sábado, 3 de agosto de 2013

La sexualidad post-menopáusica

 
Es normal que las mujeres post-menopáusicas sigan convocando varones para que las fecunden aún sabiendo que un embarazo sería poco probable.

Mi idea es comentarles puntos de vista diferentes sobre los temas más comunes, orientados por la teoría psicoanalítica.

En varios artículos dije que la mujer, hembra de nuestra especie al igual que las demás hembras de las otras especies mamíferas, es la que, cuando está ovulando, atrae a algún hombre, macho de nuestra especie, para que copule con ella y la fecunde.

Por lo tanto, cuando un varón corteja a una dama lo que está haciendo es solo mostrándose para ver si tiene la suerte de que ella lo elija.

El Señor Seductor no hace más que exhibir su oferta como si fuera cualquier otro servicio de los que se comercializan en nuestra economía de mercado, por ejemplo, compañías de aviación, cadetería, odontología.

Sin embargo mi propia observación, que algunos de ustedes podrán ratificar o rectificar, me lleva a pensar que la naturaleza no aplica la coherencia humana en sus procedimientos.

Lo novedoso de mi observación es que las mujeres tienen deseos de gestar estén o no poniendo en circulación un óvulo maduro.

Quizá las hormonas funcionan periódicamente cuando el cuerpo femenino está pronto para anidar un nuevo óvulo fecundado y también cuando ese nido no está pronto.

Recordemos que la naturaleza tiene procedimientos que cuentan con una abundancia de recursos muy superior a la que disponemos los humanos.

Ella (la Naturaleza) no racionaliza (ahorra) sus recursos: por eso hace que las mujeres sigan teniendo deseos de ser madres aún después de la menopausia, cuando la anidación de un óvulo fecundado sería casi imposible.

Por lo tanto es normal que las mujeres post-menopáusicas sigan convocando varones para que las fecunden aún sabiendo que un embarazo sería poco probable.

(Este es el Artículo Nº 1.978)


El curso para padres



 
El «pan debajo del brazo» que traen los niños es el aprendizaje de una escala de valores definitivamente realista.

Alguna vez habrás oído decir que «los hijos vienen con un pan debajo del brazo».

Esta expresión quiere decir que el aumento en los gastos familiares inherentes a la incorporación de un nuevo integrante se solventa porque el propio niño genera condiciones que lo vuelven autosustentable.

Quienes prefieren remarcar la condición espiritual del ser humano, de la planificación familiar y de la vida misma, suelen interpretar lo del «pan debajo del brazo» en un sentido más místico, pensando que Dios se encargará de poner el dinero que falte con tal de que los futuros padres no se sientan cohibidos por las dificultades económicas que se les avecinan cuando la mujer, angustiada ante la conmovedora noticia, piensa: «¡Otra vez embarazada! ¡Cómo vamos a hacer!», y para comunicárselo al futuro padre tiene que elaborar estrategias y cuidados que eviten asustarlo, amargarlo o quizás enojarlo.

La filosofía espiritualista no acompasa los tiempos.

Lo del «pan debajo del brazo» fue un estímulo elemental, básico, simple, para personas escasamente formadas e informadas, a quienes había que alentar de alguna manera para que se reprodujeran y asumieran la sobrecarga de trabajo que generan los niños después de que nacen.

El estímulo a la reproducción tenía un objetivo que muchos rechazarían si fuera cierto que los gobernantes querían más jóvenes para mandarlos a la guerra en beneficio de ambiciones de poder demenciales.

Sin embargo, existe un «pan debajo del brazo» que sí podemos reconocer como existente.

Los jóvenes que no tienen jerarquizada su escala de valores porque poseen un conocimiento excesivamente teórico de lo que es vivir, cuando conciben un niño se enteran que nada es más importante que la conservación propia y de la especie. (1)


(Este es el Artículo Nº 1.958)

Indiscreción fecal y pobreza económica

 
Quizá los adultos indiscretos con sus evacuaciones, (fecales, urinarias y flatulentas), conserven alguna ineptitud infantil para generar y administrar dinero.

Somos unos cuantos quienes creemos en el psicoanálisis como teoría que explica muy bien el psiquismo, pero son muchos más quienes opinan todo lo contrario.

Esto no es grave porque en el mundillo del psicoanálisis podemos encontrar buenos resultados terapéuticos, coherencia lógica, interesantes confirmaciones  a lo largo de un siglo.

Claro que esto mismo ocurre con casi todas las demás teorías.

La mejor defensa que puedo hacer del psicoanálisis que utilizo para mis comentarios diarios no parece muy seria, pero sin embargo es valiosa: las explicaciones psicoanalíticas son bastante divertidas, creativas, artísticas, originales.

Aquellas personas que disfrutan del arte en alguna de sus variadas expresiones casi seguramente disfruten de esta forma de entender la psiquis.

Juntando varias opiniones, se dice que el dinero está inconscientemente asociado con los excrementos fecales, con los niños, con los regalos, con la sexualidad.

Psicoanalistas y no psicoanalistas opinamos que los temas sobre el dinero generan una especie de pudor, vergüenza, inhibición. Es una mercancía de uso diario y universal pero nos resulta perturbadora.

Tengo la esperanza de que el día que este pudor deje de suceder habrá menos pobres patológicos, es decir, aquellos pobres que desearían dejar de serlo pero no pueden.

La idea que les propongo hoy es la siguiente:

Los niños son ineptos con el dinero: o lo malgastan, o no lo valoran, o lo cambian por baratijas. No logran entender el valor social (valor de mercado) que tiene.

Además del lógico subdesarrollo de su personalidad tienen que ser supervisados en sus evacuaciones, «exigen» recibir regalos y están inhibidos culturalmente para el sexo.

Quizá los adultos indiscretos con sus evacuaciones, (fecales, urinarias y flatulentas), también conserven alguna ineptitud para generar y administrar dinero.

(Este es el Artículo Nº 1.955)


Homofobia, monogamia y conservación de la especie



 
La homofobia y la monogamia son hechos sociales necesarios para conservar la especie, pero sobre todo convenientes para los gobernantes.

Como el libre albedrío  es una creencia muy difundida pero no una verdad demostrada, dudo de su existencia. Son las leyes naturales las que nos influyen hasta en nuestra decisión de cepillarnos los dientes.

La extrema belicosidad y ambición propias de ciertas épocas y pueblos, presionó para que estuviéramos particularmente preocupados por la supervivencia de la especie.

Por las guerras y las pestes el instinto de conservación temió por nuestra continuidad sobre la faz de la Tierra.

Con esta hipótesis podrían explicarse la homofobia y la monogamia.

Según he comentado en otros artículos (1) aprendemos a amar con las atenciones que recibimos de nuestra madre.

El amor que conocemos es la reacción ante quien nos provee alimento, abrigo, protección, ternura. Por esto «amar es necesitar» y amamos a quien desinteresadamente nos cuida con seguridad.

Porque aprendemos a amar con una mujer es posible pensar que el amor es un sentimiento prioritariamente dirigido a una mujer.

El único inconveniente de la homosexualidad tiene que ver con la imposibilidad de fecundar.

Si nuestra especie padeció temores de exterminio por causa de las guerras y las pestes, lógico es pensar que la homosexualidad se haya convertido en una amenaza tan grave como una guerra o una epidemia.

Este temor es realista y explica la homofobia.

Los humanos somos mejor controlados cuando pertenecemos a grupos. Por razones de control de los individuos los gobiernos siempre impulsaron la creación de familias (padre, madre, hijos).

El amor hacia la mujer hace que las propias mujeres tengan deseos lésbicos y moderado interés por los varones, quienes solo son imprescindibles para fecundarlas.

La homofobia y la monogamia son hechos sociales necesarios pero, sobre todo, convenientes para los gobernantes.

 
(Este es el Artículo Nº 1.971)

La agresividad y la conservación de la especie




Quizá la Naturaleza nos necesita más agresivos porque el consumismo nos ha vuelto apáticos hasta para conservar la especie.

Todos los puntos de vista son interesantes, aunque algunos más que otros.

Son más interesantes aquellos que ratifican nuestras creencias y menos interesantes los que las cuestionan.  Si además de interpelarlas, se oponen, las descalifican o las ignoran, esos puntos de vista se convierten en antipáticos.

Paradójicamente, la oposición radical, enojada, combativa, es mucho más interesante que la indiferente.

La confrontación excita nuestra natural dualidad, ambivalencia, duplicidad, incoherencia. Los adversarios nos ponen de mal humor, pero ¡cuán útiles son! Si ellos supieran cuánto benefician a sus enemigos quizá moderarían los ataques.

El acoso, importunación, también llamado bullying, siempre existió, pero en la actualidad parece más grave, agudo, preocupante.

Siempre existió dentro de los grupos combatientes, entre gente preparada para la defensa armada del país, para el combate de la delincuencia, para neutralizar los ataques terroristas.

Para estos profesionales de la violencia es natural, divertido, pero también necesario.

El trato entre superiores y subordinados es grosero, rudo, áspero, despótico, irritante. Las bromas entre los de la misma jerarquía son de mal gusto, despiadadas. El concepto de diversión es bastante diferente al de los ciudadanos civiles.

Pero repito: este clima laboral, estudiantil y profesional es parte de la formación.

En la sociedad civil era más escaso, pero ahora aparece con mayor frecuencia y preocupa a los padres, maestros, autoridades encargadas del orden público.

Un motivo de esta sensación colectiva está determinado, o por lo menos favorecido, por la mayor información habitualmente circulante.

Otro motivo podría estar dado porque el exceso de comodidades, propio de la modernidad, nos está atrofiando peligrosamente.

Quizá la Naturaleza nos necesita más agresivos, atentos, crispados, porque el consumismo nos ha vuelto indolentes, gordos, sin ganas de conservar la especie.

(Este es el Artículo Nº 1.966)