sábado, 1 de diciembre de 2012

Las hormonas femeninas conservan la especie



   
La humanidad sobrevive gracias a fenómenos de intensa seducción erótica provocados por el afán reproductivo de las hormonas femeninas

En otro artículo (1), digo sobre el final:

«Por este recorrido del razonamiento llegamos a una conclusión paradojal:

— La pobreza nos aporta carencias estimulantes; y
— La riqueza nos aporta una falta de carencias igualmente estimulante.
»

Efectivamente, tanto las molestias que provocan las carencias como la mortificación que provoca el hastío (la saciedad extrema), son nuestras únicas fuentes de energía, porque esos malestares nos mueven o nos conmueven para que hagamos algo, ya sea trabajar para cancelar las carencias o buscar nuevos desafíos para terminar con el aburrimiento.

En otro artículo (2) digo que en muchas familias existe la costumbre de que sea el varón quien dispone de todo el dinero mientras que, cuando la mujer necesita una cierta cantidad, tendrá que negociar con él para conseguirla.

Este enunciado está expresado en un contexto según el cual dicha acción femenina ante su esposo es una metáfora de pedirle seductoramente que copule con ella porque está ovulando y desea gestar otro hijo.

Con ambas situaciones (la carencia y las demandas femeninas), el varón queda naturalmente estimulado para producir lo necesario para satisfacer las necesidades materiales que requiere la re-producción, única misión que tenemos los humanos (3).

En suma: La energía humana que nos mantiene con vida a los individuos y a la especie, es estimulada (generada) por la existencia de necesidades y deseos que tenemos que satisfacer.

El deseo femenino de tener hijos (cuando hormonalmente se siente obligada a ello), hará que ella estimule al varón para que la fecunde y luego también lo estimulará eróticamente para que él produzca los bienes necesarios para que ella y su prole tengan el dinero suficiente para vivir dignamente.

En todo esto predomina el amor.

     
(Este es el Artículo Nº 1.747)

El cuidado obligatorio de las «cabezas sociales»



   
El uso obligatorio de casco de seguridad nos condiciona para que cuidemos a nuestros gobernantes y demás «cabezas sociales». 

La obsecuencia hacia quienes nos gobiernan es tan saludable como proteger nuestro cerebro utilizando cascos que refuercen la protección natural que provee el cráneo.

Los obreros, motociclistas, corredores de automóviles, están legalmente obligados a prestarle cuidados especiales a su cabeza, no tanto para evitar que se lastimen, (pues el instinto de conservación individual sabe lo que tiene que hacer), sino para instalar en sus conductas la costumbre de cuidar a sus líderes, a sus jefes, a sus gobernantes, a todos quienes realizan funciones similares al cerebro.

Los invito a opinar sobre nuestro diseño corporal.

El cerebro está en un lugar inadecuado teniendo en cuenta la circulación sanguínea de la cual depende. Funcionaría mejor si su alimentación constante no dependiera tanto de que el sistema circulatorio sea infalible. Si en lugar de estar en el extremo superior (más alejado del centro de la tierra), estuviera en el extremo inferior, la irrigación sanguínea contaría con la colaboración de la fuerza de gravedad en vez de tener que vencerla constantemente con la «bomba cardíaca».

Teniendo en cuenta la accidentalidad de la cabeza, está en el peor lugar pues es más sobresaliente, constituyéndose muchas veces en el primer lugar de impacto de cualquier golpe.

El lugar más protegido está ocupado por nuestros genitales, lo cual me lleva a confirmar que para la Naturaleza es más importante la conservación de la especie que cualquier obra pergeñada por el cerebro (1).

Con estos breves comentarios sobre nuestro cerebro y las funciones de organización y conducción que ejerce sobre el resto del cuerpo, concluyo que la preocupación de nuestros líderes, (empleadores, gobernantes, autoridades sanitarias), para que cuidemos nuestro cráneo pretende condicionarnos para que los cuidemos a ellos.

 
(Este es el Artículo Nº 1.746)

El erotismo de pedirle dinero al esposo



   
Cuando la esposa le pide dinero al esposo, inconscientemente le está pidiendo hacer el amor eyaculando en su vagina.

En otro artículo (1) propuse una idea, cuya síntesis al principio del artículo (copete, colgado), dice: «El sexo masculino es un Banco de Semen donde la Naturaleza deja depositados espermatozoides que las mujeres pueden retirar».

Esta ficción es una metáfora que intenta entender cómo nos relacionamos mujeres y hombres, no tanto en la cultura sino en la Naturaleza.

En la cultura predominan los vínculos en los que el varón detenta más poder político, físico y económico. La mujer parece ocupar un segundo lugar.

Ellos se encargan de traer el dinero necesario para los gastos de toda la familia y ellas se encargan de la crianza de los hijos y de las tareas propias del hogar: alimentar, vestir, higienizar.

Según la idea del artículo mencionado, fuera de la cultura los varones son esa especie que guarda algo de las hembras (los espermatozoides), para entregárselos cuando ellas lo soliciten, trámite que en los hechos consiste en seducir al banquero, provocarle una erección del pene, hacerse penetrar en la vagina y estimularlo (¿ordeñarlo?) hasta que entregue el retiro de espermatozoides que solicitó (eyaculación).

En la jerga bancaria, cuando un cajero entrega lo que el cliente viene a retirar de su cuenta, se dice que «el cajero pagó». Por lo tanto, cuando el varón eyacula en la vagina de la mujer, está «pagándole».

Nuestras familias hispanoparlantes son predominantemente tradicionales, con esa organización en la cual «el dinero es cosa de hombres». Es frecuente que en esas culturas el esposo sea el único que tiene acceso al dinero mientras que ella, cuando necesita cierta cantidad, tiene que pedírselo.

Para quienes ven esta costumbre como aberrante, recuerden que inconscientemente  ella está pidiéndole eróticamente semen.

 
(Este es el Artículo Nº 1.745)

Psicoanálisis de derecha y medicina de izquierda

 
Los pobres son mayoría porque el discurso colectivista, (de izquierda y médico) solo puede igualarnos empobreciendo a los ricos.

Comenzaré con una definición arbitraria para sintonizar con aquellos lectores que puedan aceptarla.

Asumo que no hacen falta acuerdos perfectos para poder trabajar juntos. Con unas pocas coincidencias más un mínimo esfuerzo, podemos reunirnos muchas personas diferentes.

Esa definición arbitraria dice que las ideologías de izquierda tienen como uno de sus objetivos principales lograr el mayor bienestar de toda la humanidad, mientras que las ideologías de derecha tienen como uno de sus objetivos principales lograr el mayor bienestar de cada uno de los individuos que componen la humanidad.

En otras palabras: las izquierdas trabajan para el colectivo en su conjunto, como si fuera un único individuo, mientras que las derechas trabajan para cada uno de los individuos que integran la especie.

Les propongo pensar que el psicoanálisis sustenta un punto de vista de derecha mientras que la medicina sustenta un punto de vista de izquierda.

El psicoanálisis es individualista (derechista) porque entiende que curar es ayudar a que cada uno sea como es, mientras que la medicina es colectivista (izquierdista) porque entiende que curar es forzar a que cada uno sea como los demás.

Las izquierdas despliegan un discurso por el que se autodefinen como los más humanitarios, generosos, tolerantes a la vez que enfatizan sus diferencias con las derechas afirmando que estas son individualistas, egoístas e intolerantes.

El discurso humanitario de las izquierdas hace que sus puntos de vista estén presentes en el discurso público de una mayoría de personas. El discurso individualista de las derechas hace que sus puntos de vista NO estén presentes en el discurso público de una mayoría de personas.

Los pobres son mayoría porque el discurso colectivista solo puede igualarnos empobreciendo a los ricos.

(Este es el Artículo Nº 1.757)


Ser duro para durar



   
La palabra «durar», (y sus derivados), puede conducirnos a la pobreza patológica, por inadaptación, inflexibilidad e incapacidad para aprender.

Algunas particularidades del idioma merecen una consideración especial porque de no hacerla, pueden entorpecer nuestra necesaria capacidad y voluntad de generar los recursos que necesitamos para vivir dignamente.

Observemos este detalle, aunque parezca intrascendente: El verbo durar y el adjetivo duro, tienen la misma raíz.

El idioma permite decir: «Ella dura porque es dura».

Por lo tanto, desde la más profunda esencia humana estamos asegurando que la dureza genera duración.

Si le cambio las palabras por otras similares, puedo decir: «Lo inflexible tiene larga vida».

Estas son las enseñanzas para las que no tenemos que estudiar. Tan obvio puede llegar a ser para alguien esta última afirmación que actúa en nuestra mente como un instinto, como algo que nacimos sabiendo.

Cuando sabemos algo sin haberlo aprendido, sin que nadie nos los haya enseñado, ese saber tiene el máximo poder de convicción. Podríamos decir que ese saber nos pertenece y hasta nos aporta identidad porque no es de otros sino que forma parte de nuestro ser, como respirar, parpadear o buscar un techo cuando llueve.

Observemos que de esta sabiduría intuitiva se deriva una consecuencia inevitable: si lo más importante es conservar mi vida, para luego conservar la especie (1), lo que tengo que lograr es mi longevidad, que en otras palabras equivale a decir «tengo que durar», para lo cual «tengo que ser duro (inflexible)».

La inflexibilidad es una condición que impide cualquier proceso de aprendizaje y cuando evitamos cualquier proceso de aprendizaje quedamos inhibidos para adaptarnos al medio.

La inadaptación al medio que provoca «ser duro para durar», implica no poder adaptarnos ni a los cambios de la naturaleza ni a los de la cultura, provocándonos una pobreza patológica inevitable.

 
(Este es el Artículo Nº 1.728)