sábado, 3 de agosto de 2013

El enrolamiento en el plan reproductivo



 
Los dramas amorosos son menos perturbadores con otra interpretación de lo que somos mujeres y hombres.

Hombres y mujeres somos tan distintos que podríamos pertenecer a especies diferentes (1).

Sin embargo, algo nos une inevitablemente. Me refiero al «aislamiento reproductivo» por el cual la mujer no puede embarazarse con el semen de ningún mamífero que no sea hombre y el hombre sólo podrá fecundar mujeres.

Esta interpretación de los hechos, (que mujeres y varones parecemos pertenecer a especies diferentes), podría permitir un pensamiento más operativo, actitudes más eficaces, una filosofía de vida más económica en cuanto a obtener logros similares a los actuales pero con menos angustia e incertidumbre.

En términos más concretos, esta forma de interpretar lo que somos mujeres y hombres nos ahorraría lágrimas e infinidad de dolencias psicosomáticas.

La economía psíquica aumentaría significativamente si además pudiéramos soportar que no somos tan protagonistas de nuestra propia suerte como creemos.

Según he comentado en otros artículos (2), la naturaleza se expresa a través de los seres humanos así como lo hace a través de otros seres vivos y de objetos inanimados.

En los referidos artículos les comentaba que la naturaleza utiliza a la mujer para elegir a los varones que la fecunden así como otras hembras también reciben el esperma de los mejores sementales para mejorar la especie.

La mamífera convoca a los sementales mediante un perfume seductor (las feromonas), los machos llegan sexualmente excitados, se pelean hasta que uno (supuestamente el mejor dotado genéticamente) la embaraza del mejor hijo que podría tener con los recursos a los que accede en la zona donde vive.

En suma: Mujeres y hombres, ni nos elegimos ni nos aceptamos ni nos rechazamos. Tenemos o no la suerte de que la naturaleza nos dé participación en su plan reproductivo.

     
(Este es el Artículo Nº 1.957)


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