lunes, 7 de abril de 2014

Los supermercados y el reino de Dios


Según algunas recomendaciones de Jesús, expresadas hace 21 siglos, los supermercados son una réplica humana del reino de Dios. En ellos encontramos alimento y vestimenta.

Los humanos somos animalitos omnívoros, es decir que, al igual que los cerdos y los mandriles, nos alimentamos con sustancias orgánicas de origen animal y vegetal.

Los animales silvestres, aquellos que viven sueltos, sin un amo que los vigile, los cuide y los utilice, resuelven su alimentación deambulando por los lugares en los que pueden encontrar alimento: praderas, bosques, ríos.

Los humanos disfrutaríamos siendo recolectores y cazadores como los animales silvestres, quizá porque así fueron nuestros primitivos ejemplares de la especie o porque actualmente preferiríamos no tener un amo que nos vigile, nos cuide y nos utilice.

Los proveedores con autoservicio atraen a sus clientes ofreciéndonos una réplica de aquellos orígenes. En su local podemos tomar lo que ahí encontramos, como quizá ocurrió con los primeros seres humanos.

Es probable, entonces, que aquellos que preferimos aprovisionarnos en un supermercado nos sentimos estimulados por un deseo ancestral que se remonta miles de años.

Los sistemas de autoservicio también parecen aptos para fantasear con aquella propuesta de Jesús, que les transcribo copiando del Evangelio de Mateo:

“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: No trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”.

En suma: Según estas recomendaciones de Jesús, expresadas hace 21 siglos, los supermercados son una réplica humana del reino de Dios. En ella encontramos alimento y vestimenta.

La necesidad de pagar antes de salir del reino de Dios es un requisito impuesto por nuestro Padre celestial hace unos pocos siglos.

(Este es el Artículo Nº 2.170)


Las desigualdades socioeconómicas


Los humanos nos comparamos por nuestra disponibilidad de dinero, por razones básicamente arbitrarias. Lo que sí necesitamos es vincularnos, tanto sea mediante el amor o mediante el odio. Lo que necesitamos de manera imprescindibles es sentir que formamos parte de un colectivo (familia, sociedad, gremio).

Una cosa es que existan personas ubicadas por debajo de la línea de pobreza, en la indigencia, y que no puedan tener una vida digna y otra es que hagamos un verdadero escándalo con esa situación.

Todos somos diferentes y, a grandes rasgos, conformamos grupos enormes, que nos diferenciamos: millones de enfermos piensan en los millones de sanos, millones de feos piensan en los millones de lindos, millones de familias con muchos hijos piensan en los millones de familias que no pueden tener hijos, millones de pobres piensan en millones de personas que no saben qué es tener escasez de dinero.

En este último punto vivimos una situación escandalosa. Las otras diferencias son tanto o más dramáticas que la cantidad de dinero disponible, pero es en este aspecto que la situación se presenta de manera más espectacular.

El comentario que les hago en el video refiere a que nuestra forma de vincularnos es por medio de los sentimientos que nos inspiramos mutuamente.

Tanto el amor como el odio son sentimientos que forman vínculos, ya sea de atracción o de repulsión, pero gracias a ellos tenemos en cuenta al otro.

En grandes líneas, es posible decir que amamos a quienes se parecen a nosotros y que odiamos a quienes no se parecen a nosotros. En el fondo tenemos un asunto de tolerancia o intolerancia al diferente... al diferente a cada uno de quienes amamos u odiamos.

La cantidad de dinero disponible es un indicador que nos diferencia, pero lo hemos elegido con bastante arbitrariedad. No se nos ocurre enojarnos con quienes tienen mejor salud, más belleza, más hijos.

En suma: en este artículo les propongo pensar que el dramatismo con el que vivimos las diferencias socioeconómicas que nos enfrentan y tanto nos angustian, quizá sea antojadizo, eventualmente absurdo y despótico. Lo que en el fondo necesitamos es diferenciarnos para estimular algún sentimiento, de unión o de rechazo, con el cual sentirnos vinculados como integrantes de la misma especie, porque somos esencialmente gregarios, sociales, no podemos vivir solos, necesitamos amigos y enemigos, para sentir que estamos vivos.

(Este es el Artículo Nº 2.167)


Sentimientos en el supermercado


Hay quienes afirman que en los supermercados se compra más barato. Lo que en realidad les ocurre es que si divierten con por lo menos tres diferentes estímulos expuestos en este artículo.

Los humanos curiosos tenemos asegurado el entretenimiento hasta que muramos. Los humanos poco curiosos quizá tiendan a aburrirse.

Una de las mayores incógnitas refiere al deseo y este es tan difícil de comprender precisamente porque nuestra actividad indagatoria está motorizada por él. Nos pasa lo mismo que le pasaría a un motor que intente saber sobre motores.

Este video y artículo refieren a cómo los supermercados y las grandes tiendas de autoservicio han encontrado, por puro ensayo y error, una estimulante forma de comercialización, que ha logrado que los humanos compremos en un solo lugar hasta lo que no necesitamos.

Es estimulante la sensación de abundancia que nos exhibe. Quizá algo así fue el paraíso bíblico. Como esta es una obra literaria, redactada por algún novelista muy adelantado para su época, ahora le copiamos la idea y ofrecemos un lugar ideal, con temperatura constante y perfecta, donde se pierde la noción del tiempo, con música alegre, con el permiso para tocarlo todo, mirarlo, olerlo, leerlo, como un anticipo de lo que, seguramente, será el acto de apoderamiento definitivo, es decir, el acto de comprar.

También es estimulante la sensación de poder que sentimos, con todos esos bienes que parecen pertenecernos. Quizá un señor feudal, al recorrer las tierras de su dominio, se sentía como nosotros ahora en un supermercado. Quizá el supermercado es, para cada cliente, la despensa del castillo, a la que podemos bajar para tomar lo que el apetito, la curiosidad, la fantasía, los caprichos, demanden.

No hace mucho tiempo (cursa el año 2014), se vieron por televisión cómo en algunas ciudades de nuestro continente americano, se producían saqueos a supermercados. Las escenas eran increíbles: gente común, corriendo por la calle abrazada a un televisor, a electrodomésticos pequeños, a botellas. El afán depredatorio, característico de nuestra especie, liberado coyunturalmente, daba lugar a que esas personas, comunes como nosotros, cayeran en un frenesí de apoderamiento, afiebrado, insólito. Estos hechos nos permiten suponer que todos los días, todos los clientes tenemos la tentación de robar algunos de los objetos que parecen extraviados en una abundancia obscena.

Así jugamos a que somos millonarios, o reyes, o señores feudales, o ladrones, arrebatadores, asaltantes, saqueadores, piratas. Al final de cada partida, pasamos juiciosamente por la caja para dejar ahí el verdadero valor de la mercadería, más el costo que nos cobran por haberles usado el supermercado como parque de diversiones.

(Este es el Artículo Nº 2.180)


La inclinación del cuerpo


La ventaja de observar detenidamente la conducta de los demás consiste en darnos cuenta que no son tan malos como solemos creer, que siempre hacen lo mejor que pueden y que, en todo caso, tenemos dificultades para entenderlos.

Existen personas que afirman adivinar el pensamiento, sin embargo quizá no adivinen nada sino que sean un poco más observadoras que la mayoría.

En el video les comento cómo existen gestos, posturas y formas de hablar que comunican mucho más de lo que solemos captar.

Somos verdaderos discursos: se expresan nuestros gestos, la postura, el tono de voz, el encadenamiento de las palabras, la fonético de las palabras, los silencios, los movimientos de las manos, el parpadeo, lo que hacen nuestros pies cuando no caminan.

Existen muchas historias limítrofes con lo mágico, en las que se cuentan sobre la capacidad de observación y el poder deductivo de algunas personas.

Cuando Freud inventó el psicoanálisis, hacían furor las aventuras del detective Sherlock Holmes. No me extrañaría que este investigador de ficción, con su mente sagaz, inquisidora, perspicaz, bastante desconfiada de las obviedades, haya impregnado las neuronas inquietas del primer psicoanalista.

En el video les sugiero que no intenten modificar los gestos espontáneos guiados por el afán de obtener mejores resultados sociales. No me canso de repetir que la consigna voluntarista “Querer es poder”, es una verdadera trampa para ingenuos o tontos.

Existe un público ávido de recetas que les permitan manipular a los demás. Es el vicio de conseguir poder, sea como sea. El poder es magnético, apasionante, dulce, hipnótico, pero casi irreal. El 99% de quienes nos fascinan con el poder que tienen son personajes de ficción o personajes reales que maquillan sus biografías para aparentar lo que en realidad no tienen (el poder).

Dejando de lado ese afán de gobernar a los demás, es divertido entender y entenderse; simplemente comprender. Si esto ocurre, si logramos darnos cuenta por qué todas las personas hacen lo mejor que pueden, aunque la mayoría de las veces no logremos comprenderlos, ahí encontraremos nuestro beneficio: tener una mejor opinión de los demás ejemplares de la especie.

(Este es el Artículo Nº 2.178)


Desigualdad reproductiva


Para que sigamos gestando nuevas generaciones, la mujer debe sentirse menoscabada por el varón, para que intente vencerlo eróticamente, en cuyo caso, muy probablemente, se producirá la fecundación necesaria.

«El Día Internacional de la Mujer Trabajadora o Día Internacional de la Mujer conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. Se celebra el día 8 de marzo. Es fiesta nacional en algunos países.» (1)

Desde mi punto de vista, toda igualdad entre desiguales constituye una injusticia, una incomprensión, un acto antojadizo estimulado desde emociones desalineadas con la Naturaleza. En este caso: la mujer y el hombre son diferentes y nada que intente igualarlos será una buena cosa.

Más aun: cada rol social que tiene un “Día de” (mujer, madre, niño, abuelo, secretaria, bombero), señala a quien está sufriendo alguna ignominia que se intenta reparar tan solo mediante este hipócrita artificio de adular cada 365 días a la víctima, de tal forma que se calle, no proteste y siga siendo abusada.

En este caso, además de criticar el uso de tan pobre artilugio adulando a las víctimas, aplicándoles una anestesia de efecto anual, agrego algo más que puede ser digno de mención.

Como dije más arriba, los seres humanos diferentes no deben ser igualados porque por algo lo son. Igualar lo distinto es una forma de injusticia, violencia torpe, necia, sensiblera.

En este caso es aun peor porque los varones y las mujeres necesitamos ser todo lo diferentes que podamos para que el fenómeno reproductivo nunca se detenga. Necesitamos conservar la especie y para eso hace falta que sigamos siendo desiguales. Las parejas homosexuales, por ejemplo, no pueden reproducirse y el vínculo entre hombres y mujeres demasiado simétrico los neutraliza e impide la sexualidad reproductiva.

Para que sigamos gestando nuevas generaciones, la mujer debe sentirse menoscabada por el varón, para que intente vencerlo eróticamente, en cuyo caso, muy probablemente, se producirá la fecundación necesaria. Por el contrario, si fuera el varón quien se sintiera menoscabado por la mujer, reaccionaría destructivamente, quizá matando o hiriendo de gravedad a ese ser superior que lo degrada.

Por lo tanto, por como estamos constituidos, el varón nunca debería sentirse inferiorizado porque se pone agresivo. Cuando la mujer se siente inferiorizada, apela a seducir y finalmente a copular con quien la somete, gracias a lo cual conservamos la especie.


(Este es el Artículo Nº 2.172)


La Revolución Cubana compensa dos carencias


Mediante esta descripción pretendo decir que la Revolución Cubana existe porque en esa isla no tienen un territorio inhóspito ni ricos acaparadores.

Los humanos nos desarrollamos mejor si tenemos que luchar para conseguir el alimento.

En realidad, no sé qué órgano es más importante para nuestra especie. Los racionalistas dicen que es el cerebro y los románticos dicen que es el corazón; quizá el que más determina nuestras acciones sea el estómago, sin el cual no padeceríamos hambre que nos obliga a conseguir comida y sin el cual no tendríamos ganas de dormir cuando hemos comido en exceso.

Un segundo órgano importante es el útero, ¡otro órgano hueco! Es en él que se desarrollan nuevos ejemplares, pero debería decir que es en él donde se desarrollan nuevos estómagos que vienen a aumentarnos las necesidades que nos obliga tiránicamente a trabajar, administrar, ahorrar, aguzar el ingenio, ser egoístas o solidarios, según haya o no abundancia de alimentos.

Si aceptamos que el órgano que dirige nuestras vidas es el estómago, también podremos pensar que las circunstancias de cada pueblo pueden ser alguna de estas tres:

1) Que vivamos en un suelo rico y con libertad absoluta, en cuyo caso tendremos personas acaparadoras, ambiciosas, capaces de concentrar enormes fortunas, para que la abundancia no nos vuelva indolentes, haraganes, apáticos, tontos, carentes de energía, de voluntad, de creatividad. Con esto estoy tratando de decir que los ricos son un producto de la naturaleza encargado de regular la abundancia de alimentos;

2) Que vivamos en un lugar árido, de suelo y clima inhóspitos, que nos obligue a trabajar mucho, a unirnos para ganar fuerza, a ser austeros, ahorrativos, disciplinados, para que entre todos podamos enfrentar la escasez del suelo y la agresividad climática (frío, falta de luz, sismos, esterilidad del terreno, exceso o escasez de agua);

3) Que vivamos en un suelo rico pero sin millonarios explotadores, entonces tenemos tiranos que obligan a la población a vivir como si el territorio fuera miserable o como si existieran personas acaparadoras de grandes fortunas (ricos).

Mediante esta descripción pretendo decir que la Revolución Cubana existe porque en esa isla no tienen un territorio inhóspito ni ricos acaparadores.

(Este es el Artículo Nº 2.154)


Hacer el amor o el odio


Existe la posibilidad de que algunos casos de violencia doméstica sean en realidad intentos reproductivos frustrados, en los que ella quiso excitarlo sexualmente hostigándolo, sin imaginarse que él se enfurecería y la atacaría destructivamente.

En otro artículo (1), y mediante un rodeo racional, llegué a la conclusión de que el género no marcado masculino, propio de nuestro idioma, no podría ser femenino como ellas reclaman.

Para hacerlo más claro: el idioma indica que en un grupo de niños de ambos sexos, deberá decirse los niños, inclusive en el caso de que sean 99 niñas y un solo niño. Por supuesto, ellas pretenden que la situación sea la inversa, o, en todo caso, que el género esté determinado por la prevalencia, es decir, si en 100 niños, 51 son niñas, entonces que fuera correcto decir genéricamente las niñas.

La explicación expuesta en ese artículo, (cuya lectura me permito sugerir, tan solo siguiendo el link que se entrega al final de este artículo), hacía referencia a que el género no marcado es masculino para que las mujeres se molesten, protesten, les reclamen a los hombres, estos se exciten sexualmente, tengan sexo con ellas para apaciguarlas, y así terminemos gestando nuevos ejemplares que aseguren la conservación de la especie.

Reforzaba este argumento diciendo que si el género no marcado fuera el femenino y quienes se molestaran fueran los varones, la reivindicación no daría lugar a relaciones sexuales reproductivas sino a reclamos violentos, destructivos, atentatorios contra la conservación de la especie.

En los hechos, —y este es el núcleo del presente artículo—, no siempre que las mujeres irritan a los varones con sus reclamaciones obtienen un apaciguamiento amoroso, fecundador.

Efectivamente, puede ocurrir que un varón se sienta acosado y, en vez de tratar de apaciguar a la mujer haciéndole el amor de forma reproductiva, opte por atacarla, con violencia física o psicológica, destructiva, hiriente, desmesuradamente agresiva, buscando matar a la mujer que protesta porque se siente poco querida en una sociedad donde el género no marcado es masculino.

En conclusión: existe la posibilidad de que algunos casos de violencia doméstica sean en realidad intentos reproductivos frustrados, en los que ella quiso excitarlo sexualmente hostigándolo, sin imaginarse que él se enfurecería y la atacaría destructivamente.


(Este es el Artículo Nº 2.168)


  

Pensamiento 0 (cero)


La búsqueda del placer saludable suele ser el señuelo que utilizan los estafadores cuando nos prometen lo que desearíamos que ocurriera: hambre cero, delincuencia cero, pobreza cero. La estafa es lograda cuando nuestra capacidad de discernimiento está operando con inteligencia cero.

En las campañas políticas, los demagogos (personas inescrupulosas que no tienen inconveniente en prometer lo que sea con tal de obtener votos que le otorguen poder), abusan de la ingenuidad de los electores, nos engañan como a niños, se burlan de nosotros.

Claro que no son los únicos responsables de este mal uso de la política. Los electores también colaboramos aceptando con irresponsabilidad promesas que notoriamente son proselitistas (guiadas por el único afán de conseguir adhesiones).

El fenómeno forma parte de la conducta religiosa que caracteriza a nuestra especie. Somos capaces de creer en la existencia de un ser superior (Dios), al que le asignamos atributos mágicos y, no conformes con eso, algunos organizan su vida tomando como verdaderas las fantasías creadas en torno a ese personaje de ficción.

Un delirio psicótico es un funcionamiento mental igualmente coercitivo, que guía las conductas del enfermo pero que, a diferencia del pensamiento religioso, no es compartido por otros. La diferencia entre delirio psicótico y creencia religiosa solo es estadística: si muchas personas comparten el mismo delirio (la existencia de Dios), no es un delirio psicótico sino una religión. Si ese mismo funcionamiento lo encontráramos en una sola persona, diríamos que padece una psicosis delirante.

Todo delirio o pensamiento mágico religioso está orientado a complacer, directa o indirectamente, a quien lo vive. El placer orienta casi todos nuestros funcionamientos, mentales y no mentales. Cuando sentimos un dolor, algún proceso interno se desencadena para restablecer la situación no dolorosa (buena salud).

Esta búsqueda del placer saludable suele ser el señuelo que utilizan los estafadores, cuando nos prometen lo que desearíamos que ocurriera: hambre cero, delincuencia cero, pobreza cero. La estafa es lograda cuando nuestra capacidad de discernimiento está operando con inteligencia cero.

(Este es el Artículo Nº 2.150)


Erotismo lingüístico


Que el género masculino sea el género por defecto en nuestro idioma se explica porque la reclamación reivindicativa de las mujeres es erótica, mientras que si la reclamación fuera de los varones sería destructiva.

Este artículo retoma, desde otro punto de vista, un tema que ya fue comentado en un texto y video anteriores (1).

En este caso intento compartir una explicación de por qué en nuestro idioma castellano existe un cierto privilegio del género masculino, con una característica que, técnicamente, se denomina género no marcado masculino.

Así como en los programas de computación encontramos que algunas opciones están determinadas por defecto, en nuestro idioma ocurre algo similar con el género.

En Word, por ejemplo, la fuente por defecto la letra Normal, aunque también existen opciones de letra cursiva, negrita o ambas combinadas. Cuando no hacemos una configuración expresa, el programa utiliza la letra Normal.

En nuestro idioma, podemos decir los niños aun cuando nos estemos refiriendo a un grupo integrado por niños y niñas.

Es habitual que las mujeres se sientan incómodas por esta discriminación que parece no tenerlas en cuenta. Por esto, algunos políticos notoriamente demagogos, fuerzan el idioma y, para referirse a un grupo mixto de niños, dicen los niños y las niñas, siendo que el castellano nos indica que es correcto decir los niños para indicar la inclusión de ambos sexos.

La causa, el origen, de esta aparente injusticia que pone al sexo femenino en un segundo lugar, podría ser la siguiente:

Para estimular la fecundación entre los humanos, es positiva una disconformidad genérica, difusa, constante, de la mujer, que la estimule para molestar, irritar, quejarse ante el varón que ella haya seleccionado para padre de sus hijos. Si ella está molesta (por ejemplo, por sentirse desplazada lingüísticamente), lo molestará, lo excitará sexualmente, él tratará de calmarla para que deje de molestarlo, y, luego de copular, el vínculo volverá a sus mejores condiciones, pero con una mujer embarazada que colaborará en la conservación de la especie.

En suma: la arbitraria elección del sexo masculino como género no marcado, permite que ellas exciten sexualmente al varón y la especie asegure su conservación. Si, por el contrario, el género no marcado fuera el femenino, la reacción reivindicativa del varón no sería precisamente erótica, sino violenta, destructiva, aniquiladora de la especie.


(Este es el Artículo Nº 2.167)


 

Intolerancia a los zapatos


Intento explicar por qué, a los largo de los años, cambian bastante poco nuestro aspecto físico y nuestro aspecto ideológico.

Este artículo y video proponen pensar que las ideas, formas de pensar, filosofías de vida, creencias, preferencias, se integran armónicamente al resto del cuerpo.

Como formamos un todo completo, coherente, funcional, no tenemos piezas libremente intercambiables. Quizá de esto también se encarga nuestro sistema inmune cuando lo observamos atacando a los microorganismos que intentan colonizarnos o cuando rechaza el injerto de un tejido ajeno.

Obsérvese que este fantástico dispositivo (el sistema inmune) tiene la habilidad de discriminar entre tejidos extraños e incompatibles y células también extrañas pero que llegan al cuerpo de la mujer para embarazarla. Este ejército combate a los microorganismos patógenos, pero autoriza el ingreso de espermatozoides de un tamaño similar.

Por algún motivo perdemos la paciencia con quienes tienen creencias diferentes a las nuestras, pero ignoramos las diferencias anatómicas que nos distinguen. Podemos llevarnos bien con gente de otra raza, otra estatura, otra cultura, pero nos cuesta entendernos con gente que tiene otras ideas políticas, otras creencias religiosas, otra filosofía de vida.

Lo que intento proponer es que, como adelanté en otro artículo (1), no podemos pensar lo que queremos porque nuestra psiquis acepta o no acepta ciertas ideas. Nunca podremos aceptar una idea que no sea compatible con el resto de nuestras ideas, de nuestra anatomía y de nuestra fisiología, aunque la cultura occidental esté convencida de que las ideas están desvinculadas de lo anatómico.

Desde hace más de cinco siglos creemos en el dualismo cartesiano, es decir, que somos una especie de suma de dos elementos diferentes y separados: una parte física y otra parte pensante.

Esto explica por qué, a los largo de los años, cambian bastante poco nuestro aspecto físico y nuestro aspecto ideológico.


(Este es el Artículo Nº 2.165)


Territorios ricos y pobres


Aunque estamos acostumbrados a pensar y a decir que los lugares con mayor riqueza ambiental son muy propicios para la mayorías de los seres vivos, sin excluir a nuestra especie, en los hechos podría ocurrir lo contrario.

El tema central de este artículo refiere al clásico asunto de la desigualdad entre pobres y ricos, pero enfocado desde otro punto de vista, es decir, tratando de ver qué relación existe entre los territorios pobres y su población, y, por lo tanto, qué relación existe entre los territorios ricos y su población.

Lo observamos tanto en los vegetales como en los animales: algunos hábitats son, para el desarrollo biológico, más propicios que otros.

Es probable que los humanos podamos vivir en cualquier lugar del planeta donde haya suficiente oxígeno, pero los resultados pueden ser muy diferentes.

Todo haría pensar que en los territorios más ricos el desarrollo humano es muy escaso mientras que, en los territorios más pobres, el desarrollo humano es mejor.

Así como en tierras tropicales la vida parece estallar en cantidad y en variedad, quizá sea cierto que los humanos pierden vitalidad y creatividad en parajes demasiado benignos.

Aunque estamos acostumbrados a pensar y a decir que los lugares con mayor riqueza ambiental son muy propicios para la mayorías de los seres vivos, sin excluir a nuestra especie, en los hechos podría ocurrir lo contrario.

Me animaría a decir que las desigualdades que deberían ocuparnos refieren a la riqueza o a la pobreza de los territorios que habita cada pueblo, porque las desigualdades socio-económicas entre los habitantes son mayores en los territorios ricos.

En esta línea correspondería estudiar, caso a caso, territorio a territorio, qué deberían hacer los seres humanos establecidos en territorios muy ricos para contrarrestar el perjuicio que esto les causa. Por el contrario, no debería ocuparnos qué hacer en los territorios de aridez ideal porque los pueblos que ahí se establezcan lograrán resolverlo dejándose llevar por el instinto animal que tenemos y que aparece cuando nos enfrentamos a desafíos de supervivencia.

(Este es el Artículo Nº 2.145)


Los padres no hacen a los hijos


Los padres, por error, suelen sentirse culpables de los infortunios de los hijos, sin tener en cuenta que ellos no los hicieron sino que solo obedecieron un mandato de la Naturaleza que determina el fenómeno reproductivo de todos los seres vivos.

En las enfermedades de nuestros hijos solemos tener una cierta conducta provocada por el sentimiento de culpa. Los padres (especialmente las madres) creen que el niño está enfermo, que se accidentó o que tiene un mal desempeño escolar por culpa de ella, porque ella hizo algo mal.

Esto no es así.

Vale la pena repetirlo: «Esto no es así».

Los padres solo cumplen las leyes naturales: se excitan sexualmente, copulan, se fecundan, gestan, paren, alimentan, igual que cualquier otro animal.

En la construcción de ese nuevo ser no hicieron nada que tuviera que ser responsable. Solo respondieron a instintos tan imperativos como dormir, respirar, alimentarse, evacuar residuos digestivos.

Ni el padre ni la madre son hacedores del nuevo ser. Son sus respectivos cuerpos los que actúan automáticamente, como ocurre con los latidos del corazón, la digestión, el rechazo de microorganismos invasores.

La sobreprotección, el exceso de mimos, la respuesta inadecuada ante la enfermedad del pequeño ocurren porque también es inadecuada la interpretación de los hechos. Si una madre cree que es culpa de ella que el hijo se halla enfermado de sarampión, o de que tenga fiebre, vaya uno a saber por qué, se pondrá como loca tratando de reparar el error que cometió.

Esto no es así: ella no cometió ningún error cuando quedó embarazada, ni cuando lo gestó, ni en ningún otro caso en que estuvo siendo usada por la Naturaleza para cumplir un ciclo vital presente en todas las especies.

Aunque le cueste creerlo, ella posee un escasísimo protagonismo en todas las peripecias vitales de sus hijos, sin dejar de reconocer que la colaboración que pueda darles a esos nuevos seres tan vulnerables podrá ser buena, regular o mala.

En otras palabras: los nuevos ejemplares tienen en sus padres a los colaboradores predeterminados por la Naturaleza, aunque, como ya sabemos, ni son imprescindibles ni totalmente responsables de la suerte que les vaya tocando: integración genética, instinto materno básico, accidentes, franja socio económica y cultural de los padres, y esa larga lista de circunstancias que parecen premiarnos o castigarnos a lo largo de toda la vida.

(Este es el Artículo Nº 2.160)