viernes, 4 de mayo de 2012

La pasividad sexual masculina



El rol reproductivo masculino es tan pasivo que está determinado por su suegra.

Es posible mirar la realidad desde muchos puntos de vista y desde cada uno obtendremos paisajes diferentes.

El conjunto de datos que tiene cada observador desde su personal punto de vista, puede además interpretarse aplicando diferentes lógicas.

Estas posibilidades son la causa de que existan diferentes teorías, filosofías, creencias, ideologías y que todas sean razonables, creíbles, probables.

Esta variedad de opciones pone de mal humor a la mayoría de los ciudadanos del mundo. Para una abrumadora mayoría es fastidioso tratar de entender cómo opinan otros pueblos, otras ideologías, otras religiones. Por eso una mayoría adhiere a la que le parece más simpática, a la más aceptada entre sus amigos o a la más fácil de entender.

Por ejemplo, si fuera cierto que las que verdaderamente se encargan en un 90% de la conservación de la especie son las mujeres (1), tendríamos que reinterpretar otros hechos.

Es probable que sean ellas las que, impulsadas ineludiblemente por sus niveles hormonales, se aboquen a conseguir al hombre que les provea la mejor dotación genética para gestarle hijos sanos.

Por lo tanto, los hombres jamás conquistan a una mujer como creen sino que ellos son sutilmente convocados para realizar la tarea de fecundar a una mujer que los eligió para satisfacer su ineludible impulso hormonal de ser madre.

El rol activo en el fenómeno reproductivo es netamente femenino y el rol pasivo es netamente masculino. Son ellas las que eligen y seducen.

Sin embargo, este punto de vista incluye algo más: Las mujeres sienten impulsos maternales después de haber terminado su etapa reproductiva (menopausia). Por eso presionan a las hijas para que se embaracen.

En suma: son las abuelas quienes presionan a sus hijas para que elijan, seduzcan y copulen.

 
Otras menciones al concepto «rol pasivo»:

     
(Este es el Artículo Nº 1.562)

Obligación, homosexualidad y culpa



La «obligación» es la percepción subjetiva de cumplir con nuestra única misión: conservar la especie.

¿Qué es una obligación? Una obligación es el registro (sentimiento, reconocimiento) subjetivo que tenemos los humanos cuando actuamos «obligados» por las fuerzas naturales.

Por ejemplo, tenemos el impulso natural a defender nuestra vida aunque le cueste la vida a nuestro atacante, es decir, «tenemos la obligación de conservar nuestra vida».

¿Cómo llega a ocurrir todo esto? El instinto de conservación, los reflejos neuromusculares propios de nuestra anátomo-fisiología, actuarán automáticamente con el desenlace previsto: mataremos a quien intente matarnos, nuestra naturaleza le quitará la vida a quien intente matarnos porque no podemos evitar protegernos. Estamos «obligados» a conservar nuestra existencia.

La misma energía que aplicamos para no suicidarnos, a pesar de tener fantasías con ese tema, es la que aplicamos para no ser matados por otros.

Una vez que el hecho tomó estado público y somos llevados ante un juez, este dictaminará que las circunstancias nos impusieron la obligación de matar al agresor en legítima defensa.

No es el juez en realidad quien sentenció que teníamos la obligación de conservar nuestra vida, sino que el juez repitió como propia lo que es una condición natural, esto es, la obligación de cumplir con la única misión  (1) de conservar la especie (individual y colectivamente).

Donde este punto de vista nos trae particulares complicaciones es con nuestros normales deseos homosexuales.

Observen que mujeres y varones aprendemos a amar a nuestra madre.

Las mujeres, es decir, quienes realizan el 90% del fenómeno reproductivo (2), tienen un fuerte deseo homosexual porque aman y desean a la mujer-madre.

El sentimiento de culpa, tan presente y enérgico en el sexo femenino, puede estar provocado porque ellas desearían practicar la homosexualidad para lo cual tendrían que abandonar la obligación de conservar la especie (reproducirse).

 
 
(Este es el Artículo Nº 1.558)

Las redes sociales y la tolerancia innecesaria



Las redes sociales hacen innecesaria la tolerancia hacia quienes no comparten nuestras preferencias.

A medida que avanza la tecnología, los humanos vivimos más y mejor, porque aumenta nuestra longevidad y tenemos más comodidades.

Seguramente estos beneficios no son gratuitos:

— La longevidad envejece la población mundial y deteriora la conservación de la especie;

— Las modernas tecnologías atrofian algunas funcionalidades orgánicas que dejaron de ser imprescindibles:

—— el esfuerzo físico (que ahora hacen las máquinas);

—— la tolerancia a la incertidumbre (porque ahora el futuro es más previsible gracias a los seguros y otras formas de previsión);

—— la tolerancia a la frustración (porque podemos satisfacer más necesidades y deseos que antes).

Ahora ingreso al motivo de este artículo.

Los humanos somos animales gregarios: no podemos vivir solos, aislados. Siempre tenemos que pertenecer a alguna comunidad por pequeña que esta sea.

Como todos somos diferentes, tenemos distintos gustos y sobre todo, diferentes formas de entender qué está bien y qué está mal, la integración a una comunidad nos exige un cierto esfuerzo de adaptación a los criterios dominantes (ética, creencias, ritos, tradiciones, leyes).

Para poder satisfacer nuestro instinto gregario tenemos que hacer concesiones, soportar frustraciones, obedecer y también realizar tareas de vigilancia para que otros respeten los códigos de convivencia.

Vivir con gente diferente demanda un esfuerzo, fundamentalmente de tolerancia.

La modernidad nos a «obsequiado» las redes sociales, que vienen a resolver nuestro instinto gregario de otra forma mucho más sencilla, menos esforzada, con la comodidad mencionada al principio.

Ahora ya no es tan necesario hacer el esfuerzo de ser tolerantes pues en las redes sociales sólo nos reunimos con quienes comparten nuestros códigos (criterios, creencias, gustos) y tomamos distancia de quienes no los comparten.

En suma: Las redes sociales hacen innecesaria la tolerancia hacia quienes podemos apartar de nuestras vidas si tienen otras preferencias.

(Este es el Artículo Nº 1.556)

La belleza del hermafrodita excitado



Existe la posibilidad de que nuestro modelo de belleza ideal sea el de una mujer con pene erecto.

¿Cuál es el modelo de belleza? Nuestro cerebro, ¿qué formas, proporciones y colores encuentra más hermosos?

Parecería ser que lo más bello para nuestro cerebro es el cuerpo del ser humano.

Esta aseveración tendría un fundamento importante: narcisísticamente nuestro cerebro percibe que nada es más bello que nuestra especie.

Parecería ser que de los cuerpos humanos, el femenino es más bello que el del varón.

Esta aseveración tendría un fundamento importante: la mujer es más hermosa que el hombre simplemente porque nacimos de una mujer y fue ella la que nos enseñó sobre el erotismo dándonos de comer (¡con su cuerpo!), nos higienizaba, abrigaba, acunaba.

Hasta acá una mayoría de ustedes podría acompañarme porque tradicionalmente se ha dicho que la mujer es hermosa mientras que el hombre es más atractivo si es varonil, lo cual implica decir que debería ser poco femenino, lo cual implica decir que debería ser feo.

Lo que deseo comentarles es que quizá existe en los humanos un modelo de perfección que se volvió inconsciente porque es inconfesable.

Este modelo es el de una mujer dotada de un pene erecto con los respectivos testículos.

Lo repito: la belleza ideal para la mente humana podría representarse por una mujer dotada de los genitales masculinos en estado de erección.

Esta propuesta surge de una forma de deducir que funciona en otras áreas menos irritantes de nuestra sensibilidad.

Efectivamente, podemos pensar que el arte escultórico, pictórico y arquitectónico recurre a formas alargadas y rígidas (pene erecto) para gratificar nuestras apetencias estéticas y no recurre a formas que pudieran evocar a una vagina (hueco, caverna, vacío).

En suma: Quizá debamos reprimirlo, ignorarlo, descalificarlo, pero nuestro modelo de belleza es un hermafrodita excitado.

(Este es el Artículo Nº 1.554)

Beso en la mano y masturbación



La costumbre de besar la mano de la mujer remite (inconscientemente) a la masturbación de ella.

Porque una mayoría de internautas sentimos respeto por la confiabilidad de los contenidos de Wikipedia, me voy a ella para copiar y pegar una definición que utilizaré en este artículo.

«Beso en la mano: Formalismo muy extendido desde la antigüedad para demostrar subordinación o respeto, luego utilizado generalmente solo por hombres para saludar a mujeres consideradas de clase alta. Actualmente solo es utilizada con personas que ostentan títulos nobiliarios o eclesiástico alto o en grupos de clase alta. Así también en la mafia.» (1)

Los gestos tienen algún significado original así como las palabras también lo tienen (etimología).

Conocer (o suponer) ese origen enriquece la comprensión actual de gestos y palabras.

La mano diestra (la más hábil) tiene una gran participación en la actividad de su propietario: agarrar, mover, golpear.

Está cargada de simbolismos y emociones porque también es la que masturba.

No solamente la sexualidad está sometida a una fuerte represión social, sino que, sin temor a equivocarme, es la principal actividad del ser humano, si consideramos que la única misión (2) que tenemos es la de conservar la especie, es decir, reproducirnos.

Cuando digo que «la sexualidad está sometida a una fuerte represión social», no me estoy lamentando sino reconociendo que se cumple el requisito esencial para que algo funcione con la mayor energía pues los humanos aplicamos nuestro máximo vigor a realizar lo que nos gusta pero está prohibido.

En esta línea, la masturbación está muy reprimida y por eso se practica con la mayor discreción y desenfreno.

Cuando el caballero besa la mano diestra (hábil) de la dama, imagina que ella se masturba pensando en él, con lo cual ese beso saluda al «miembro» de ella que lo representa a él.


(2) Blog especializado en nuestra Única misión 

(Este es el Artículo Nº 1.553)