lunes, 24 de mayo de 2010

Su majestad el pene

Estoy casi seguro de que el machismo existe debido a que los seres humanos somos hijos del rigor y que el macho de nuestra especie posee un esqueleto muscular más grande que el de la hembra.

El más grande, fuerte, violento y cruel toma las decisiones, legisla, hace cumplir su ley y luego escribe la historia.

Esta interpretación de la realidad es fácil de aceptar porque es muy racional y coherente. Sin embargo no es la única.

Para los que admitimos la posibilidad de que el pensamiento (psiquis) determina la conducta, hay otra teoría que merece ser tenida en cuenta.

Si suponemos que lo único realmente importante para nuestra especie es su propia conservación, entonces tenemos que aceptar que los órganos genitales son los verdaderos símbolos de nuestra misión en la vida.

Y ya llegamos! El genital masculino es el símbolo de la especie porque es el único visible (especialmente en estado de erección). Es el símbolo tanto para hombres como para mujeres. El poseedor del símbolo de nuestra especie se convierte en el líder natural, todos le asignamos ese rol y él tiene que asumirlo.

Nuestra psiquis funciona así, generando símbolos y luego atribuyéndoles poderes mágicos que nos marcan el camino por el que podremos transitar. Otros símbolos fuertes son la cruz, el sol, el cetro (o bastón de mando), la corona, el águila, el toro, etc.

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Hombres hasta morir

Si pudiéramos partir de la premisa de que la única misión que tiene el ser humano es conservar su especie, podríamos acceder al siguiente punto de vista.

Lo que el psicoanálisis ha dado en llamar «complejo de castración» estaría dando cuenta de la triste condición masculina de ser especialmente prescindible. Por eso es que los varones participan en la guerra en mayor cantidad que la mujeres.

Castración en psicoanálisis no significa que al hombre puedan cortarle el pene y/o los testículos, sino que su destino —por ser más prescindible que las poseedoras de útero y senos—, es defender aún con su vida a las mujeres, a los niños, a los enfermos jóvenes y a los ancianos (en ese orden, según creo).

Sostengo esta idea porque lo veo en el resto de los mamíferos: el macho más fuerte (mejor dotado genéticamente) copula con muchas hembras y los otros quedan relegados a un inespecífico segundo plano.

En la explotación ganadera, se conservan las hembras para reproducción y se matan a los machos para comer su carne, reservando sólo uno de ellos para fecundar al resto de las hembras (estoy pensando en vacas, cabras, cerdos, conejos y reconozco que pasa algo similar con las aves de corral).

No solamente la mujer es estadísticamente más longeva que el hombre sino que además intuyo que nuestro género cumple su misión defendiendo la conservación de la especie aún con su vida.

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«Lléneme el tanque»

En un afán por simplificar lo complejo, muchas personas adhieren al criterio económico neoclásico que se caracteriza por considerar que el trabajo es un insumo más en los procesos productivos.

Para esta corriente de pensamiento —no sólo económico sino también filosófico y político— la producción es una especie de cocktail compuesto por tres ingredientes: materias primas (hierro, madera, plástico, etc.), herramientas y mano de obra.

Como nunca falta alguien que trate de simplificar lo simplificado, algunos dicen que la mano de obra y las materias primas podrían considerarse como una misma especie.

Es bastante claro que el ser humano es el objetivo de todo esfuerzo que se haga. Conservar al individuo y a la especie es la única misión que tenemos. Todos pretendemos que la sociedad y sus gobernantes nos reconozcan estos derechos y que actúen en consecuencia.

Cuando alguien piensa que nuestro esfuerzo es una mercancía más, nos tratará como a objetos, como a cosas inertes, provocándonos una desvalorización no solamente molesta sino que para muchos equivaldrá a un intento homicida.

En la fantasía de muchos gobernantes (sin distinción de ideologías), los trabajadores somos máquinas cuyo tanque de combustible es la billetera. Pero lo más grave no es esto. Lo más grave es que muchos trabajadores suponen que trabajan sólo por el dinero y se creen muy inteligentes cuando centran sus reivindicaciones laborales exclusivamente en torno de los aspectos económicos.

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El grato oficio de fornicar

La hipótesis de que la única misión del ser humano es cuidarse a sí mismo y a la especie, sigue dándome temas para pensar.

No es sencillo entender que la naturaleza tiene sus propias leyes de funcionamiento y que cuando nos referimos a ella no podemos evitar imaginarla como si tuviera comportamientos humanos. El propio lenguaje con el que no tenemos más remedio de comunicarnos, nos obliga a darle formato humano a casi cualquier cosa que pensemos.

Por lo tanto, no es que la naturaleza tenga conductas humanas sino que los humanos tenemos conductas naturales. Lo sepamos o no, lo tengamos en la conciencia o en el inconciente, nosotros le copiamos a ella y los mejores inventos no son más que adaptaciones de lo que ya existe.

Por ejemplo, imagino que el genial inventor de la rueda se inspiró observando como bajaba rodando una roca desde lo alto de la montaña. Lo único que hizo fue alisarle los bordes hasta darle forma circular y ahí tuvimos «nuestro invento».

Como la única misión (trabajo) es conservarnos a nosotros y a la especie, tenemos que las sensaciones voluptuosas que acompañan la eyaculación no aparecen antes de que esta se produzca. Millones de años demoramos en darnos cuenta que nunca se puede pagar por adelantado porque eso desestimula al trabajador.

Como ven, estoy comparando fornicar con trabajar y al placer del orgasmo con el cobro del sueldo.

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domingo, 23 de mayo de 2010

«Necesito que te vaya un poco mal»

Sobre ciertos temas sería preferible no pensar demasiado porque se corre el riesgo de llegar a conclusiones desagradables.

A pesar de eso, siempre me dirijo a aquellas personas que prefieren conocer todas las opiniones para después elaborar las propias.

Mis artículos están pensados para quienes piensan por sí mismos y no para quienes prefieren comprar las opiniones de otros.

Para cumplir con la misión humana número dos (reproducirnos) necesitamos a otro y para cumplir con la misión humana número uno (conservarnos) también necesitamos contar con la colaboración de otros (proveedores y prestadores de servicios, honorarios o rentados).

La prohibición del incesto nos obliga a buscar compañía fuera del núcleo familiar.

En este emprendimiento, buscaremos a alguien que se adecue a nuestros gustos y que esté dispuesto a darnos lo que nos falta (el compromiso afectivo de que estará junto a nosotros “en las buenas y en la malas” ... sobre todo “en las malas” que es cuando más necesitamos compañía y que es cuando más difícil se hace acompañarnos).

Quizá sea más difícil acompañarnos cuando estamos mal, por el trabajo y las privaciones que le impondremos a quien nos acompañe, pero simultáneamente, esa difícil situación nos volverá más dependientes de ella y ésta podrá entonces sentirse más segura de nuestra compañía mientras estemos mal.

Su colaboración generará una deuda que nuestra responsabilidad y gratitud hará que una vez superado el trance, sigamos en deuda durante todo el tiempo por venir.

La necesidad que todos tenemos de que no ser abandonados incluye el deseo —y en algún caso también tomar las acciones que fueran necesarias— de que el otro en algún momento esté lo suficientemente mal como para que esa responsabilidad y gratitud lo obliguen moralmente a no abandonarnos.

Por lo tanto, las relaciones de pareja incluyen aspectos sobre los que sería mejor no tener información porque arruinan la ilusión de que los motivos que conservan los vínculos tan necesarios son generosos, desinteresados y de que nunca incluyen el deseo de que nos vaya mal.

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Diccionario de psicoanálisis

Algún motivo existe para que los médicos hablen con palabras que no se entienden y para que escriban con una letra ilegible. Confío en que alguna razón habrá. Que casi nadie sepa el porqué no alcanza para afirmar que sólo tienen esas malas costumbres.

En psicoanálisis pasa algo parecido. A veces ni nosotros mismos sabemos bien de qué estamos hablando y reconozco que tampoco conozco el motivo.

Ayer les comenté una versión sobre lo que es una «madre castradora» y hoy les comento algo más sobre la palabra «castración».

Un hombre castrado no puede tener hijos. Si entendemos que la única misión del ser humano es conservarse (él y la especie), entonces un hombre castrado está incapacitado para cumplir la función reproductiva, o sea, no puede cumplir la parte de la misión consistente en conservar la especie.

La anterior es la definición más explícita del vocablo castrado. Por analogía podríamos decir que alguien que no puede tener un trabajo padece una especie de castración (no está apto para ganarse el sustento). También podríamos decir que alguien que no puede vincularse con una persona del género opuesto, no podrá fecundar y por lo tanto es como si estuviera castrada.

El vocablo define entonces a una serie de ineptitudes (tanto de hombres como de mujeres). Asimismo, una persona se dice que es castradora cuando impide que otra tenga o aplique sus aptitudes (desestimulándola, asustándola, exigiéndole más de lo que puede lograr).

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El dinero o la vida

Desde hace más de dos años estoy pensando sobre lo que defino como «pobreza patológica».

Hoy me cuestiono si la pobreza es de dinero o de vida.

El razonamiento es este: Para que nuestra vida siga funcionando, necesitamos el estímulo de las necesidades y el deseo. El hambre nos hace ir a buscar comida, el deseo sexual nos hace ir a buscar a otra persona, entablar un vínculo, seducirla y dejarnos seducir, el frío nos hace buscar una habitación y ropa.

Como la única misión de cada individuo es mantenerse vivo y reproducirse para mantener viva a la especie, parecería ser que es la insatisfacción que nos estimula la vida lo que efectivamente puede presentársenos en una dosis «patológica» (excesivamente alta o excesivamente baja).

Esto me lleva a pensar que una buena calidad de vida depende de contar con la insatisfacción adecuada.

Por lo tanto, es patológicamente pobre (de vida) tanto quien padece una insatisfacción excesiva como quien casi no cuenta con ella porque le son satisfechas (canceladas) todas las necesidades y deseos.

Si esta reflexión fuera correcta, tendríamos que la pobreza patológica no es de dinero sino de vitalidad y que los pobres patológicos podrían pertenecer a cualquier clase social.

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Monumento al antidepresivo

Hoy continúo con la idea propuesta en el artículo titulado Coitoterapia.

Como he comentado varias veces, la única misión que tenemos los humanos y las demás especies es cumplir la organización que impone la naturaleza (lo cual equivale a decir que nadie posee una misión).

Si un gran número de hombres y mujeres creen en el poder mágico del pene, entonces podemos pensar que muchas mujeres (inconscientemente) se muestran o están deprimidas (desinfladas) para atraer a los varones que se creen fornicadores terapéuticos porque con su penetración podrán restablecer la presión interior que a ellas les falta.

Hasta donde sé, la depresión está provocada por una disfunción cerebral pero es oportuno recordar lo que se denomina resistencia a la cura.

Como primera conclusión de este artículo podría decir que las mujeres que padecen una disfunción cerebral que se manifiesta con depresión, podrían ver demorado su restablecimiento (mediante psicofármacos y/o psicoanálisis) porque inconscientemente observan que su enfermedad atrae a los varones que se imaginan con un pene mágicamente antidepresivo.

La propia naturaleza es la encargada de generar esta resistencia a la cura dado que Ella propicia la fecundación para conservar la vida de cada especie.

Causó sensación cuando a finales del año 2005 decidieron ponerle el preservativo más grande del mundo (67 metros) (imagen) al obelisco de Buenos Aires, como campaña publicitaria de prevención del Sida y (quizá) para reafirmar la hipótesis de que el pene es tan importante como para hacerle un monumento disimulado en forma de obelisco.

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No al aborto. Sí a la castración

Puesto que nuestra única misión es conservar la vida propia y la de la especie y dado que la naturaleza es la Ley Superior que nos gobierna a todos, es probable que muchas veces no podamos controlar nuestro deseo sexual.

Los seres humanos —a diferencia de las demás especies—, creamos nuestras propias normas, muchas de las cuales contravienen esa Ley Superior de la naturaleza (la gran Constitución).

Cuando una mujer queda embarazada sin desearlo es porque la naturaleza hizo su trabajo y ella no pudo evitarlo.

La legalización del aborto es una mala solución para una peor transgresión porque cuando las normas de convivencia humanas contravienen las leyes naturales, están viciadas de nulidad.

Entonces, la prohibición del aborto intenta defender la Ley Superior pero sin enmendar la inconstitucionalidad de las normas que perjudicarán a esa mujer.

Quienes defienden la prohibición del aborto prefieren desconocer que están sometidos a sus instintos como cualquier otro animal.

La actitud condenatoria hacia la mujer que necesita interrumpir su embarzo es despiadada: «Lo hubiera pensado antes» dicen estos seres humanos que (según imaginan) todo lo pueden.

Este sentirse superior a las demás especies es una actitud arrogante, pero sentirse superior a los propios semejantes es patológico.

No es extraño que estos defensores de la naturaleza dependan del amor de una mascota a la cual privan de su libertad. O —peor aún— también la castran para que no moleste con su vergonzosa obediencia a las leyes naturales.

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Fornicamos con seriedad

Cuando los seres humanos fornicamos nos ponemos serios. Nuestros gestos denotan muchos afectos pero sin perder la seriedad.

Los demás animales muestran una actitud indiferente, parecen distraídos, como si estuvieran haciendo algo mecánicamente.

Sin embargo sabemos que el coito es algo muy placentero antes, durante y después de practicarlo.

Antes y después pueden haber risas, bromas, baile, canto, pero en el momento de la penetración no hacemos nada de eso.

La importancia de la sexualidad se muestra por cuán sensible es a la buena salud. Cuando no estamos bien es lo primero que se resiente (desinterés, apatía, frigidez, impotencia).

Según he comentado en otros artículos, nuestra única misión es la misma que tienen los demás individuos de las otras especies: conservarnos (como individuos y como especie).

El deseo sexual siempre incluye la fantasía reproductiva. Que utilicemos barreras para evitarlo es una consecuencia de la economía, algo exclusivamente cultural (y antinatural) creado por los humanos para asegurar una mejor convivencia.

Todas nuestras acciones son vinculables al instinto sexual: trabajar, estudiar, jugar. Por ejemplo, trabajamos con placer para que a nuestros hijos no les falte lo necesario, estudiamos para poder trabajar, jugamos para divertirnos, para gozar, para recuperar fuerzas.

Y vuelvo al principio para decir que fornicamos con seriedad porque es la acción más importante (reproducirnos) y trabajamos, estudiamos, jugamos también «con seriedad» cuando tenemos la suerte de asociar todas nuestras actividades a lo más importante y placentero que tenemos para practicar: la sexualidad.

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La disconformidad universal

En varios artículos (1) he mencionado la idea según la cual el fenómeno vida depende de que hagamos ciertas cosas como por ejemplo comer cuando tenemos el dolor del hambre y así conseguir el placer de la saciedad.

Estas continuas presiones que padecemos simplemente porque estamos vivos (en forma de dolor que nos empuja y de placer que nos atrae), queremos evitarlas (porque si nos fueran indiferentes, no nos moveríamos y perderíamos la vida).

La palabra «sentimiento» derivar del verbo sentir y nos hace pensar en lo que sentimos, percibimos, registramos,

La reacción mental a estas vicisitudes inherentes a la condición de estar vivos se manifiesta con la producción de los sentimientos de angustia, insatisfacción, esperanza, envidia, fastidio, bronca y otros por el estilo.

Como lo único realmente importante en la vida de cualquier ejemplar de cualquier especie es conservarse él y la especie a la que pertenece, en la nuestra, todas las sensaciones molestas se remiten a una sola que representa a todas las demás.

Según el psicoanálisis (y confieso que por ahora creo en él), las mujeres se quejan de que no tienen pene y los varones nos quejamos de que podemos perderlo.

Como decía, el órgano más importante tiene que ser genital porque nuestra única misión es conservar la especie (tener sexo reproductivo) y por eso, el principal problema de ellas es no tenerlo y el gran problema de ellos es temer perderlo.

Además de que nuestra única misión es cuidarnos y reproducirnos, hay otra razón para que el órgano más importante sea el pene.

Como hace millones de años nos organizamos mediante el uso de la fuerza bruta y la violencia (mejor desarrolladas en el varón), los humanos somos machistas (elegimos el pene como símbolo y no la vulva, los senos o el útero, como también podrían corresponder).

(1) La naturaleza es hermosa pero antipática
(Maldita)Felicidad publicitaria
Somos marionetas de la naturaleza
Loción infalible contra las molestias

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Es así (o no)

La siguiente es una síntesis de varias ideas ya expuestas en estos blogs.

Los seres humanos no tenemos períodos de celo pero igualmente la mujer es la convocante. Los varones andamos por ahí olfateando qué feromona (olor de las hembras en celo) puede estar atrayéndonos y si la encontramos, allá vamos como un dibujo animado.

Cuando llegamos al entorno de la hembra convocante, ella nos detecta en forma visual y olfativa para instintivamente determinar si poseemos o no la dotación genética que en combinación con la suya le dé hijos de los cuales pueda enorgullecerse frente a las demás mujeres.

El auditorio de toda mujer son las demás mujeres y por eso todas son lesbianas o a lo sumo bisexuales.

Tienen que serlo porque aprendemos a amar y a gozar con una mujer (mamá). Es una mujer la que nos activa el cuerpo deseante con sus manipulaciones afectuosas e higiénicas. Por eso ambos géneros deseamos a una mujer.

De hecho es el género más importante porque anatómicamente hace la mayor contribución a la conservación de la especie (única misión de cada ejemplar de cada especie).

Un solo varón puede fecundar a mil mujeres por año a razón de tres eyaculaciones diarias y le quedan 33 días para tomarse vacaciones. A los 999 varones restantes pueden mandarnos a la guerra, explotarnos salvajemente, usarnos para experimentos de laboratorio.

Sin embargo estos 999 alguna vez se rebelaron e impusieron la monogamia y demás formas de predominio.

Como en cualquier régimen de facto (el de los varones, en este caso), todo funciona tal cual exigen los mandones, pero clandestinamente sucede lo que debe suceder (infidelidades, poligamia, mujeres insatisfechas) porque las leyes naturales no pueden transgredirse por mucho tiempo.

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Menos orgasmos y menos salario

Habitualmente digo que las únicas tareas naturales de todos los seres vivos (incluidos los seres humanos) consisten en conservarnos como individuos y como especie.

En nuestro idioma podríamos trasponer los verbos y decir que lo único que tenemos que hacer es producir (trabajar para ganarnos el sustento) y reproducir (fornicar para tener hijos).

Simplificando aún más, la lógica deductiva nos autoriza a decir que la única misión de un ser humano es producir.

Cuando producimos trabajando, nuestros clientes o empleadores nos gratifican con dinero con el que podremos comprar lo que necesitemos para conservarnos como individuos.

Cuando nos reproducimos fornicando, la naturaleza nos gratifica con el placer sexual, que en el mejor de los casos, llega a su punto máximo en el orgasmo.

¿Sabía usted que el 66% de ellas no accede al orgasmo?

Con estos datos podríamos decir que cuando la naturaleza gratifica con el orgasmo a los seres humanos para que se reproduzcan, les está pagando salarios más bajos a las mujeres que a los hombres.

Aunque reconozco que puede tratarse de una casualidad, igual me parece interesante relacionar este hecho con que el salario femenino promedio es inferior al de los hombres.

Entre otros, el Banco Interamericano de Desarrollo decía hace poco (octubre de 2009) que los hombres ganamos 17% más que las mujeres (brecha salarial entre géneros).

Cabría mencionar también que la mayoría de los pobres del mundo son mujeres (feminización de la pobreza).

En suma: estoy relacionando la mayor dificultad que tienen las mujeres para acceder a la remuneración sexual que nos proporciona la naturaleza como pago por reproducirnos (orgasmo), con la mayor dificultad que tienen ellas mismas para acceder a la remuneración económica que nos proporciona el mercado laboral.


Nota: La imagen corresponde a famosa escena de la película Cuando Harry conoció a Sally, en la que Meg Ryan demuestra cómo es posible fingir un orgasmo.


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The Semen Bank

Está en nuestra naturaleza suponer que no somos animales a pesar de que existen múltiples evidencias que nos llevan a esa conclusión.

No hay duda que somos animales diferentes al resto, pero también es cierto que todos los animales son diferentes entre sí.

Lo que necesito compartir con ustedes es que el único motivo por el que estamos vivos es para mantener nuestra especie. Por eso lo más importante que tenemos que hacer es cuidarnos y reproducirnos. Todo lo demás son formas de hacer esto mismo.

Ayer les proponía la hipótesis de que preferimos recibir dinero de un ente abstracto (el Estado) y que nos cuesta más recibirlo de alguien que tenga cuerpo, de una persona como nosotros (empleador, cliente, paciente).

Una causa posible de esta dificultad puede ser que nuestra psiquis, tan sensible a las metáforas (comparaciones), supone que cuando una persona nos da dinero, de alguna manera nos está inseminando como cuando un pene —al eyacular— descarga el semen dentro del cuerpo que está penetrando.

En esta metáfora tenemos dos matices. Cuando alguien nos da dinero voluntariamente suponemos que es su deseo penetrarnos e intenta fecundarnos, con lo cual no deja de ser un honor que alguien nos seleccione para ser «la madre» de sus hijos. Más difícil es cobrar porque en este caso estamos (siempre metafóricamente) pidiéndole al otro que nos penetre, que nos dé su semen y que sea el padre de nuestros hijos.

Resumiendo: Por lo menos para algunas psiquis, cobrar dinero de alguien de carne y hueso, equivale a recibir semen de quien nos paga. En caso de que esto tenga que ser así (porque no somos empleados públicos), preferimos que nos lo den voluntariamente porque pedir que nos paguen nos da tanta vergüenza como la que siente una mujer cuando desea hacer el amor con un desconocido.

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jueves, 20 de mayo de 2010

El matrimonio entre homosexuales

Es natural y saludable discutir sobre el matrimonio entre homosexuales.

Discutir es bueno por dos motivos:

1) Para escuchar los diferentes argumentos que cada uno tiene a favor o en contra;

2) Porque discutir es tan aeróbico como correr, nadar o levantar pesas.

Discutir es bueno para la salud física, mental y social.

Habría un tercer beneficio: cuando se puede discutir, se está haciendo uso de la función simbólica (el lenguaje) que, usada eficazmente, tramita un monto de agresividad que ya no tiene por qué ser canalizado a través de la violencia física.

Por lo tanto, es muy bueno que exista una discusión sobre las ventajas y desventajas de que dos personas del mismo sexo se unan en matrimonio, porque siempre es bueno discutir y porque además el tema es interesante.

Creé este blog para reunir mis diferentes aportes sobre lo único que tenemos para hacer realmente los humanos y cualquier otro ser vivo: conservarnos (como individuos y como especie).

A partir de esa premisa, es obvio que cuando dos personas del mismo sexo se unen, sexualmente son estériles.

Por lo tanto la misión de reproducirse queda excluida.

Si alguien se escandaliza porque ese matrimonio no tendrá hijos, basta pensar que hace siglos aceptamos de buen grado el celibato de algunos religiosos (mayoritariamente católicos en el área hispano-parlante).

En otro orden, es aberrante que una mujer no tenga autorización para abortar cuando lo desee.

Por lo tanto, si es humanamente razonable interrumpir un embarazo, es humanamente razonable que dos personas se asocien para compartir la vida aunque no puedan reproducirse.

Como esa única misión que tenemos los seres vivos, incluye conservar la propia vida, es legítima la libertad de procurarlo en soledad o asociándose con quien o quienes se prefiera.

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lunes, 17 de mayo de 2010

Cambiar para seguir igual

Retomo mi propuesta de que las únicas obligaciones que la naturaleza nos impone a los seres humanos son — al igual que en el resto de las especies —, conservarnos vivos el mayor tiempo posible y reproducirnos.

Por lo tanto los dos instintos que predominan en nuestras existencias son el de conservación y el de reproducción (sexual). El resto de nuestras preocupaciones no hacen más que remitirse directa o indirectamente a estos dos únicos objetivos vitales.

La búsqueda de nuestros recursos materiales para atender estas dos exigencias principales hace que a veces tengamos que movernos, cambiar de actitud, de mercado, de país, de amistades, de clientes, de proveedores y sobre todo tengamos que cambiar nuestra forma de ser.

Observe que el conflicto acá es inevitable porque el instinto de conservación por un lado nos obliga a conservarnos, pero resulta que este mismo instinto, enfrentado a ciertas circunstancias, nos obliga a cambiar (que es una forma de no conservarnos como éramos).

Cuando sabemos que nos enfrentamos a un conflicto previsto por la naturaleza, éste puede vivirse con menor desgaste emocional porque el conocimiento siempre disminuye el dramatismo.

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