lunes, 7 de abril de 2014

Los padres no hacen a los hijos


Los padres, por error, suelen sentirse culpables de los infortunios de los hijos, sin tener en cuenta que ellos no los hicieron sino que solo obedecieron un mandato de la Naturaleza que determina el fenómeno reproductivo de todos los seres vivos.

En las enfermedades de nuestros hijos solemos tener una cierta conducta provocada por el sentimiento de culpa. Los padres (especialmente las madres) creen que el niño está enfermo, que se accidentó o que tiene un mal desempeño escolar por culpa de ella, porque ella hizo algo mal.

Esto no es así.

Vale la pena repetirlo: «Esto no es así».

Los padres solo cumplen las leyes naturales: se excitan sexualmente, copulan, se fecundan, gestan, paren, alimentan, igual que cualquier otro animal.

En la construcción de ese nuevo ser no hicieron nada que tuviera que ser responsable. Solo respondieron a instintos tan imperativos como dormir, respirar, alimentarse, evacuar residuos digestivos.

Ni el padre ni la madre son hacedores del nuevo ser. Son sus respectivos cuerpos los que actúan automáticamente, como ocurre con los latidos del corazón, la digestión, el rechazo de microorganismos invasores.

La sobreprotección, el exceso de mimos, la respuesta inadecuada ante la enfermedad del pequeño ocurren porque también es inadecuada la interpretación de los hechos. Si una madre cree que es culpa de ella que el hijo se halla enfermado de sarampión, o de que tenga fiebre, vaya uno a saber por qué, se pondrá como loca tratando de reparar el error que cometió.

Esto no es así: ella no cometió ningún error cuando quedó embarazada, ni cuando lo gestó, ni en ningún otro caso en que estuvo siendo usada por la Naturaleza para cumplir un ciclo vital presente en todas las especies.

Aunque le cueste creerlo, ella posee un escasísimo protagonismo en todas las peripecias vitales de sus hijos, sin dejar de reconocer que la colaboración que pueda darles a esos nuevos seres tan vulnerables podrá ser buena, regular o mala.

En otras palabras: los nuevos ejemplares tienen en sus padres a los colaboradores predeterminados por la Naturaleza, aunque, como ya sabemos, ni son imprescindibles ni totalmente responsables de la suerte que les vaya tocando: integración genética, instinto materno básico, accidentes, franja socio económica y cultural de los padres, y esa larga lista de circunstancias que parecen premiarnos o castigarnos a lo largo de toda la vida.

(Este es el Artículo Nº 2.160)


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