Si aceptamos cierta descripción de lo que es ser hombre y
mujer, concluimos que el varón debe ser polígamo.
Varias veces he compartido con usted opiniones
sobre la poligamia (1). La de hoy será una más aunque no la última.
El objetivo principal que orienta estos
artículos es señalar los indeseables efectos secundarios de la monogamia.
El esquema de mis argumentos siempre apunta a
entender cómo es nuestra naturaleza, nuestra esencia, la dotación instintiva
que subyace en cualquier conducta, costumbre, actitud.
Hombres y mujeres pertenecemos a la misma
especie pero somos tan distintos que no sería equivocado estudiarnos como si
perteneciéramos a especies diferentes (2).
Se apartan de una buena comprensión los
varones cuando piensan que las mujeres no son otra cosa que «varones sin pene», así como también
se equivocan las mujeres que piensan que los varones son «mujeres con pene».
En esa
diferencia que hay entre unos y otras, no podemos olvidar que el hombre es
elegido por la mujer cuando el instinto le señala que un varón en particular es
quien posee la mejor dotación genética para gestarle hijos sanos (3).
Cuando ella
lo elige, tratará de ser fecundada por él y, si logra autosustentarse sin la
colaboración del padre de sus hijos, se sentirá aliviada y se apartará de él
cuando ya no desee tener más hijos.
La mujer
vive bien con sus hijos y otras mujeres. Probablemente agregue al núcleo
familiar a sus padres y tíos.
No
necesariamente tiene que olvidarse del padre de sus hijos: quizá desee su
compañía, pero sin un rol de mando. Las mujeres tienen vocación de matriarcado
aunque nuestra cultura hace siglos que se lo niega.
Por su
parte el varón, en condiciones normales y fuera de las instituciones de nuestra
cultura, debe ser polígamo para satisfacer las convocatorias femeninas que
reciba.
Nota: de izquierda a derecha, la
imagen muestra a Angela Merkel, Hillary Clinton, Cristina
Fernández, Michelle Obama, Michelle Bachelet.
(Este es el
Artículo Nº 1.548)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario