La institución matrimonial conserva su escasa vigencia porque la humanidad se demora en asumir cuál es el verdadero instinto que nos gobierna.
En un intento por comprender a la mujer y al hombre de una manera coherente con lo que observamos, pero encarando el asunto de forma distinta a lo que se haya dicho hasta ahora, quiero comentarles lo siguiente:
— El varón se enamora de casi cualquier mujer que lo desee para fecundarla;
— La mujer se enamora de casi cualquier hombre que satisfaga lo que su instinto le impone. Según he propuesto en otros artículos (1), la mujer tiene el don de percibir en los varones que conoce, cuál o cuáles de ellos poseen la dotación genética necesaria para gestar hijos que mejoren la especie;
— En este contexto, «enamorarse» es la sensación subjetiva de cumplir con el mandato de la naturaleza. Por lo tanto:
a) para los varones enamorarse es satisfacer la demanda femenina; y
b) para las mujeres enamorarse es estar con el hombre que la naturaleza les «adjudicó».
Tanto en mujeres como en hombres, el impulso que sienten tiene como objetivo instintivo, profundo y por lo tanto inconsciente, la procreación. Ninguno de los dos lo sabe realmente: solo sienten un deseo tan fuerte de copular que pocas circunstancias son capaces de evitarlo.
Las consecuencias de este descontrol que nos provoca la naturaleza han sido moderadas por los métodos anticonceptivos. Sin embargo, el acto sexual sigue siendo un impulso incontrolable.
No está en la naturaleza femenina tener deseos sexuales cuando su organismo no está dispuesto para gestar, algo que ocurre pocas veces en su vida. Sin embargo el varón siempre tiene deseos de copular a quien lo convoque porque su instinto sólo desea eyacular dentro de un cuerpo femenino, sin importar a quién pertenezca.
Por todo esto, tantos matrimonios fracasan.
Otras menciones de los conceptos «monogamia»:
La prostitución monogámica
La exagerada ambición sexual
Mal de muchos, tranquilidad de equivocados
(Este es el Artículo Nº 125)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario