lunes, 10 de noviembre de 2014

Significante Nº 2.003b




El orgasmo es la retribución que nos paga la Naturaleza por conservarle la especie.

Los padres biológicos



Este relato refiere a nuestras preocupaciones sobre el origen de nuestra existencia individual y sobre la angustia que suelen provocarnos los deseos sexuales de la adolescencia.

Cuando cumplí nueve años mis padres se separaron. No hubo gritos, ni golpes, ni vidrios rotos, como en la casa de mi novia. ¡Ella sí que pasó mal con el divorcio de sus padres!, aunque es bueno reconocer que de a poco volvió la normalidad a su vida. Siempre me dice que es mejor que los padres se separen antes de verlos, y sobre todo, oírlos exhibiendo lo peor de la especie.

Aunque mis padres eran y son buenos conmigo, no fue mucho lo que extrañé con la separación. Debo decir que prefiero a mi mamá aunque no tengo nada que reprocharle a mi padre. Son dos buenas personas, aunque mamá es increíblemente seductora. Con todos, no solo conmigo.

Con sus 42 años, logra que los hombres se den vuelta para mirarla, que devoren con los ojos los senos vibrátiles, ni-grandes-ni-chicos. La cara es preciosa, divertida. Parece hablar con la mirada, parece acariciar con la sonrisa, parece desfilar cuando camina.

Aunque prefiero vivir con ella a vivir con mi padre, a veces tengo que escaparme al apartamento de mi novia porque hay cosas que me cuestan soportar.

Cuando se divorció consiguió un trabajo en el Instituto Nacional de Ópera, ubicado en un edificio suntuoso. Ocupa, ella sola, una oficina principesca, llena de obras de arte, de alfombras carísimas. La mesa escritorio es enorme y el sillón la convierte en una reina.

Sin embargo, desde hace unos meses comenzaron a llegar a nuestro apartamento algunos señores de voces llamativas, sonoras, graves, suaves, y con dicción impecable. Por algún defecto en la construcción del edificio, los sonidos del dormitorio de mi mamá son discretamente audibles desde el mío.

Sentí una oleada de calor en la cara cuando oí el primer sonido de goce animal proferido por un barítono. A mamá no se la oía pero fue entonces que huí abochornado al apartamento de mi novia.

Cuando algo similar volvió a ocurrir, busqué la oportunidad para establecer una rutina:

— Mamá, cuando pienses venir con alguno de tus amigos, comentámelo así combinamos algo con mi novia y no caigo en su casa sin avisar—. Estuvo de acuerdo aunque quiso saber la causa. Alegué un motivo tan trivial y falso que ya lo olvidé.

En nuestras conversaciones mencionaba mucho a un tenor y llegué a pensar que era su favorito. Me caía bien ese hombre, quizá porque se parecía un poco a mi padre y otro poco a mí.

Todo anduvo bien hasta que el acuerdo con mi madre fracasó por un olvido de ella.

Se ve que el tenor entró al apartamento sin que yo lo sintiera. Ellos no se dieron cuenta que yo estaba en mi dormitorio, y cuando salí de él para ir al baño, vi que el hombre, arrodillado, le practicaba una fellatio a la que, hasta ese momento, creí que era mi madre.

Ellos no se enteraron que los vi. Entré nuevamente a mi dormitorio y lloré. Desde aquella increíble revelación no paro de preguntarme. No paro de preguntarme una y otra vez. No paro de preguntarme: ¿quiénes son en realidad mis padres biológicos?

(Este es el Artículo Nº 2.242)

Uruguay - Plebiscito 2014 - Votar es inútil




La delincuencia es parte de la especie humana, no se puede erradicar, pero eso sí, necesitamos creer que hacemos todo lo posible por erradicarla.

sábado, 4 de octubre de 2014

Significante Nº 1.964a




El amor es pasional solo cuando la especie está en peligro de extinción.

jueves, 3 de julio de 2014

Sueños perfumados



 
«Los hijos son una lotería», repetía Lucía, a quien quisiera escucharla y también sola, cuando se enfrentaba a los inquietantes cambios de humor de su única hija, Mariana.

Esta niña cantaba, encerrada en su dormitorio,  al compás  de sus manos femeninas, grasientas y con uñas sucias.

La irritabilidad de los padres y de los vecinos la obligó a forrar las paredes, techo y piso con cuadernos, a modo de aislante acústico. Lo embadurnó todo con explosivo desatino.

Mariana amaba su propia voz. Alcanzaba tonos tan graves y lúgubres como ninguna mujer podría lograrlos, pero los perdía cuando era obligada a bañarse.

Según explicó un tío que sabía de todo, al tensarse por el enojo, las cuerdas vocales abandonaban el timbre grave para transformarse en un agudo violín que exasperaba a la muchacha convirtiéndola en una enajenada.

«Los hijos son una lotería», repetía Lucía, aunque convencida de que todos tenemos algo de nuestros ancestros, aunque segura de que todo se hereda de alguien, aunque se lo ubique en una remota generación; pero esa voz masculina en una niña, que por lo demás era tan femenina, no tenía antecedentes ni en las familias de sus padres ni en la gran familia de la especie humana.

La esposa del tío sabelotodo le dijo a Lucía que el caso merecía ser analizado por algún experto en canto. Los que fueron consultados prometieron escuchar a Mariana, pero finalmente nunca hicieron alguna de las visitas anunciadas.

Cuando Mariana tenía 16 años salió del dormitorio y, para sorpresa de los padres, pidió champú, jabón, toalla, ropa limpia.

¿Qué estaba pasando? ¿Mariana quería bañarse? Parece que sí.

Con energía frenética, la muchacha puso en orden su caótico dormitorio y se bañó. Recibió un mensaje en el celular, corrió a abrir la puerta e hizo entrar a un muchacho pelirrojo, alto como ella, con un bajo eléctrico sin funda. Encorvado, con los ojos ocultos tras la ensortijada cabellera.

Al pasar junto a los padres dejó saber que él tampoco usaba antisudoral.

Se encerraron en el dormitorio de Mariana y comenzaron a discutir con fiereza. La voz más aguda de él la regañaba por el olor a champú. Los padres se miraban. Los muchachos bajaron la gritería y comenzó la voz cavernosa de Mariana, al compás de sus palmas y algunas notas del bajo.

Los padres seguían mirándose. La somnolencia se hizo presente en forma incontrolable. Los párpados pesaban. Tomados de la mano para sostenerse mutuamente se sentaron en un sofá que los acompañaba desde que eran novios.

Continuaron monótonas, la voz, las palmas, las notas graves. Continuaron monótonas, la voz...

Los adultos se durmieron sentados: hombros que caían, manos que colgaban, mentones que se hundían.

Bum, bum, bum, dong, dong, dong, pao, pao, pao, clap-clap, clap-clap, clap-clap, el proceso onírico de los durmientes se desplegaba en recuerdos, fiestas, sentimientos, risas, caricias, bum, bum, bum... Deliciosas fragancias, primorosos inciensos, lavanda, rosas, violetas, jazmines, té, cedro, canela. Bum, bum, bum, dong...

Lo grave y lúgubre es que la fetidez humana sueñe con perfumes ideales.

(Este es el Artículo Nº 2.227)