sábado, 31 de marzo de 2012

Las ganancias de los intermediarios

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Donde el intermediario logra más ventajas que el productor, ocurre algo similar al rol secundario del sexo femenino.

Es oportuno recordar que los artículos incluidos en este blog están dedicados a encontrar explicaciones a la pobreza patológica, es decir, aquella escasez de recursos materiales que afecta a personas que no la desean y que procuran infructuosamente erradicarla de sus vidas.

Es adecuado suponer que los fenómenos de «producción» y de «re-producción» son tan similares que podríamos fusionarlos al solo efecto de proponer algunas hipótesis.

Si, como digo en otro artículo (1), las mujeres tienen menos poder económico que los varones siendo que del cuerpo de ellas depende lo más importante que tenemos que hacer los humanos que es conservar la especie (2), podemos suponer que estamos haciendo una selección adversa, estamos subvirtiendo los valores, estamos poniendo patas arriba el orden de prioridades.

En otras palabras, sería correcto que las mujeres, por pertenecer al sexo que hace casi todo el esfuerzo físico por mantener la especie, tuvieran más poder económico, mayor protagonismo en la toma de decisiones trascendentes y un lugar de privilegio en nuestras culturas.

Como podemos constatar, el sexo que más (re)produce es el que ocupa el segundo (último) lugar en el reparto de privilegios (económicos, de mando, de estatus).

Visto este estado de cosas, concluyo que en nuestra especie,

— producir (o re-producir) está decisivamente desestimulado y, por el contrario,

— aprovechar abusivamente esa (re)producción para administrarla en beneficio propio, sí está estimulado porque en los hechos es lo que ocurre: los varones tenemos más privilegios, poder económico y poder de decisión que las mujeres.

Algo parecido ocurre con los fenómenos de intermediación. En muchos mercados de países con altos índices de pobreza, vemos que el productor gana mucho menos que el empresario encargado de comprarle la producción para revenderla.

(1) El desPRECIO al trabajo corporal

(2) Blog «La única misión»


(Este es el Artículo Nº 137)

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El temor a aceptar que somos animales

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Los seres humanos no podemos asumir que somos animales por un temor similar al que alguna vez sentimos ante la iniciación sexual.

Una mayoría repudia la idea de que somos tan mamíferos como los demás.

Lo mismo ocurría cuando se suponía que los seres humanos habíamos sido creados por Dios. A Charles Darwin (1859) se le hizo muy cuesta arriba sugerir que quizá fuéramos un desenlace evolutivo a partir de los monos (1).

Seguramente habría sido mucho peor para Charles Darwin si hubiera dicho que los monos descienden de los humanos, dando a tender así que, no solamente no tenemos un origen divino sino que además somos una especie menos evolucionada que las otras, pues la posesión de un instinto que tiene «programadas» todas las acciones eficaces, parece estar mejor dotado que los modestos humanos que nacemos en una total ignorancia y vulnerabilidad.

Según nuestros propios criterios es más valioso un ser que pueda pararse a las dos horas de haber nacido y que pueda reproducirse a los 15 meses que otro (los humanos) que comenzamos a caminar a los 10 meses y que podemos reproducirnos a los 11-12 años.

En suma: La propia debilidad que nos caracteriza nos induce a imaginarnos superiores a los demás. Somos jactanciosos para compensar la pobreza vital de nuestra especie. De hecho, las conductas que tipificamos como orgullosas, arrogantes y presumidas, no son otra cosa que naturales compensaciones a una carencia no asumida y, por lo tanto, angustiante.

Que no podamos aceptar algo tan notorio como que somos mamíferos y de los más vulnerables, surge del temor a que si lo aceptáramos caeríamos en un pozo depresivo terminal.

Este temor es similar a las intensas tribulaciones que padecen los jóvenes sexualmente vírgenes, quienes terminan exclamando: «¡Ah, de haber sabido, lo habría intentado antes!»

(1) Artículo de Wikipedia sobre la «evolución biológica»

Otras menciones a «Charles Darwin»:

Pensamiento monopólico y violencia

En nuestra especie también hay padrillos

Los monos degenerados

(Este es el Artículo Nº 136)

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El desPRECIO al trabajo corporal

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La pobreza surge por el desPRECIO a las tareas físicas tomando como modelo la gestación y amamantamiento realizados por instinto.

Nuestros sentidos funcionan dentro de cierto rango de estímulos: Si son demasiado intensos o demasiado débiles, no los percibimos.

Pobres son aquellos humanos que tienen pocos recursos materiales e indigentes son aquellos que padecen una escasez que pone en riesgo la supervivencia.

Para hacerlo más fácil, asumo la simplificación de que los humanos conseguimos el dinero necesario para cubrir nuestros gastos, trabajando.

Continúo esta simplificación diciendo que en todas las culturas existen dos tipos de trabajadores: los calificados y los no calificados.

— Entiendo por calificados aquellos que se valen de sus competencias intelectuales (acumulación de conocimientos, abstracción, memoria, cálculo, creatividad, originalidad, competencia lingüística).

— Entiendo por no calificados aquellos que se valen de su fuerza física, resistencia a la fatiga, cumplimiento de rutinas, aplicación de ideas concretas (no abstractas), mínima creatividad, originalidad y capacidad de propuesta, competencia lingüística prescindible.

Puedo resumir estas simplificaciones diciendo que: los trabajadores que ganan su salario utilizando la fuerza de trabajo físico ganan menos que los trabajadores que ganan su salario utilizando sus competencias intelectuales.

No tengo ningún interés en defender a las mujeres porque ellas no necesitan quien las defienda, pero sí me parece importante señalar cómo la humanidad entera no estaría percibiendo un hecho porque la dimensión es demasiado grande (queda fuera del rango de percepción).

Como menciono en otro artículo (1), lo único verdaderamente importante para todas las especies (la nuestra incluida, por supuesto) es autoconservarse.

Las mujeres, con su desempeño corporal, gestan y luego alimentan a los nuevos ejemplares.

Como las mujeres tienen menor poder económico que los varones, concluyo que la pobreza tiene su principal modelo en cómo tratamos al sexo femenino y su imprescindible desempeño corporal.

(1) Dios es masculino y desestimulante

(Este es el Artículo Nº 135)

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El instinto de conservación colectivo

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Tanto la obediencia a Dios como los traumas infantiles suelen aprovecharse para disminuir nuestra responsabilidad.

«Comportarse como Dios manda» significa en nuestras culturas hispano-judeo-cristianas reconocer explícitamente, difundir entre quienes quieran escucharlo, que obedecemos al Todopoderoso con una obediencia irrestricta.

Tomo estas dos últimas palabras tan importantes (obediencia irrestricta) para traer a nuestro recuerdo la doctrina de la «obediencia debida», según la cual los militares están obligados a cumplir las órdenes de sus superiores.

Después de concluido un gobierno militar suele ser difícil el retorno a la democracia porque los militares ocultan sus abusos de poder alegando la mencionada doctrina de «obediencia debida».

Lo que me interesa resaltar en este artículo es que tanto los religiosos, como los militares y el público en general, aprovechamos todas las oportunidades disponibles para no asumir la responsabilidad de nuestros actos.

Es por eso que, desde cierto punto de vista, la creencia en Dios y la correspondiente actitud sumisa, subordinada, cumplidora de sus mandatos, cuenta con la ventaja de aligerar el peso de la culpa porque siempre es posible encontrar argumentos aparentemente racionales que justifiquen o al menos formulen atenuantes para los actos más condenables.

Pero no es este el eje temático del presente artículo, sino un simple prólogo para terminar concluyendo que el psicoanálisis suele ser usado para quitarse las culpas y alentar una conducta antisocial, pues el manido argumento de los traumas infantiles es aplicado indiscriminadamente cuando la ocasión lo requiere.

El psicoanálisis no cree en el libre albedrío (1), cree en el determinismo, supone que somos actuados por factores naturales pero también cree que por más entendible que sea una acción condenable de un individuo, la sociedad actúa legítimamente cuando implementa acciones represivas, disuasivas y hasta punitivas, porque el instinto de conservación de la especie (2) está jerárquicamente por encima de los derechos individuales.

(1) Blog que concentra todos mis artículos que refieren al Libre albedrío y al Determinismo

(2) Blog que concentra todos mis artículos que refieren a la Conservación de la especie

(Este es el Artículo Nº 134)

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Somos anatomía funcionando

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Aceptar el carácter exclusivamente orgánico de nuestro ser permite darle otra explicación a las inhibiciones laborales.

La indolencia, pereza o flojera persistentes, convierten al individuo en una persona dependiente, mínimamente productiva y forzosamente parásita de otros.

Leído así, parece que estoy criticando a quienes no ganan lo que consumen, sin embargo sólo los estoy describiendo aunque, personalmente, procuro no ser parasitado por ninguno de ellos.

Si parto de la premisa de que somos exclusivamente orgánicos aunque con una parte importante de nuestro cuerpo que desconocemos y a la que llamamos psiquis, puedo pensar que esta conducta no productiva y parásita es un tipo de anatomía que funciona de esa manera.

Comparo entonces la ineptitud laboral con cualquier otro desperfecto anatómico o disfunción orgánica, tales como parálisis, ceguera, psicosis.

En esta concepción de cómo es nuestro cuerpo, es posible pensar que la información, la interpretación de la realidad y las destrezas forman parte inseparable de ese cuerpo anátomo-fisiológico.

Nuestros conocimientos y nuestras preferencias, participan en la organización de nuestro desempeño, tanto como nuestra vocación, fuerza muscular o resistencia a la fatiga.

Por ejemplo:

— Quien piense que las personas son todas familiares (por ser de la misma especie), tendrá dificultades para cobrarles dinero por su trabajo;

— Quien piense que todos los que le dan tareas para hacer deben amarlo tal como es, rechazará agresivamente («en defensa propia») a quien pretenda hacerlo cumplir un horario o una orden de trabajo;

— Quien no soporte que otros piensen diferente, tampoco aceptará que tengan intereses diferentes al propio, con lo cual la natural oposición de intereses de quien paga y de quien cobra constituirá un muro infranqueable para cualquier tipo de intercambio ganancioso.

En suma: concebir que somos exclusivamente orgánicos y funcionales, permite entender que las inhibiciones son en realidad desperfectos anatómicos y/o fisiológicos.

(Este es el Artículo Nº 133)

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El cerebro tiene un cuerpo

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Los humanos podemos estudiar con objetividad cualquier fenómeno de la Naturaleza excepto a nuestra propia especie.

Estaremos de acuerdo en que nuestro cerebro realiza funciones muy sofisticadas. No sé si estaremos tan de acuerdo en que la cosa pierde claridad si nos ponemos a pensar que ese juicio lo está haciendo el mismo cerebro que se analiza a sí mismo.

En otras palabras, cualquiera de nuestras opiniones está creada, confeccionada, producida por este órgano tan preciado, el que a su vez tiene que desdoblarse cuando opina sobre él mismo.

Con ese procesador neuronal podemos observar a los demás seres vivos con relativa objetividad, pero cuando nos observamos a los humanos esa objetividad se contamina, pierde distancia óptima, se torna subjetiva.

Podemos llegar a decir que los humanos somos tan mamíferos como los demás integrantes de esta clase zoológica (monos, vacas, perros), pero tenemos dificultades para llegar a la esencia del asunto, precisamente por esa falta de objetividad mencionada más arriba.

El núcleo de este artículo está en que nosotros podemos decir que un gato es su cuerpo, el gato es su cuerpo mismo, pero en el caso nuestro no podemos, e inevitablemente terminamos diciendo que los humanos tenemos un cuerpo, pero no podemos decir que somos un cuerpo.

Las culturas occidentales tienen entre sus leyes una norma muy antigua que se denomina genéricamente hábeas corpus, por la cual ningún ciudadano puede estar más de unas pocas horas privado de libertad sin que se le expliqué por qué fue detenido (por la policía, por ejemplo).

Si me permiten una traducción libre y con mentalidad hispanoparlante, la expresión hábeas corpus, significaría algo así como «Acá tienes tus pertenencias» refiriéndose nada menos que al cuerpo.

En suma: Nuestro cerebro no percibe que somos un cuerpo sino que él tiene un cuerpo.

(Este es el Artículo Nº 132)


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El poder de la debilidad

Algunas personas razonablemente solidarias con enfermos y minusválidos pueden tener además un sentimiento de omnipotencia que aplican a logran una curación sea como sea.

Existen enfermedades asintomáticas o etapas en las que una enfermedad no se manifiesta. Los humanos buscamos solución para las etapas de una enfermedad en las que esta se manifiesta, pero las etapas «silenciosas» no estimulan acciones concretas.

Casi no existe literatura sobre la otra parte de la enfermedad, aquella en la que el enfermo encuentra beneficios, muchos de los cuales son realmente atractivos. Tan atractivos que pueden llevarlo a que la curación se presente como una amenaza.

El beneficio más insólito consiste en el aumento de poder social que nos permite tener (nos aporta, nos provee) el rol de «enfermo».

El instinto de conservación de la especie existe y nos obliga a ser solidarios, ayudar, colaborar, auxiliar, atender, acompañar, consolar. Sin perjuicio de esta compulsión de origen biológico, las leyes de todos los pueblos determinan con claridad que está prohibida la «omisión de asistencia» porque a veces ocurre que por razones coyunturales algunos ciudadanos pueden omitir esta ayuda al necesitado.

Ese instinto de conservación de la especie hace que el enfermo pueda ejercer autoridad sobre quienes lo atienden, a veces esclavizándolos, chantajeándolos emocionalmente, logrando que los seres queridos y solidarios queden sometidos a los caprichos autoritarios de quien, por padecer una conmovedora debilidad, genera en los demás un deseo irrefrenable de curarlo, aliviarlo, compensarlo.

Ese deseo irrefrenable puede agudizarse cuando el colaborador tiene sentimientos de omnipotencia. Es decir que, sin darse cuenta llega a la conclusión de que el enfermo no puede seguir sufriendo, que debe sanarse rápidamente, que no deberá tener ningún padecimientos mientras el omnipotente esté ahí para convertirlo en una persona sana, sin ningún impedimento, idéntica a como era antes de indisponerse.

(Este es el Artículo Nº 131)

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Dios es masculino y desestimulante

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EnDIOSar al sexo masculino genera una desestimulante señal para quienes producen y se arriesgan.

Puedo estar de acuerdo en que, practicando arqueología psiquiátrica, Don Quijote de la Mancha estaba un poco loco, pero ocurre que todos lo estamos de una u otra manera.

Sin ir más lejos, mi hipótesis según la cual la creencia en Dios y la religiosidad en general contienen muchas causas de la pobreza patológica, podría parecerse a una lucha quijotesca contra los molinos de viento.

Algo que les comentaré podría confundirse con alguna doctrina feminista, pero sé que nada más lejos de mi intención que hacer causa común con esas personas que gozan enterrándose cada vez más.

Desde mi punto de vista «la persona que hace, se compromete e involucra corporalmente», debería tener poder de mando.

Tampoco soy simpatizante de las ideologías de izquierda a las que califico como hipócritas, idealistas y, en muchos casos, deshonestas.

Así como me parece lo más justo que cada pueblo se autodetermine sin la injerencia de países extranjeros poderosos o iluminados, también me parece que el 90% de la humanidad depende de las mujeres y estas deberían ser las encargadas de tomar las decisiones que mejor les convengan, pues los varones tenemos una participación exigua en lo único importante que tenemos para hacer los humanos que es conservar la especie (1).

Y retomo el tema de Dios porque notoriamente es un personaje masculino al que se le atribuyen fantásticos poderes y al que mujeres y hombres le rinden honores, lo glorifican, le imaginan poderes máximos y justicia incuestionable.

EnDIOSar al varón, siendo que tiene tan poca participación en la única «misión» importante (reproducirnos), equivale a decir que las decisiones serán tomadas por quienes menos hagan, menos se involucren con su cuerpo y más prescindibles sean.

(1) Blog que concentra todos mis artículos que refieren a la Conservación de la especie.

Artículos temáticamente vinculados:

La disconformidad universal

En nuestra especie también hay padrillos

Es así (o no)

Nosotras queremos ser varones

(Este es el Artículo Nº 130)

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Las leyes naturales

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Este es un punto de vista distinto a los más populares. Puede estar equivocado, o no.

La siguiente es una síntesis de varias ideas ya expuestas en este blog.

Los seres humanos no tenemos períodos de celo pero igualmente la mujer es la convocante. Los varones andamos por ahí olfateando qué feromona (olor de las hembras en celo) puede estar atrayéndonos y si la encontramos, allá vamos corriendo.

Cuando llegamos al entorno de la hembra convocante, ella nos detecta en forma visual y olfativa para instintivamente determinar si poseemos o no la dotación genética que, en combinación con la suya, le dé hijos de los cuales pueda enorgullecerse frente a las demás mujeres.

El auditorio de toda mujer son las demás mujeres y por eso todas son lesbianas o a lo sumo bisexuales.

Tienen que serlo porque aprendemos a amar y a gozar con una mujer (mamá). Es una mujer la que nos activa el cuerpo deseante con sus manipulaciones afectuosas e higiénicas. Por eso ambos géneros deseamos a una mujer.

De hecho es el género más importante porque anatómicamente hace la mayor contribución a la conservación de la especie (única misión de cada ejemplar de cada especie).

Un solo varón puede fecundar a mil mujeres por año a razón de tres eyaculaciones diarias y le quedan 33 días para tomarse vacaciones. A los 999 varones restantes pueden mandarnos a la guerra, explotarnos salvajemente, usarnos para experimentos de laboratorio.

Sin embargo estos 999 alguna vez se rebelaron e impusieron la monogamia y demás formas de predominio.

Como en cualquier régimen de facto (el de los varones, en este caso), todo funciona tal cual exigen los mandones, pero clandestinamente sucede lo que debe suceder (infidelidades, poligamia, mujeres insatisfechas) porque las leyes naturales no pueden transgredirse por mucho tiempo.

(Este es el Artículo Nº 129)

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sábado, 3 de marzo de 2012

¿Corresponde «restituirle» los bienes a los pobres?

Según el Socialismo, corresponde que a los pobres se les «restituyan» los bienes que merecen.

No me extrañaría que la siguiente anécdota haya sido traducida a varios idiomas porque tiene un fuerte contenido moral... para quienes detentan ciertos puntos de vista.

Copio y pego de (1):

Cuentan que al cantante argentino Jorge Cafrune (1937-1978), le presentaron una condesa que —según quien los presentó—, acababa de donar unos terrenos de la familia al gobierno de Sevilla, para construir un gran parque.

Fue entonces cuando el «turco» Cafrune, preguntó: «¿donó o devolvió?».

Efectivamente, la propiedad privada instintivamente está flechada: todos tenemos un fanatismo territorial («donde estoy parado, es mío») que coexiste con una fuerte dificultad para entender que los demás también tienen un derecho igual.

Cuando nos organizamos en grandes colectivos, será relativamente fácil ponernos de acuerdo para legalizar el criterio de Robin Hood (robarle a los ricos para repartir entre los pobres).

Como corresponde a nuestra especie sólo podemos esperar que nunca sean repartidos los bienes que los repartidores consideran propios. Como regla (con excepciones) los repartidores sólo repartirán bienes ajenos.

Los únicos que podrían reaccionar airados son aquellos que padecerán alguna expropiación, pero como ya sabemos que el ser humano se niega a repartir lo propio, sabremos comprender (y descalificar) las protestas de los expropiados.

El Socialismo (que propone, junto con el Cristianismo, el reparto compulsivo de las concentraciones de riqueza) utilizan un verbo que yo calificaría de imbatible, de gran poder comunicador y bajísima agresividad explícita: me refiero a «restituir», que la Real Academia Española  define así:

1. Volver algo a quien lo tenía antes.
2. Restablecer o poner algo en el estado que antes tenía.
3. Dicho de una persona: Volver al lugar de donde había salido.

En suma: Según Cafrune, la condesa «restituyó» los terrenos.

(1) Una discreta forma de comprar amor

(Este es el Artículo Nº 127)
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Los varones de reserva

La naturaleza condiciona a la mujer para que esta tenga varones de reserva por si alguno le falla.

Quizá esta sea una forma torpe, grotesca y burda de expresarlo, pero sin embargo puede ser de alguna utilidad para aproximarnos a este interminable misterio sobre qué es el ser humano en general y cómo funciona la relación entre hombres y mujeres, en particular.

He mencionado muchas veces (1) que los mamíferos humanos funcionamos de manera similar a los demás mamíferos en lo que refiere a que es la hembra de cada especie la que genera las condiciones adecuadas para lograr la fecundación que habilite la gestación de un nuevo ejemplar y así responder al instinto de conservación de la especie.

Los machistas piensan que el varón seduce y conquista a la mujer hasta que «le hace» los hijos que él desea procrear.

Lo que sí es cierto es que ellas se comportan como para que él se crea el actor principal de todo el cortejo y planificación familiar.

Hasta donde he podido apreciar (observando no sólo a los mamíferos humanos), las mujeres emiten ondas seductoras (que en las demás hembras de otras especies tiene forma de perfume llamado «feromona») que atraen a los varones.

La mujer se «enamora» (la naturaleza la obliga a elegir a unos pocos) y actúa instintivamente para que ese varón la fecunde.

Sin embargo, ella no prescinde de los demás varones que también podrían tener la dotación genética más favorable para combinarse con la dotación genética de ella.

Por el contrario, ella mantiene amistad, algún vínculo superficial, alienta esperanzas con máxima sutileza, de tal forma que si tuviera necesidad de tener más hijos, y el fecundador anterior ya no estuviera disponible, pueda apelar a otro candidato entre sus varones de reserva.

Atención: Los participantes actúan inconscientemente.

(1) Las órdenes de las leyes naturales

(Este es el Artículo Nº 126)
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El matrimonio no contempla la naturaleza humana

La institución matrimonial conserva su escasa vigencia porque la humanidad se demora en asumir cuál es el verdadero instinto que nos gobierna.

En un intento por comprender a la mujer y al hombre de una manera coherente con lo que observamos, pero encarando el asunto de forma distinta a lo que se haya dicho hasta ahora, quiero comentarles lo siguiente:

— El varón se enamora de casi cualquier mujer que lo desee para fecundarla;

— La mujer se enamora de casi cualquier hombre que satisfaga lo que su instinto le impone. Según he propuesto en otros artículos (1), la mujer tiene el don de percibir en los varones que conoce, cuál o cuáles de ellos poseen la dotación genética necesaria para gestar hijos que mejoren la especie;

— En este contexto, «enamorarse» es la sensación subjetiva de cumplir con el mandato de la naturaleza. Por lo tanto:

a) para los varones enamorarse es satisfacer la demanda femenina; y
b) para las mujeres enamorarse es estar con el hombre que la naturaleza les «adjudicó».

Tanto en mujeres como en hombres, el impulso que sienten tiene como objetivo instintivo, profundo y por lo tanto inconsciente, la procreación. Ninguno de los dos lo sabe realmente: solo sienten un deseo tan fuerte de copular que pocas circunstancias son capaces de evitarlo.

Las consecuencias de este descontrol que nos provoca la naturaleza han sido moderadas por los métodos anticonceptivos. Sin embargo, el acto sexual sigue siendo un impulso incontrolable.

No está en la naturaleza femenina tener deseos sexuales cuando su organismo no está dispuesto para gestar, algo que ocurre pocas veces en su vida. Sin embargo el varón siempre tiene deseos de copular a quien lo convoque porque su instinto sólo desea eyacular dentro de un cuerpo femenino, sin importar a quién pertenezca.

Por todo esto, tantos matrimonios fracasan.

Otras menciones de los conceptos «monogamia»:

La prostitución monogámica

La exagerada ambición sexual 

Mal de muchos, tranquilidad de equivocados

(Este es el Artículo Nº 125)
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La prostitución monogámica

La monogamia es fuente de múltiples frustraciones que se alivian ignorando (disimulando, negando) que estas existen.

Los varones y las mujeres somos muy diferentes (1).

El vínculo más fuerte que nos une surge de la compulsión instintiva a conservar la especie, que se manifiesta en forma de un deseo sexual recíproco en un contexto de «aislamiento reproductivo» (2).

Muchas veces imaginamos estar en una isla desierta con nuestro objeto sexual porque efectivamente sólo podemos reproducirnos con otro ser humano.

Esta fantasía de «isla desierta» también es evocadora de la monogamia.

Los humanos (y otras especies) somos territoriales y pretendemos sentirnos dueños exclusivos de bienes y personas, a los que amamos porque los sentimos necesarios para vivir.

En suma 1: hombres y mujeres somos muy diferentes pero ambos tendemos a apropiarnos de nuestro objeto de amor (del cónyuge en relación monógama).

Lo que nos diferencia complica la reciprocidad en la monogamia.

Las mujeres desean ser madres siempre y cuando existan las condiciones materiales que les aseguren disponer de todo lo que necesitan para sí mismas y para su prole. Cuando esto ocurre, ellas se sienten amadas por quienes las proveen y desean ser madres.

El deseo sexual femenino apunta a gestar hijos y es comparable al período de celo de las demás hembras mamíferas.

El deseo sexual masculino apunta a copular con todas las mujeres que lo convoquen.

Nuestras culturas imponen una solución precaria para estas diferentes apetencias sexuales (instintivas).

La monogamia matrimonial implica que los hombres estén moralmente obligados a copular sólo con una mujer y obliga a ella a tener relaciones sexuales inclusive cuando no está en período de «celo» (deseo inconsciente de fecundar).

Ellas «tienen que desear a su cónyuge» y ellos tienen que imaginar que su cónyuge representa a otras mujeres, como haría con una prostituta.


(1) Los monos degenerados

Una hipótesis de lo peor

Los orgasmos inútiles

(2) El enrolamiento en el plan reproductivo

Matrimonio igualitario

(Este es el Artículo Nº 124)
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Adelgazamiento corporal y económico

Quienes combaten las reservas corporales (obesidad) suelen combatir también las reservas económicas.

En otros artículos (1) comentaba que los organismos están preparados para acumular reservas alimentarias para el caso de que el ecosistema (hábitat, bosque, mercado) al que pertenecen interrumpa transitoriamente el suministro de alimentos (recesión, sequía, inundaciones).

Por lo tanto la obesidad, gordura, tejido adiposo, grasa corporal, son depósitos, ahorros, reservas que nos protegen (salvaguardan) de las potenciales escaseces que puedan alterar nuestra existencia.

El acaparamiento (sobre stock, acopio, acumulación) de alimentos que ocurre en las poblaciones cuando esa escasez es previsible (feriados prolongados, guerra, inviernos rigurosos) es similar al engrosamiento corporal provocado por la reservas en tejido adiposo (obesidad).

Corresponde comentar algo que ocurre con la acumulación de reservas.

El guardado en almacenes, despensas, sótanos, refrigeradores, genera gastos de mantenimiento, por ejemplo para evitar alimañas, robos, humedad, costo del espacio ocupado (alquiler), electricidad.

El guardado en tejido adiposo también genera gastos de mantenimiento porque la grasa acumulada es un tejido humano como el muscular, óseo o nervioso. Por lo tanto la persona que tiene más tejido (masa corporal) tiene que alimentarse para atender las necesidades vitales de todas y cada una de las células de ese cuerpo aumentado con reservas alimentarias.

Los gastos necesarios para el mantenimiento de las reservas externas en almacenes se parecen a una mayor alimentación que necesitan las personas con más cuerpo, más tejido adiposo, más ahorro orgánico.

Los millones de años de evolución que tiene nuestra especie garantizan que siempre hagamos lo correcto. Nuestro cuerpo no se equivoca, siempre y cuando no se vea alterado neuróticamente por alguna moda de cuerpo delgado, de despilfarro voluntario de alimentos sabiamente acumulados por la naturaleza.

La coherencia que todos tenemos hace que una administración neurótica del volumen corporal esté acompañada de una administración neurótica de la economía.

(1) Somos propensos al ahorro ilimitado

Nuestro cuerpo es un banquito o banquete


Otras menciones del concepto «obesidad»:

El embarazo no reproductivo

Diálogo de gordos

Un cuerpo holgado

(Este es el Artículo Nº 124)
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Las leyes naturales y las fantasías

Los humanos no podemos transgredir las leyes naturales pero nuestro cerebro segrega fantasías casi delirantes de autodeterminación.

¿Por qué un hombre y una mujer se atraen físicamente?

En varios artículos (1) he propuesto la hipótesis según la cual, en nuestra especie como en otros mamíferos, la hembra es la que desencadena el fenómeno, aunque los humanos tenemos un período de celo que va desde la primera menstruación hasta la menopausia, con algunas breves interrupciones que duran unos pocos días después de cada parición.

La naturaleza determina que las mujeres no sepan porqué se sienten atraídas por ese hombre que vieron fugazmente (amor a primera vista) o con el que hace años que se miran sin verse porque viven en domicilios cercanos.

Cuando ella siente ese repentino interés, seguramente procurará llamarle la atención mediante miradas, aproximaciones, vestimenta, perfume y otras técnicas que en su conjunto suelen ser infalibles.

El varón elegido por la naturaleza para que fecunde a esa mujer, verá alterada su existencia. Se sentirá «raro», placenteramente incómodo, sabiendo que tiene que hacer algo pero sin saber qué es.

La creencia en el libre albedrío hace que la mujer piense que ese hombre, que la naturaleza le asignó, es maravilloso y que con él todo sería mejor en su vida. Comunicará este sentimiento a otras mujeres quienes opinarán sobre el candidato, comentando los aspectos a favor y en contra que ven en él, ... como si la decisión de tomarlo o dejarlo existiera.

En esta doble vida,

— la instintiva, que determinó que «esa mujer» deberá gestar un hijo con «ese hombre»; y

— la cultural, que adorna el fenómeno reproductivo biológico con fantasías casi delirantes,

cada uno cumplirá con su obligación.

Sólo en el caso de que la naturaleza necesite conservarlos juntos, se mantendrán unidos hasta que la muerte los separe.

(1) «A éste lo quiero para mí»

«Soy celosa con quien estoy en celo»

«La suerte de la fea...»

(Este es el Artículo Nº 123)
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La pornografía desestimulante

La pornografía que escandaliza a los adultos mayores en realidad desmotiva el deseo sexual de los jóvenes enlenteciéndose así la explosión demográfica.

Alguna vez anterior me he referido a las represas hidroeléctricas (1) para ejemplificar qué ocurre con nuestra psiquis influida por las prohibiciones.

Impedirle a un torrente de agua que circule libremente produce una acumulación, un estancamiento y una presión que puede ser utilizada para mover las máquinas generadoras de electricidad.

Copiando el diseño del párrafo anterior puedo decir:

Prohibir que los deseos y necesidades (torrente de agua) se expresen libremente, produce un estado de insatisfacción (acumulación, estancamiento, presión) que puede ser utilizada para aumentar la energía en ciertas acciones (mover las máquinas) políticamente interesantes (generadoras de electricidad).

Por ejemplo, la prohibición del incesto es muy penosa para los niños pero la frustración sexual que les genera los obliga a buscar con quien reproducirse fuera de la familia en la que nacieron y así formar otras familias.

En otros artículos mencioné qué le está ocurriendo a nuestra especie a partir de que ya cuenta con siete mil millones de ejemplares (2).

Es posible pensar que somos muchos para el tamaño limitado que tiene el planeta pero también podemos pensar que somos la cantidad suficiente como para que la especie no corra peligro de extinción.

El eje temático de este artículo es señalar cómo algunos cambios que ocurren en nuestras culturas parecen desestimular la expansión demográfica que tuvimos hasta mediados del siglo veinte, cuando aparecieron las píldoras anticonceptivas y el feminismo masculinizó socialmente a las mujeres para gestar (con el pretexto de «ganar» derechos masculinos).

En este texto les comento que el avance de la pornografía también es desestimulante de la reproducción en tanto constituye una pérdida de represión. La pornografía prohibida enardece el deseo sexual pero liberada lo desmotiva.

(1) Traicionar el deseo merece un castigo

El delincuente propio

(2) Se enlentece el crecimiento demográfico

(Este es el Artículo Nº 122)
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La jubilación del útero

El rol natural de la mujer es conservar la especie. Si la población mundial ya es la suficiente, ellas necesitan conquistar roles que eran masculinos.

¿Qué le ocurre a un trabajador cuando se jubila?

Aunque la palabra «jubilación» deriva del vocablo «júbilo» (alegría, gozo, satisfacción), la situación real tiene muy poco de estos sentimientos placenteros.

La persona jubilada necesita enfrentarse a la elaboración de un duelo, similar (aunque no idéntico) a la pérdida de un ser querido o a la pérdida de alguna función orgánica (caminar, ver, oír).

Es muy frecuente que el jubilado se sienta especialmente molesto porque lingüísticamente su rol afirma todo lo contrario. Entonces, no sólo se siente mal por haber «perdido» su ocupación remunerada sino que además se siente triste cuando los demás esperan que esté muy feliz.

Ahora cambio la dirección de estas ideas para comentarles qué le ocurre a un «útero jubilado».

Las mujeres son felices cuando pueden desempeñar su rol principal para el que son «monopólicamente» aptas: gestar nuevos ejemplares.

Si fuera cierto que la cantidad de ejemplares de nuestra especie ya es la suficiente, entonces aquella imprescindible «tarea» de procrear estaría viéndose limitada.

Cuando los humanos moríamos en cantidades por guerras y pestes, ellas eran esenciales, pero la longevidad actual les resta protagonismo. Sus mentes, diseñadas para detentar el rol más valioso de la especie, deben enfrentar un duelo, como el del jubilado que «se queda sin trabajo remunerado».

Es por ese «útero jubilado» que todo el mercado de trabajo transita un período de confusión, transformación, cambio.

Los varones, que nos sentíamos protagonistas como proveedores de la mujer y sus (nuestros) hijos, ahora ya no somos tan necesarios y hasta compiten con nosotros.

En suma: La «jubilación del útero» provoca la angustiante jubilación anticipada del protagonismo de los varones.

(Este es el Artículo Nº 121)

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Se enlentece el crecimiento demográfico

Algunas conductas actuales contribuyen a enlentecer el crecimiento demográfico.

En otras oportunidades he publicado algunos artículos sobre el fenómeno de la superpoblación en nuestra especie.

Es un tema interesante, no por lo que podamos hacer al respecto (porque es la naturaleza la única que «hace y deshace»), sino para poder entender algunas particularidades de nuestra época, que hasta donde puedo ver, podrían ser reacciones automáticas de la biósfera que se disparan cuando los humanos somos muchos teniendo en cuenta el tamaño fijo que tiene el planeta.

Uno de esos artículos (1) proponía la hipótesis de que los movimientos feministas procuran en última instancia que las mujeres tengan especialmente dificultada su capacidad de gestación.

Esta ideología procura que la mujer tenga los mismos derechos que el hombre, para lo cual tendrá derecho a trabajar, a pelear en los ejércitos, a trabajar en tareas pesadas.

El feminismo procura (indirectamente) que las mujeres, para disfrutar de sus nuevos derechos, ahora no tengan más remedio que embarazarse menos veces que en las generaciones anteriores.

Otro de esos artículos (2) refiere al deseo que manifiestan grandes colectivos por apartarse del estrés, por buscar una vida espiritual llena de calma, meditación, yoga, espiritualidad.

El estado beatífico que procuran millones de personas implica el desapasionamiento, tomar distancia con la pasión sexual, desvincularse de los deseos genitales por considerarlos excesivamente perturbadores.

Esta vocación casi religiosa, casi mística, amante de la paz, los ubica en las antípodas de los actos reproductivos y los acerca a la frigidez.

Para escándalo de estos místicos puritanos, los jóvenes se fotografían desnudos y se envían por mensaje de texto las imágenes a las redes sociales.

El sexting, es decir sexo por mensajes de texto, los desmotiva para tener sexo real y reproductivo. El deseo sexual se agota en la pornografía y no se reproducen.

(1) Más producción y menos reproducción

(2) La admirada frigidez de los sabios

(Este es el Artículo Nº 120)

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No se consuela quien no quiere

Las mujeres tienen más coraje que los varones porque sus genitales están dentro del cuerpo.

Observen qué asunto irritante.

El verbo «presidir», como cualquier otro, tiene una forma verbal, el participio pasivo que es «presidiendo» y otra, el participio activo, que es «presidente».

Por regla general los participios no tienen género, por lo tanto no existe el vocablo «presidenta».

Esto es así, no cabe ninguna duda, es una verdad indiscutible.

Pues bien, como la verdad no existe, vemos que la Real Academia ha incorporado el vocablo «presidenta», fundamentalmente porque a los usuarios nos gusta, nos queda cómodo, preferimos que exista ese vocablo y nos importa muy poco que la norma gramatical diga otra cosa.

Aclarado este asunto tan importante para la vida de cada uno, pasemos a otro asunto más importante aún: La Argentina tiene una presidenta, reelecta por una aplastante mayoría de votantes.

Esta mujer, cuyo carisma y capacidad oratoria no pueden estar en discusión, parece que en este segundo período de gobierno está tratando de poner «la casa en orden».

«La casa», para ella, no es su país sino la especie.

Toma decisiones políticas que afectan adentro y afuera de su país, con un grado de temeridad pocas veces visto en varones.

No puedo evaluar si está haciendo las cosas bien o mal, porque como yo soy varón, mi juicio podría estar alterado por la envidia de su coraje.

Sin embargo ocurre algo que para el psicoanálisis justifica a los varones que tenemos menos capacidad ejecutiva que las mujeres, sean o no famosas.

El psicoanálisis explica que los varones audaces son menos audaces que las mujeres audaces, porque tienen los genitales en la parte exterior del cuerpo, mientras que ellas los tienen más protegidos. Esto explica por qué tienen más coraje.

(No se consuela quien no quiere).

(Este es el Artículo Nº 119)
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Sumisos ignorantes en temas de salud

Si la medicina funciona mejor con pacientes ignorantes y desinformados, trataremos que el sistema educativo logre eso.

La interacción entre los componentes del universo es armónica. La tendencia al equilibrio termina dándole un orden inclusive al caos.

A partir de esta definición, podemos ir achicando la muestra observada como para terminar diciendo que la especie humana es alcanzada por esa tendencia al equilibrio y que hasta en situaciones de guerra podemos encontrar armonía, es decir, una cierta lógica de su funcionamiento.

Disminuimos un poco más el objeto de observación y también podemos decir que las razas tienen un cierto orden interno, las naciones, los gremios, las universidades, las familias y los matrimonios.

En suma: la interacción a todo nivel tiene una permanente tendencia a recuperar un equilibrio que sistemáticamente tiende a alterarse. Como si se tratara de los movimientos de un péndulo, el universo en general y las pequeñas agrupaciones en particular, pasan de la inestabilidad a la estabilidad en forma permanente.

Si aceptamos esta descripción del universo y sus componentes, podemos pensar que los factores que influyen en los acontecimientos particulares pueden estar alejados entre sí.

Ahora les comento a qué se debe esta introducción.

Es una preocupación constante de nuestra especie lograr la mejor educación de las nuevas generaciones. Todas las comunidades, actuales y antiguas, han tratado de encontrar la mejor forma para que los niños y jóvenes aprendan lo necesario como para formar sus propias familias, para trabajar, para conservar la cultura, la integridad del colectivo, ... y finalmente educar a los futuras generaciones.

Sin embargo, en ese sistema de interacciones, nos encontramos con que la medicina funciona mejor cuando los ciudadanos idealizan la sabiduría de los «sanadores» y esto sólo se logra con un Sistema Educativo que forme sumisos ignorantes en los temas de salud.

(Este es el Artículo Nº 118)

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La mentira como función cerebral

Condenamos la mentira porque no aceptamos la necesidad de mentirnos para apaciguar la angustia existencial (miedo, ansiedad, tristeza).

Como lo único importante es la vida, de los individuos y de la especie, tenemos que reconocer que en un segundo lugar aparecen dos cosas importantes:

A) La conservación de la especie sólo se alcanza mediante la función sexual, y

B) La muerte es un evento muy perturbador porque no solo aumenta la «visibilidad» de la «vida» (por contraste, gestalt, «blanco sobre negro»), sino que cumple la función renovadora de las especies (animales y vegetales).

Como lo único importante es la sexualidad y la muerte, nuestra cultura se dedicó a mentir sobre ellas.

Una de las mentiras es que la sexualidad es maligna, que sólo debe practicarse bajo ciertas condiciones gobernadas por el ser humano en vez de que fluya libremente como cualquier otra función vital: comer, respirar, dormir.

Otra de las mentiras es que la muerte, no solo es transitoria porque contamos con un renacer (inmortalidad del alma, reencarnación), sino que además es posible evitarla incurriendo en desnaturalizados procedimientos médicos (controles, dietas, ejercicios).

Es posible suponer que las funciones cerebrales destinadas a los temas realmente importantes (sexualidad y muerte), colapsan, no dan a basto, se saturan y bloquean. Esta falta de capacidad, esta discapacidad, esta debilidad mental nos obliga a mentirnos.

Con una mínima autocrítica alcanza para que deploremos esta escasez de recursos mentales que justifican el autoengaño.

La vergüenza que sentimos por ser tan tontos como para complicarnos la vida con algo tan natural como son la sexualidad y la muerte definitiva e inevitable, nos impulsa a seguir mintiendo, pues la situación evoluciona en forma de círculo vicioso: tenemos que condenar la mentira porque tampoco aceptamos que necesitamos el autoengaño para poder apaciguar la angustia existencial (miedo, ansiedad, tristeza).

Blog temáticamente asociado:

Vivir duele

Otras menciones del concepto «mentira»:

Detector de mentiras

La apreciable realidad psíquica

Revaloricemos la mentira

(Este es el Artículo Nº 117)

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