están condenados al fracaso (anticonceptivos, homosexualidad, animalismo).

Lo que pensamos y sentimos los humanos es irrelevante para esta abundancia de intentos que hace la naturaleza.

En ese impulso que nos motoriza para cumplir nuestra misión específica (fecundarnos), encontramos situaciones extrañas.

Observen esto: estamos motorizados por la necesidad y el deseo. Tanto deseamos fornicar con alguien del sexo opuesto, que en el afán de saciarnos completamente llegamos a desear poseer a ese portador del genital complementario.

Esta ambición tan alocada como la del avaro más patológico, puede:

— provocarnos deseos homosexuales para sentir que tenemos lo que la persona deseada tiene («él tiene pene igual que yo»);

— estimularnos placeres autoeróticos pues así también sentimos poseer el órgano deseado («la mano es tan mía como el genital que puedo excitar con ella»);

— imponernos la monogamia, acompañada de celos posesivos, obsesivos, tiránicos, fundamentalistas.

(1) Cambiaré, pero no sé cómo

Lotería con millones de bolillas y miles de premios

●●●

domingo, 6 de noviembre de 2011

Producir y reproducirnos

El coeficiente intelectual mide nuestra inteligencia aunque en última instancia esta depende de cuánto podamos privarnos de las ilusiones.

La lógica psicoanalítica es más discutible que la lógica matemática porque es más flexible, cuenta con premisas no confirmadas y sobre todo, porque nuestros cerebros padecen una tendencia muy fuerte a rechazar lo desagradable y a creer lo conveniente, lindo, fácil.

Aunque nuestro cerebro considera más conveniente, lindo y fácil suponer que nuestra especie es maravillosa, insuperable y mimada por un ser infinitamente poderoso, bueno y justo como es Dios, tendríamos que poder admitir que somos una especie más y que nuestras únicas funciones, misiones y destino son reproducirnos para que la especie sea inmortal (1) y producir para alimentarnos el tiempo necesario para que podamos gestar y criar a los nuevos ejemplares.

Los humanos vivieron bien mientras creyeron

— que el planeta Tierra era el centro del universo,
— que somos una estatua viviente esculpida por Dios, y
— que tenemos libre albedrío.

Los humanos sufrieron las pérdidas de estas tres creencias (ilusiones) cuando

— Copérnico demostró que nuestro planeta gira en torno al sol;
— Darwin nos convenció de que descendemos del mono;
— Freud propuso la existencia del inconsciente cuya función psíquica determina nuestras decisiones.

La desilusión provocada por estas novedades generó grandes protestas, descalificaciones, intentos de «matar al mensajero» (Copérnico, Darwin, Freud).

Muchas personas consideran inadmisible que sólo seamos portadores del ADN que le da inmortalidad a la especie y que una vez entregado nuestro legado a la próxima generación (reproduciéndonos), como si fuéramos participantes de una carrera de relevos (1), ya no tenemos motivos para seguir corriendo (viviendo).

Por este tipo de resistencia a las malas noticias, seguimos diciendo que «el sol sale por el este» en vez de reconocer que, en nuestra rotación, comenzamos a verlo por el este.

(1) El espíritu en realidad es la sexualidad

●●●

Correcciones a nuestras percepciones

Reconocer que la naturaleza no es humana nos permite asumir que nuestra enfermedad y muerte son en realidad buenas noticias.

Las poesías y las fábulas son los únicos ámbitos donde podemos decir que los animales hablan, que los pájaros son arquitectos o que el sol está enamorado de la luna, sin que un psiquíatra sienta la inconfundible fragancia de la psicosis.

En otros artículos (1) he comentado que no podemos evitar la humanización de todo lo que observamos. Dicho de otro modo, no solamente en las poesías y en las fábulas atribuimos rasgos de nuestra especie a objetos y seres que no lo son.

Este defecto raramente está compensado racionalmente.

Cuando un deportista de «tiro al blanco» realiza su práctica, tiene en cuenta la distancia del objeto, la temperatura, la cantidad de luz, el viento, la humedad, el peso del proyectil que lanzará, la parábola (curva hacia abajo) que tendrá la trayectoria. El acierto (puntería) dependerá de cuán precisas sean estas correcciones a lo que su ojo ve.

Nuestra cabeza también necesita hacer correcciones a lo que piensa, razona, interpreta. Por ejemplo, debe compensar esa natural tendencia a suponer que el cosmos, es, piensa y actúa como un ser humano.

Si podemos realizar buenas correcciones a estos defectos de razonamiento, aumentará la «puntería» (acierto) de nuestra percepciones, pensamientos, conclusiones.

Esta tarea de «deshumanizar lo no humano» está severamente dificultada porque nuestra forma de hablar (idioma, lenguaje) está diseñada según ese modelo mental.

Con todas estas consideraciones, les comento que «la naturaleza se alegra de nuestra muerte», porque de esa forma se renuevan los ejemplares de una de sus tantas especies (la humana).

Se «alegra» tanto como nos alegramos los humanos cuando convertimos en chatarra las viejas máquinas para instalar otras nuevas, más modernas, eficientes, actualizadas según los nuevos requerimientos.

(1) La naturaleza es una monarquía absolutista

●●●

Los ecologistas y su adicción al poder

Las adicciones distorsionan la convivencia normal, inclusive cuando dicha adicción es el ejercicio del poder a manos de ecologistas y ambientalistas.

El poder produce sensaciones tan maravillosas como esas drogas cuyos proveedores son delincuentes.

Cabe aclarar que no siempre que algo produce sensaciones maravillosas está contra la ley. A veces el placer muy intenso está moralmente permitido. Por el momento no recuerdo ningún caso pero ya recordaré alguno.

Ese poder que empata en sus efectos con los alcaloides de la felicidad, suele ejercerse coartando el placer ajeno.

Efectivamente, todos tenemos ejemplos en los que los poderosos prohíben, dificultan, restringen, el placer ajeno, a la vez que desenfrenan sus propias pasiones sin reparar en esa imaginara raya amarilla en el piso que indica dónde empiezan los derechos ajenos.

Los ecologistas son personas que disfrutan enormemente ese poder afrodisíaco que consiguen tratando de quitarle libertad de elección a los demás,

Los ecologistas nos prohíben cazar o pescar animales de cualquier tipo, también prohíben ciertas prácticas industriales, la tala de bosques y otras acciones propias de nuestra especie.

Estas sensaciones de poder seguramente les producen gran goce y adicción, al punto que no pueden dejar de procurárselas.

Los seres humanos somos depredadores, abusadores del poder, egoístas y necesitamos un sistema judicial y otro de reclusión (separación del colectivo, contención, reeducador), para que nuestros actos vandálicos se cometan a razón de uno por persona y no más.

Estas normas y condenas son fundamentalmente disuasivas pues podemos verificar que son pocos quienes delinquen, aunque quienes sí lo hacen llaman mucho la atención.

La mayoría somos «buenos ciudadanos» pero existen grupos que no se conforman con eso y quieren ser «buenísimos ciudadanos», para lo cual se ponen agresivamente defensores del ecosistema, de la salud, de cualquier causa que admita defensores fundamentalistas adictos al poder.

●●●

Sobre la adivinación

Quienes pronostican el futuro en realidad expresan su propio deseo y luego harán lo posible para que su vaticino (deseo) se cumpla.

Es cierto que la incertidumbre (1) es molesta y hasta puede llegar a torturarnos si la expectativa refiere a algo tan preocupante como es el resultado de una biopsia.

La intensidad de ese estado ansioso depende no solamente de cuán importante sea la expectativa, sino también

— de nuestra tolerancia a la ansiedad (algunas personas son más ansiosas que otras) y

— de cómo sean las otras dudas sobre el futuro: no es lo mismo esperar el resultado de un examen escuchando música a esperarlo cuando han ocurrido sismos y son posibles réplicas (reiteración de un sismo).

El antídoto (calmante) más utilizado para aliviar la incertidumbre es la adivinación del futuro, el pronóstico, la futurología.

A partir de que la humanidad ha nacido en un sistema solar relativamente estable y en un planeta que no ha variado su ritmo desde que existimos como especie, podemos extrapolar (extender, comparar) esta previsibilidad de los días, las noches, los meses, los años, como también podemos saber cómo estarán las agujas de un reloj en cualquier momento futuro si nunca se detuviera.

Esta previsibilidad tan confiable (la del sistema planetario), cuando se suma a nuestra imperiosa necesidad de bajar la ansiedad que nos produce la incertidumbre, nos compele a un fuerte abandono de la racionalidad para creer que el futuro puede ser pronosticado en cualquier tema.

Cuando intentamos ganar dinero nos encontraremos con que:

— Nos dirán qué ocurrirá en el futuro aunque en realidad no puedan saberlo,
— Luego de emitido su pronóstico, los adivinos harán lo posible para que se cumpla su pronóstico, ya sea alterando los acontecimientos o la información sobre los mismos,
— Tendremos muchas ganas de creer en esas farsas.

(1) La enfermedad que nos alivia

●●●

La violación metafórica

La vocación y el deseo no son tan flexibles sino que sólo ceden como cede alguien violado.

La violación es un delito sancionado con máximo rigor. A tal punto es repudiable que los violadores también son castigados por los compañeros de reclusión.

Dicen que la prohibición del incesto está fundamentada porque la descendencia podría presentar malformaciones, lo cual no es cierto. Los motivos parecen ser más bien económicos, pero lo que ahora me interesa comentar es que las transgresiones a esta prohibición son menos castigadas, excepto que estén asociadas a una violación.

En otros artículos (1) les he comentado que la fecundación ocurre (en la mayoría de los casos), porque la mujer intuye qué varón tiene los mejores genes para gestarle los mejores ejemplares.

Cuando ella desea a un hombre, este concurre a copular con ella con un deseo que, por su inevitabilidad, se parece a una necesidad.

En el momento del encuentro ella también está preparada física y mentalmente y así ocurre este fenómeno tan natural que resulta insólita la dramatización que hacemos de él.

Como lo único importante para los seres vivos es la inmortalidad de la especie (2), la función sexual es también la más importante y todas las demás funciones derivan de ella.

Explico mejor esto de «derivan de ella».

Los humanos actuamos metafóricamente. Nuestra conducta está determinada por el nivel de coherencia de esas metáforas.

La predisposición al coito, el amor, la atracción, la excitación, el deseo, la necesidad de reproducirnos tienen su correlato en el resto de nuestras actividades.

Si nuestro instinto desea trabajar al aire libre, estudiar botánica, tener una familia, gestar varios hijos, metafóricamente será una violación (frustración) todo lo que tengamos que hacer y no se parezca a esa atracción que la mujer siente por el hombre genéticamente más conveniente (satisfacción).

Nota: La imagen es un óleo de René Magritte, titulado La violación.

(1) «A éste lo quiero para mí»
«Soy celosa con quien estoy en celo»
«La suerte de la fea...»
(2) El espíritu en realidad es la sexualidad
Dios es [hacer el] amor

●●●

La frustración como objetivo sexual

Aunque suena paradójico, algunos gozan del placer sexual satisfaciéndolo mientras otros lo gozan frustrándolo después de haberlo estimulado eficazmente.

A pesar de mi indisimulada aversión a los libros y a cualquier otra forma de pensamiento estático, estancado, definitivo y concluyente, hago una excepción con el diccionario, que si bien padece esos vicios de «fijedad», se corresponde bastante bien con el uso del idioma que hacemos para comunicarnos.

En este caso quiero dejarles un comentario sobre el verbo «joder», el que, según la Real Academia Española (*) tiene los siguientes significados:

joder.
(Del lat. futuĕre).
1. intr. malson. Practicar el coito. U. t. c. tr.
2. tr. Molestar, fastidiar. U. t. c. intr. y c. prnl.
3. tr. Destrozar, arruinar, echar a perder. U. t. c. prnl.
joder.
1. interj. U. para expresar enfado, irritación, asombro, etc.

Una expresión campera rioplatense, dice: «Joder es muy lindo, pero mucho más lindo es dejarse de joder [no seguir molestando]».

Si tomamos en cuenta que «joder» significa «fornicar», nos encontramos con que la acción fundamental para cumplir la única misión de cualquier ser vivo (conservar la especie), está asociada lingüísticamente a una molestia.

Las incomparables sensaciones voluptuosas con las que la naturaleza nos paga (1) nuestra tarea de conservar la especie se enfrentan (contradicen) a esta evocación de una molestia.

Aparece aquí una característica humana (quizá no compartida por ningún otro ser viviente), según la cual nuestro menú deseante incluye una atracción y un rechazo por la misma acción (fornicar).

Corresponde entonces tener en cuenta estas evidencias para no olvidar que los humanos gozamos con el placer y con la frustración del placer.

No deberíamos sorprendernos que una actitud seductora, en la que cualquier desprevenido podría suponer que tiene por objetivo gozar sexualmente, en realidad tiene por objetivo gozar frustrando ese desenlace.


(*) Diccionario de la R.A.E.


(1) El orgasmo salarial

El grato oficio de fornicar

Las fantasías sexuales y el dinero

Menos orgasmos y menos salario

●●●

Comprender equivale a legislar

Comprender el egoísmo y la prohibición del incesto nos libera la energía que gastamos en reprimirlos.

Si analizamos brevemente las únicas misiones que tiene todo ser vivo, podemos establecer un orden:

1ª – La primera misión es conservarse a sí mismo, con el inalcanzable objetivo de ser inmortales;

2º - La segunda y última misión es conservar la especie, la cual sí es inmortal (1).

No olvidar que este es el orden de prioridades en nuestra existencia nos permite saber en todo momento que el egoísmo es natural, imprescindible, infaltable.

Expresado en forma más coloquial, un ser humano abstracto, representante imaginario de todos nosotros, podría decir: «Primero estoy yo y después están los demás».

Por razones de convivencia esta fórmula no puede ser expresada libremente así como por razones económicas (2), tampoco podemos satisfacer el deseo de hacer el amor con personas de la familia (prohibición del incesto).

Estos hechos nos causan un conflicto interno que nos quita fuerza, energía, productividad.

Efectivamente, nos debilita pensar, sentir y desear algo y simultáneamente tener que reprimirlo.

Sin embargo este conflicto puede ser menos costoso, puede causarnos menos gasto inútil en reprimirnos, si logramos entenderlo en su lógica.

Dicho de otro modo: cuando alguien comprende la conveniencia de las leyes, puede cumplirlas sin contrariedad porque esa comprensión hace que el ciudadano que debe obedecer también se sienta legislador.

Comprender las dificultades de la existencia nos genera el sentimiento de aprobación, de concordancia, de asentimiento, pues todos cumplimos mejor las normas en cuya implementación podríamos haber participado.

En suma: aunque siempre sentiremos alguna molestia causada por las normas que nos restringen la libertad, nuestra calidad de vida mejora sensiblemente cuando las comprendemos, cuando entendemos que constituyen la mejor solución, cuando podrían haber sido legisladas e impuestas con nuestra aprobación, si hubiéramos tenido esas responsabilidades de gobierno.


(1) El espíritu en realidad es la sexualidad

(2) Las mujeres pacificadoras

●●●

La maternidad frustrada

Es probable que el mal carácter femenino sea causado generalmente cuando no pueden expresar su instinto maternal libremente.

Para que una mentira sea próspera debe contener algo de verdad y, de modo semejante, para que un insulto cumpla su innoble propósito de ofender, también debe contener algo de verdad.

En otras palabras, la verdad es un ingrediente necesario para que las mentiras y los insultos resulten eficazmente creíbles.

Alcanza con que la verdad participe en una pequeña dosis pues, como les he comentado otras veces (1), nuestro cerebro produce «metonimias», esto es, que se desorienta rápidamente creyendo

— que una parte es igual al todo («tiene muchas cabezas de ganado» para significar, «tiene muchos vacunos»), o suponiendo

— que la causa es igual al efecto («ganarse el pan» para significar «ganarse el dinero suficiente para alimentarse»); o confundiendo

— que el contenido es igual al continente («tomar una copa de vino» para significar «tomar el vino contenido en una copa»), y así por el estilo.

Algunas veces anteriores he reflexionado sobre el insulto (2), pero desde un punto de vista diferente al que comentaré ahora.

Al menos en los pueblos rioplatenses, es enojoso que alguien le diga a una mujer que está «mal cogida».

La circunstancia propicia para que aparezca este diagnóstico silvestre se corresponde con un estallido de mal carácter de la ofendida.

En principio parece que se trata simplemente de una sobrevaloración del varón, de su pene capaz de dulcificar cualquier frustración femenina, como si ese órgano fuera una varita mágica que da serenidad a cualquier mujer indignada.

Algo de cierto hay en esto pero indirectamente.

Si aceptamos que las mujeres desean instintivamente ser madres siempre y cuando tengan la ayuda y los recursos suficientes, es verosímil que una mujer frustrada (irritable) se calmaría si pudiera tramitar su instinto maternal libremente.

(1) Las noticias de nuestra infancia – 3
«Hoy comienzan mis éxitos»
La felicidad tiene que ser breve
(2) El insulto provoca autoagresión


●●●

La sexualidad de las discusiones

Una discusión con el propósito de llegar a un acuerdo, es productiva (heterosexual) y si la intensión no es ponerse de acuerdo, es improductiva (homosexual).

Les comentaba en otro artículo (1) que la coherencia de un comportamiento está dada porque las actitudes son metafóricas.

Por ejemplo, si se dice «el átomo es un sistema solar en miniatura», estamos expresando una metáfora que nos permite comprender (hacernos una idea, imaginar) cómo funcionan los neutrones orbitando alrededor del núcleo, pero no estamos diciendo que el átomo contiene planetas.

De manera similar toda nuestra conducta responde a esas metáforas y cuando las detectamos podemos decir que ese comportamiento es coherente.

Pongo un ejemplo que además es el motivo de este artículo.

Habitualmente insisto con la idea de que nuestra única misión es conservarnos como individuos y como especie (reproducirnos).

La fecundación depende de que un óvulo se encuentre con un espermatozoide.

Si se encuentran dos óvulos o dos espermatozoides, nada ocurrirá.

Podemos pensar (ingresando en lo metafórico) que las ideas, opiniones, creencias, ideologías, son comparables a células germinales como lo son los óvulos o los espermatozoides.

Cuando dos personas confrontan ideas (uno piensa A y el otro piensa B), la situación puede verse como una metáfora de una relación sexual porque se enfrentan (discusión, intercambio, diálogo) dos ideas para lograr una tercera (conclusión, desenlace, resolución).

En estas circunstancias, en las que dos personas sostienen ideas diferentes, puede o no existir la intención de construir una tercera idea (reproducción).

Si quienes discuten desean mejorar sus respectivas propuestas (gestar una tercer idea mejor que las anteriores), negociarán «amorosamente», buscando coincidencias, acuerdos, soluciones.

Si quienes discuten desean que sea su propia idea la que prevalezca sobre la otra, no habrá fecundación. Metafóricamente será una discusión homosexual, pues existe el acto sexual (discusión), pero no la procreación (acuerdo).

(1) La violación metafórica

●●●

viernes, 7 de octubre de 2011

Envidiamos a los ladrones

Los ladrones nos provocan envidia. Esto nos confunde y desorienta, nos irrita, nos impide encontrar soluciones para la delincuencia.

Según algunas fuentes tan poco confiables como cualquier otra, la pobreza extrema (indigencia) provoca el 3% (tres de cada cien) de los atentados contra la propiedad (robo).

Hasta donde puedo comprender con mentalidad psicoanalítica, el resto de los delitos están provocados por personas (casi todos hombres) que se dedican a esta actividad porque poseen la vocación suficiente y el talento necesario.

Una sociedad está organizada en forma de red de pesca; si los vínculos son representados por hilos que tocan a uno y otro ciudadano, el entrecruzamiento de esos «hilos» generaría algo similar a una tela.

En términos sociales, es posible decir que «todos estamos vinculados con todos» (directa o indirectamente, convendría agregar).

Los humanos tenemos ciertas características, siendo una de las más importantes que casi no conocemos nuestra psiquis (ni la propia ni la ajena).

Como agravante de este desconocimiento de nuestra especie, se agrega que deseamos e imaginamos ser de una determinada manera. Queremos (imaginamos) ser inteligentes, simpáticos, honestos, veloces, infalibles, y en general, poseer cualquier otro atributo que nos aporte valor.

En suma: nuestra inteligencia es poco apta para auto conocernos y además está distorsionada por los prejuicios (de que somos maravillosos, ...).

Los humanos aceptamos la propiedad privada a regañadientes. Queremos ser dueños de todo pero nos cuesta aceptar que otros sean dueños de algo.

Los humanos aceptamos a regañadientes que otros sean más felices. Nos cuesta no agredir a quienes exhiben mejor calidad de vida que la nuestra.

Creemos

— que los ladrones son más felices que los honestos,
— que trabajan menos,
— que si no fuera porque somos tan honestos, seríamos felices.

Conclusión: Los ladrones nos irritan porque los envidiamos, sobre todo si nos roban.

●●●

Los humanos creemos saber más que la naturaleza

El pensamiento delirante que caracteriza inclusive a personas muy prestigiosas de nuestra especie, es el que nos hace pensar que los humanos deberíamos participar en un reparto más equitativo de riquezas naturales y económicas.

Dicen que el cosmos es más antiguo que el ser humano y yo lo creo.

También dicen que la naturaleza contiene al ser humano, que el ser humano no contiene a la naturaleza y yo lo creo.

Nuestro cerebro puede comprender y hasta aceptar que la naturaleza es más antigua y más grande que nuestra especie, pero nuestro cerebro también puede hacer otro recorrido para terminar concluyendo que todo los hizo Dios y que Dios nos tiene a los humanos como sus creaturas preferidas.

Esta última idea es la que nos permite suponer que si no somos los más antiguos ni los más grandes, al menos somos los más importantes.

Razonando de esta forma, personas muy respetables por su sabiduría, linaje y honorabilidad, realmente nos hacen dudar sobre quiénes somos (los humanos) en realidad.

Si pudiéramos apegarnos a una percepción fríamente objetiva, tendríamos que aceptar que no existe ningún ser superior y que Dios es una figura mitológica que nos alegra la existencia.

Alejados de este ser superior, terminamos pensando que todos los seres vivos nacen con diferencias vitales (fortaleza, longevidad, inteligencia) y por lo tanto el reparto injusto de la riqueza tiene un origen anterior, esto es, el reparto injusto de condiciones biológicas (cuerpo más o menos perfecto).

Las molestias provocadas por la distribución de la riqueza material surgen porque los humanos pretendemos perfeccionar nada menos que la naturaleza que nos incluye, nos contiene y nos determina.

En suma: Es nuestra desproporcionada arrogancia la que nos hace pensar que deberíamos recibir de la naturaleza y de la sociedad, similares cantidades de recursos.

Artículo vinculado:

Lo que la naturaleza no da, nadie lo presta

●●●

Las órdenes de las leyes naturales

Los humanos no escapamos al orden natural que determina todo lo que ocurre, aunque nos creemos protagonistas, responsables, causantes, autores.

Este tema tiene miles de excepciones, casos, posibilidades: No por eso queda prohibido hacer alguna mención en 300 palabras.

Si fuera cierto que las hembras humanas convocan a los machos como cualquier otro mamífero en celo, es posible que lo haga con una cierta variante respecto a las otras mamíferas (felinas, equinas, caninas).

«Las animales» no humanas excitan a los machos mediante un olor específico (feromonas) (1), quienes concurren a disputarse la copulación: el ganador es premiado con ese trofeo.

Por su parte, «las animales» humanas se diferencian de las no humanas en que están en celo todo el año, eligen directa e intuitivamente a los varones mejor provistos genéticamente y sin que estos necesiten tomarse a golpes.

Sin embargo, la condición menos humana de nuestra especie hace que a veces sí haya competencias, enfrentamientos, luchas.

En las clases sociales menos educadas, es probable que algunos jóvenes tengan luchas que no excluyen la ultimación mortífera porque otro varón «miró» de cierta manera a su novia.

En términos más generales, ellas seleccionan, eligen, determinan y luego seducen mediante técnicas sutiles al varón preferido. Todos los demás quedan fuera de su campo visual (es decir: ni los miran).

Claro que el afán de protagonismo de ellos los inducirá a creer que fueron los habilidosos conquistadores. Les costará admitir que fueron condiciones orgánicas propias —constituidas en el momento en que fueron gestados por sus padres—, las que determinaron que fueran elegidos.

Pensarán que el éxito fue logrado porque aprendieron a bailar, usan ropa vistosa, se peinan con elegancia, son inteligentes.

Ellas también pensarán que son lindas, inteligentes, glamorosas.

Sin embargo, estos futuros padres sólo obedecen órdenes de la naturaleza.

(1) «A éste lo quiero para mí»

«Soy celosa con quien estoy en celo»

«La suerte de la fea...»

●●●

La imitación del modelo materno

Las mujeres aman a las mujeres porque aprendieron a amar con su mamá. Los varones las cortejamos imitando a su madre.

Si podemos evitar la arrogancia y admitimos que somos animales comunes y corrientes, mamíferos, bípedos (no plumíferos), nos acercamos a considerar que estamos incluidos en los comportamientos habituales de nuestros congéneres, con los matices que nos distinguen a todas las especies.

Lo único que realmente nos diferencia de los demás animales es que nuestras hembras sólo pueden ser fecundadas por los varones. El concepto que alguien bautizó acertadamente aislamiento reproductivo ya lo he comentado en otros artículos. (1)

Si los humanos no fuéramos tan neuróticos (2), podríamos ver y actuar según la realidad de los hechos.

En nuestra especie, como en los otros mamíferos, las mujeres hacen el mayor aporte a la conservación de su especie. (3)

Ellas manifiestan el celo eligiendo a los varones que mejores hijos podrían fecundarles, aunque la neurosis colectiva hace que mostremos los hechos al revés: en nuestra cultura neurótica, para demostrar nuestra hombría, somos los hombres quienes seducimos, cortejamos, persuadimos, asediamos, conquistamos, convencemos y las llevamos a la cama para «hacerles» algunos hijos.

Pues no: fuera de la neurosis, los varones que representamos ese rol teatral estamos mostrando una actitud femenina porque, además de que son ellas las que realmente nos eligen, son las madres de ellas las que determinan su predilección (opción) sexual (4).

Por lo tanto, cuando los varones las cortejamos intentamos demostrarles que, a pesar de nuestro aspecto tan poco femenino, igual podemos quererlas, hacerles mimos, protegerlas, alimentarlas, vestirlas, como ya lo hizo su mamá.

En suma: la actitud seductora masculina tiene un perfil femenino, aunque como acostumbramos hacerlo (es tradición muy antigua), suponemos que es muy viril regalar flores, ser «caballero», decirle que es bella, imitar a su mamá.

(1) Matrimonio igualitario
Los monos degenerados

(2) La mayor cultura de los ricos

(3) «A éste lo quiero para mí»
«Soy celosa con quien estoy en celo»

«La suerte de la fea...»

(4) Los varones maternales 

●●●

Sólo mejora lo que está mal

Corresponde alegrarse ante toda señal de progreso sin olvidar que este sólo puede ocurrir cuando antes había un retraso.

Contaminado por cierta coherencia que no puedo evitar, retomo un tema ya comentado en otros artículos (1) y que refiere a cómo el animal humano cursa un predominio como especie por la paradójica condición de ser el más discapacitado.

En otras palabras, como los otros animales tienen el instinto híper desarrollado y cuando salen del útero materno están casi maduros para empezar a valerse por sí mismos en poco tiempo, se mantienen en esa condición superior de forma poco cambiante.

Sin embargo los humanos, por el hecho de tener un pésimo desarrollo instintivo y necesitar casi veinte años fuera del útero para acceder a la autosustentación, tenemos un cerebro mucho más grande (en proporción al tamaño del cuerpo) y estamos complementados por un accesorio que funciona como un segundo instinto (la cultura), con el que podemos adaptarnos mejor que las demás especies a los cambios y por eso evolucionamos más que el resto.

De todos modos esto no debe ser leído como un rasgo de superioridad sino todo lo contrario.

Tenemos que tener en cuenta que si el resto de los seres vivos han desarrollado todo su potencial, no tienen margen para seguir desarrollándose, mientras que los peor desarrollados sí lo tenemos.

En suma 1: Los humanos evolucionamos más rápidamente que las demás especies porque somos más imperfectos mientras que las demás especies casi ya no tienen nada para perfeccionar, han llegado al máximo de su potencialidad y por eso no tienen más para desarrollar.

Esto mismo ocurre con los países: los más desarrollados crecen, prosperan y cambian más lentamente que los subdesarrollados (hoy llamados «países emergentes»).

En suma 2: cuando algo mejora, tenemos una virtud actual derivada de una precariedad anterior.

(1) Los animales se parecen a los especialistas

El deseo es inconvenientes

●●●

Dios es [hacer el] amor

«Dios» es un vocablo que sustituye (eufemismo) al vocablo «amor» porque este está asociado a la reprimida sexualidad.

Supongo que los ateos estamos muy preocupados por Dios precisamente porque una mayoría de personas inteligentes creen en su existencia y, más aún, actúan tomándolo como un dato de la realidad.

En mi caso me preocuparía estar cometiendo un error o una omisión demasiado grande. Si bien todos podemos equivocarnos, hay errores más injustificados que otros.

No creer en lo que cree la mayoría es algo que llama la atención y digno de ser sometido a observación, meditación, análisis.

Quiero referirme a una expresión muy difundida (especialmente por una iglesia que lo incluye en su denominación): «Dios es amor».

Uno de los significados de esta frase nos permite suponer que el vocablo «Dios» es un eufemismo del vocablo «amor», así como «desvío de recursos» es un eufemismo de «evasión fiscal», o «persona grande» es un eufemismo de «anciano», o «infractor» es un eufemismo de «delincuente».

La Real Academia define «eufemismo» como:

«Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante».

¿Por qué la palabra «amor» necesita ser «suavizada» con un eufemismo como es Dios?

Según mis creencias (a esta altura casi religiosas), lo único importante para cualquier ser vivo es sobrevivir y preservar la conservación de la especie.

En la nuestra, «hacer el amor» es fornicar, acción que, de no ser por la inseminación artificial, es imprescindible para conservar la especie.

Los humanos no queremos decir que «fornicamos», quizá para diferenciarnos del resto de los animales.

En suma: La palabra «amor» sugiere sexo, fornicar, coito, acciones que nos prometen esa inmortalidad (2) tan anhelada, como también la promete Dios.

Dios es amor, sexo, fecundación, embarazo, conservación de la especie, inmortalidad.

(1) Prohibido tocar 

(2) El espíritu en realidad es la sexualidad

●●●

La rentabilidad de la franqueza

Pocas personas poseen el arte de generar en los demás (cónyuge, empleador, cliente) la confianza para informarnos qué tenemos para mejorar.

«Nosotros y nosotras» queremos ser muy competentes en las relaciones sexuales.

Deseamos que nuestro ocasional partenaire (o cónyuge definitivo, único y vitalicio), nos admire por nuestro erotismo, resistencia, pasión y demás cualidades excitantes, seductoras, fascinantes.

Claro que si de imaginar se trata, también queremos poseer los mejores atributos en cualquier otra área de nuestra vida: inteligencia, rapidez, valentía.

Con la sexualidad nos ocurre algo particular: como las demás especies la practican sin pudor, nosotros, para diferenciarnos, la dramatizamos al extremo de reprimirla, sin considerar que el verdadero rasgo inmortal está en la capacidad de reproducirnos (1).

Las demás habilidades y actividades son secundarias a la sexualidad que es «nuestra única misión» (2).

Observemos sin embargo que esta represión que tradicionalmente le hemos impuesto culturalmente a la única función importante que tenemos (reproducirnos para conservar la especie), no ha sido tan drástica ni contraproducente pues la población mundial aumenta.

Por lo tanto podemos afirmar que estamos haciendo las cosas bien, lo cual no significa que no podamos mejorarlas.

Lo que quiero proponerles es que para satisfacer nuestro deseo de ser los mejores amantes tenemos que tener una actitud tal que nuestros ocasionales (o definitivos) compañeros sexuales puedan contarnos sus preferencias y molestias, sin que tengamos que adivinarlas y molestarnos con las sugerencias.

La actividad sexual es una forma de comunicación, sin embargo la mayoría tenemos problemas para comunicarnos en asuntos de dinero (en primer lugar), en asuntos sexuales (en segundo lugar) y en asuntos varios (en tercer lugar).

En suma: Tendríamos una actitud rentable si los demás pudieran ser sinceros con nosotros, sin temor a nuestra ofensa, enojo o venganza. Mejoraríamos los vínculos en asuntos económicos y sexuales.

(1) El espíritu en realidad es la sexualidad

●●●

El espíritu en realidad es la sexualidad

Efectivamente tenemos una parte inmortal, pero no es el espíritu según propuso Descartes sino nuestra sexualidad.

Copio y pego algo publicado en otro artículo (1)

«Quienes tenemos la vocación de jugar con el pensamiento, encontramos ideas interesantes, divertidas, graciosas, paradojales.

Muy frecuentemente lo absurdo ubicado dentro de un razonamiento es lo que le da ese rasgo atractivo a la idea original.

En este caso les comento una idea curiosa que cuenta con méritos suficientes como para ser razonable y, en el mejor de los casos, también útil.»

La idea de este artículo refiere a que la inmortalidad existe para quienes cambien su punto de vista.

Necesitamos una definición de Wikipedia (2):

«En atletismo, las carreras de relevos o postas son carreras a pie para equipos de cuatro componentes o más, en las que un corredor recorre una distancia determinada, luego pasa al siguiente corredor un tubo rígido llamado testigo y así sucesivamente hasta que se completa la distancia de la carrera. El pase del testigo se debe realizar dentro de una zona determinada de 20 metros de largo y sin que el mismo caiga al suelo.»

Pues bien, los humanos somos corredores de relevos porque estamos llevando de un punto a otro nuestra capacidad reproductiva que se expresa mediante la sexualidad.

Cada uno lleva de una generación a la otra esa esencia vital para que la especie no se extinga.

La sexualidad es nuestra parte inmortal. Casi todo nuestro cuerpo es el vehículo, el medio de transporte que sí es mortal. Todos poseemos la inmortalidad en tanto portadores de lo que permita reproducirnos.

En suma: Cuando Descartes propuso que los humanos tenemos una parte material mortal y otra espiritual inmortal (3), habló metafóricamente, quizá porque en su época la represión sexual era máxima. Nuestro espíritu es la sexualidad.

(1) El remordimiento sin delito

(2) Wikipedia: Definición de carrera de postas o relevos 

(3) El dogma del dualismo cartesiano


Pienso, luego ... sigo pensando

●●●

El deseo sexual y reproductivo

Todo acto sexual (homo o heterosexual, con o sin barreras anticonceptivas), es inconscientemente reproductivo.

Entramos a una casa bellamente decorada, iluminada, ventilada, aromatizada.

Detrás de las paredes y de los pisos están los caños de agua fría, de agua caliente, con cables, con gas, imprescindibles para esa iluminación, temperatura, funcionalidad.

Podemos habitar esa casa toda la vida y no saber de ellos.

Una idea similar es la que tenemos los psicoanalistas respecto a que habitamos durante toda la vida un cuerpo del que no sabemos muchas cosas, una de las cuales es el inconsciente.

Por esto es que inventamos teorías, cuya comprobación depende de su utilidad práctica. Por ejemplo, si la teoría del complejo de Edipo es útil para mejorar la calidad de vida de millones de personas, entonces es una teoría útil, digna de ser amada y «nos casamos» con ella.

Una hipótesis que también podría ser útil, la explico de la siguiente forma:

Vuelvo a la comparación con la casa para decir que nuestra vida consciente es la que hace cualquier habitante común de una casa. En síntesis, no sabe ni le interesa qué hay debajo del piso y detrás de las paredes, sin embargo, gran parte de su calidad de vida depende de eso que no conoce.

La sexualidad es una función que está al servicio de la única misión que tenemos los seres vivos (1): conservar la especie. Por lo tanto es tan importante como respirar, alimentarnos, descansar.

Todo acto sexual está estimulado por el deseo reproductivo aunque a nivel consciente usemos anticonceptivos.

Lo real es que cuando tenemos sexo con nuestro ocasional partenaire, el intenso deseo y satisfacción provienen de esa parte imperceptible de nuestra «casa corporal» —el inconsciente—, que está tratando de gestar, embarazar, tener un hijo con cada eyaculación.

(1) Blog con artículos sobre 

●●●

Nuestros niños se desarrollan saludablemente

Los adultos (padres, gobernantes, educadores) parecemos preocupados porque nuestros niños podrían estar malformándose por exceso de estímulos, recursos, poder de decisión.

En otro artículo (1) compartí con ustedes la observación de que nunca tomamos en cuenta el capital deseo-necesidad. Al cambiar de punto de vista, pudimos pensar que existe una «tolerancia a la saciedad».

Parece razonable que todo el tiempo hagamos hincapié en las molestias (dolor, irritación, enojo) que causan la privación, insatisfacción, frustración, pero puede llevarnos a una meta interesante pensar en cuánta molestia realmente nos provoca la saciedad, es decir, la ausencia de insatisfacción.

Si consideramos que el verdadero motor de la existencia es la necesidad y el deseo (sumados), es posible justificar que ambos son factores positivos, valiosos, imprescindibles para cumplir nuestra única misión de conservar la vida propia y de la especie.

Parados en este lugar podemos considerar:

1) lo que siempre supimos, esto es, que precisamos cierta fortaleza para soportar las carencias, el hambre, la incomodidad, la ausencia de recursos; y

2) lo que ahora estoy pensando con ustedes, esto es, que precisamos cierta fortaleza para soportar la saciedad, la carencia de los «verdaderos motores de la existencia» (la necesidad y el deseo).

Es posible pensar entonces que si una realidad y la otra (la escasez y la abundancia, la carencia y la saciedad, la pobreza y la riqueza) demandan cierta fortaleza para soportarlas, entonces ambas contribuyen a la conservación de la vida propia y de la especie.

Una primera conclusión que extraigo de esta línea de pensamiento es que los adultos (padres, gobernantes, educadores) no tendríamos por qué evitar que nuestros niños tengan un exceso de juguetes, diversiones y hasta de libertad, poder y decisión, pues la naturaleza está construyendo seres humanos adaptados a una nueva realidad que cuenta con más recursos, facilidades, tecnologías, posibilidades.

(1) La tolerancia a la saciedad

●●●

domingo, 4 de septiembre de 2011

El desnutrido amor familiar

A nuestros hijos los queremos tanto como nos queremos. Ellos son nosotros. Si nos queremos, los queremos. Es puro amor narcisista.

Me quieren porque doy y me quieren en la medida que doy.

¿Qué doy? Doy mi trabajo, compañía, miradas, abrazos, comida, dinero, protección, escucha atenta, memoria de lo que me contaron, opiniones.

No doy nada de eso porque sea generoso sino que lo doy porque necesito que me quieran.

Como la necesidad de que me quieran es infinita, doy todo lo que puedo para que me quieran el máximo posible. Por eso no me quieren más porque «no doy más».

Este artículo tiene por objetivo darle visibilidad a un sentimiento que se nos presenta como muy inespecífico.

No todas las personas necesitan lo que tengo para dar. Por eso para muchos resulto indiferente.

Me parece que los clientes me eligen así como yo elijo a los proveedores por lo que tienen para ofrecer.

Es poco probable que visite comerciantes que venden objetos que no necesito (caviar, maquillaje, opio, aviones).

No sé por qué no visito a esos vendedores y tampoco sé por qué no me interesan sus productos siendo que otras personas iguales a mí sí los precisan.

Lo cierto es que necesito sobrevivir (por instinto de conservación) y tener hijos (por instinto de conservación de la especie) aunque no todos me ayudan a sobrevivir y no todas se interesan en tener hijos conmigo.

Me costó mucho tiempo aceptar que necesito el amor ajeno además del que recibo de mis padres, hermanos, tías y de mí mismo.

Los amores incondicionales de los parientes los recibo porque ellos sienten que yo soy ellos pues tengo su misma sangre y apellidos. Preciso que me quieran a mí.

Para lograrlo tuve que empezar a dar: trabajar, amar, acompañar, pagar, alimentar.

●●●


Subordinar no deshonra al subordinado

Según la lógica psicoanalítica, el varón debería ser jefe y la mujer subordinada, pero como la cultura sobrevalora la figura del «jefe», la «pareja humana» funciona mal.

En otro artículo (1) mencioné la característica cerebral por la que creamos símbolos (balanza, palomas, hoz y martillo).

También creamos las metáforas, que permiten que alguien diga «cabello rubio como el trigo» o las metonimias que permiten que alguien diga «posee varios Figaris», queriendo significar «posee varios cuadros pintados por Figari».

Hay quienes afirman que el lenguaje hace al cuerpo porque tomamos conciencia del cuerpo cuando en la primera infancia nuestra madre nos toca y enuncia: «esta es la pierna», «este es el ombligo», «¿de quién es esta nariz?»

El psicoanálisis utiliza este supuesto y presta atención cuando alguien alude a su cuerpo y dice «me duele la cabeza», lo cual puede significar que algunas ideas lo perturban, o dice «tengo gastritis» lo cual puede significar que no puede «digerir» una situación, o dice «me duelen las piernas» lo cual puede significar que «un negocio ‘no camina’».

Estas formas de escuchar son especialmente importantes en el tratamiento de enfermedades psicosomáticas.

Si lo más importante es conservar la vida personal y de la especie, la sexualidad es el eje de nuestras preocupaciones, aunque la cultura se encarga de quitarle importancia, con lo cual no hace más que exacerbar la carga emotiva como ocurre con todo lo deseado pero a la vez prohibido.

Lo natural sería que el varón, que endurece su pene para penetrar la vagina lubricada, también tuviera ideas firmes y aceptables por la mujer. Por eso sería natural que él fuera jefe, pero como lamentablemente nuestra cultura pretende que un jefe sea más valioso que un subalterno, el vínculo más lógico (que ellos manden y ellas obedezcan), es muy conflictivo.

●●●


La represión de las coincidencias

Porque nuestro cerebro hace comparaciones y asociaciones, resulta que la represión sexual indirectamente termina inhibiendo las «coincidencias» (acuerdos, contratos, negociaciones, pactos, alianzas).

El psicoanálisis propone que nuestro cerebro produce comparaciones, analogía, equivalencias, asociaciones y otras funciones más que implican apartarse de la realidad material, de la percepción objetiva.

Por ejemplo, pensamos que la justicia se parece a una balanza de dos platillos porque este instrumento de medida funciona tomando en cuenta la igualdad de los pesos y la justicia trata de que todos seamos iguales ante la ley para que nadie tenga más «peso» (privilegios) que otros.

Decimos que la balanza simboliza a la justicia.

Por similares motivos decimos que las palomas simbolizan la paz y el amor, la hoz y el martillo a los trabajadores rurales e industriales según la visión comunista.

Los símbolos son abundantes y variados, pero se parecen en que provocan en nuestro cerebro significados colaterales al más explícito (una balanza no es más que una balanza).

He mencionado otras veces (1) que lo único que tenemos que hacer los humanos, al igual que los demás seres vivos, es conservar la vida —individual y de la especie—.

Porque esto es lo único que tenemos para hacer, la sexualidad es la función más importante pues de ella depende la conservación de la especie.

Los humanos tenemos dos características que combinadas generan un resultado digno de comentario.

1º) Para los humanos es muy importante ponernos de acuerdo, negociar, resolver los conflictos que tenemos con los demás y con nosotros mismos.

2º) Los humanos reprimimos culturalmente nuestra sexualidad.

Buscar «coincidencias» tiene en el coito (coincidencia del pene y la vagina) la simbolización perfecta, pero como la cultura reprime la copulación, también tenemos conflictos por la represión sexual pues, indirectamente son reprimidas las coincidencias.

(1) La compulsión a la repetición

La gestación de hijos ideales

●●●


La tolerancia a la saciedad

Nuestro patrimonio está determinado por cuánto podemos poseer sin perder las ganas de vivir, es decir, sin perder necesidades y deseos estimulantes.

Pueden surgir nuevas ocurrencias (hipótesis) si una idea conocida la formulamos (redactamos) de un modo diferente al clásico.

La nueva redacción de una idea antigua dice lo siguiente:

Todos somos igualmente ricos o pobres si para determinarlo nos fijamos en el nivel de saciedad y no en el valor patrimonial expresado en dólares.

Parto de la base de que Descartes estaba equivocado y que no existe un cuerpo y un espíritu, sino tan solo un cuerpo que produce manifestaciones tangibles e intangibles respectivamente.

En el supuesto materialista de que somos un organismo biológico que funciona de una determinada manera (fisiología), es posible afirmar que la necesidad o el deseo son manifestaciones dolorosas imprescindibles para que el fenómeno vida ocurra el mayor tiempo posible (1).

Por lo tanto todos necesitamos padecer las molestias provocadas por las carencias (necesidades o deseos).

Nos diferenciamos en que ese dolor es distinto para todos y en que la tolerancia al dolor también es diferente.

Lo único importante es conservar al individuo y a la especie (2), o sea que lo único importante es conservar la vida y como esta depende de que sintamos las molestias de la carencia (necesidad o deseo), todos tenemos la carencia que necesitamos.

Si lo imprescindible es tener una carencia mínima que nos excite el fenómeno vida, algunos conservan la carencia con un patrimonio de U$S 1:000.000 pero otros la conservan con un patrimonio de U$S 100.-

En caso de exceder esos topes patrimoniales el sujeto pierde a mediano plazo el interés por vivir (necesidad o deseo), se deprime, deja de producir y si no disminuye su patrimonio hasta el máximo necesario, algo le ocurre (enfermedad, accidente, suicidio) que lo mata.

(1) Los pensamientos narcóticos
(2) Sobre la indolencia universal

●●●