domingo, 6 de noviembre de 2011

Producir y reproducirnos

El coeficiente intelectual mide nuestra inteligencia aunque en última instancia esta depende de cuánto podamos privarnos de las ilusiones.

La lógica psicoanalítica es más discutible que la lógica matemática porque es más flexible, cuenta con premisas no confirmadas y sobre todo, porque nuestros cerebros padecen una tendencia muy fuerte a rechazar lo desagradable y a creer lo conveniente, lindo, fácil.

Aunque nuestro cerebro considera más conveniente, lindo y fácil suponer que nuestra especie es maravillosa, insuperable y mimada por un ser infinitamente poderoso, bueno y justo como es Dios, tendríamos que poder admitir que somos una especie más y que nuestras únicas funciones, misiones y destino son reproducirnos para que la especie sea inmortal (1) y producir para alimentarnos el tiempo necesario para que podamos gestar y criar a los nuevos ejemplares.

Los humanos vivieron bien mientras creyeron

— que el planeta Tierra era el centro del universo,
— que somos una estatua viviente esculpida por Dios, y
— que tenemos libre albedrío.

Los humanos sufrieron las pérdidas de estas tres creencias (ilusiones) cuando

— Copérnico demostró que nuestro planeta gira en torno al sol;
— Darwin nos convenció de que descendemos del mono;
— Freud propuso la existencia del inconsciente cuya función psíquica determina nuestras decisiones.

La desilusión provocada por estas novedades generó grandes protestas, descalificaciones, intentos de «matar al mensajero» (Copérnico, Darwin, Freud).

Muchas personas consideran inadmisible que sólo seamos portadores del ADN que le da inmortalidad a la especie y que una vez entregado nuestro legado a la próxima generación (reproduciéndonos), como si fuéramos participantes de una carrera de relevos (1), ya no tenemos motivos para seguir corriendo (viviendo).

Por este tipo de resistencia a las malas noticias, seguimos diciendo que «el sol sale por el este» en vez de reconocer que, en nuestra rotación, comenzamos a verlo por el este.

(1) El espíritu en realidad es la sexualidad

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Correcciones a nuestras percepciones

Reconocer que la naturaleza no es humana nos permite asumir que nuestra enfermedad y muerte son en realidad buenas noticias.

Las poesías y las fábulas son los únicos ámbitos donde podemos decir que los animales hablan, que los pájaros son arquitectos o que el sol está enamorado de la luna, sin que un psiquíatra sienta la inconfundible fragancia de la psicosis.

En otros artículos (1) he comentado que no podemos evitar la humanización de todo lo que observamos. Dicho de otro modo, no solamente en las poesías y en las fábulas atribuimos rasgos de nuestra especie a objetos y seres que no lo son.

Este defecto raramente está compensado racionalmente.

Cuando un deportista de «tiro al blanco» realiza su práctica, tiene en cuenta la distancia del objeto, la temperatura, la cantidad de luz, el viento, la humedad, el peso del proyectil que lanzará, la parábola (curva hacia abajo) que tendrá la trayectoria. El acierto (puntería) dependerá de cuán precisas sean estas correcciones a lo que su ojo ve.

Nuestra cabeza también necesita hacer correcciones a lo que piensa, razona, interpreta. Por ejemplo, debe compensar esa natural tendencia a suponer que el cosmos, es, piensa y actúa como un ser humano.

Si podemos realizar buenas correcciones a estos defectos de razonamiento, aumentará la «puntería» (acierto) de nuestra percepciones, pensamientos, conclusiones.

Esta tarea de «deshumanizar lo no humano» está severamente dificultada porque nuestra forma de hablar (idioma, lenguaje) está diseñada según ese modelo mental.

Con todas estas consideraciones, les comento que «la naturaleza se alegra de nuestra muerte», porque de esa forma se renuevan los ejemplares de una de sus tantas especies (la humana).

Se «alegra» tanto como nos alegramos los humanos cuando convertimos en chatarra las viejas máquinas para instalar otras nuevas, más modernas, eficientes, actualizadas según los nuevos requerimientos.

(1) La naturaleza es una monarquía absolutista

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Los ecologistas y su adicción al poder

Las adicciones distorsionan la convivencia normal, inclusive cuando dicha adicción es el ejercicio del poder a manos de ecologistas y ambientalistas.

El poder produce sensaciones tan maravillosas como esas drogas cuyos proveedores son delincuentes.

Cabe aclarar que no siempre que algo produce sensaciones maravillosas está contra la ley. A veces el placer muy intenso está moralmente permitido. Por el momento no recuerdo ningún caso pero ya recordaré alguno.

Ese poder que empata en sus efectos con los alcaloides de la felicidad, suele ejercerse coartando el placer ajeno.

Efectivamente, todos tenemos ejemplos en los que los poderosos prohíben, dificultan, restringen, el placer ajeno, a la vez que desenfrenan sus propias pasiones sin reparar en esa imaginara raya amarilla en el piso que indica dónde empiezan los derechos ajenos.

Los ecologistas son personas que disfrutan enormemente ese poder afrodisíaco que consiguen tratando de quitarle libertad de elección a los demás,

Los ecologistas nos prohíben cazar o pescar animales de cualquier tipo, también prohíben ciertas prácticas industriales, la tala de bosques y otras acciones propias de nuestra especie.

Estas sensaciones de poder seguramente les producen gran goce y adicción, al punto que no pueden dejar de procurárselas.

Los seres humanos somos depredadores, abusadores del poder, egoístas y necesitamos un sistema judicial y otro de reclusión (separación del colectivo, contención, reeducador), para que nuestros actos vandálicos se cometan a razón de uno por persona y no más.

Estas normas y condenas son fundamentalmente disuasivas pues podemos verificar que son pocos quienes delinquen, aunque quienes sí lo hacen llaman mucho la atención.

La mayoría somos «buenos ciudadanos» pero existen grupos que no se conforman con eso y quieren ser «buenísimos ciudadanos», para lo cual se ponen agresivamente defensores del ecosistema, de la salud, de cualquier causa que admita defensores fundamentalistas adictos al poder.

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Sobre la adivinación

Quienes pronostican el futuro en realidad expresan su propio deseo y luego harán lo posible para que su vaticino (deseo) se cumpla.

Es cierto que la incertidumbre (1) es molesta y hasta puede llegar a torturarnos si la expectativa refiere a algo tan preocupante como es el resultado de una biopsia.

La intensidad de ese estado ansioso depende no solamente de cuán importante sea la expectativa, sino también

— de nuestra tolerancia a la ansiedad (algunas personas son más ansiosas que otras) y

— de cómo sean las otras dudas sobre el futuro: no es lo mismo esperar el resultado de un examen escuchando música a esperarlo cuando han ocurrido sismos y son posibles réplicas (reiteración de un sismo).

El antídoto (calmante) más utilizado para aliviar la incertidumbre es la adivinación del futuro, el pronóstico, la futurología.

A partir de que la humanidad ha nacido en un sistema solar relativamente estable y en un planeta que no ha variado su ritmo desde que existimos como especie, podemos extrapolar (extender, comparar) esta previsibilidad de los días, las noches, los meses, los años, como también podemos saber cómo estarán las agujas de un reloj en cualquier momento futuro si nunca se detuviera.

Esta previsibilidad tan confiable (la del sistema planetario), cuando se suma a nuestra imperiosa necesidad de bajar la ansiedad que nos produce la incertidumbre, nos compele a un fuerte abandono de la racionalidad para creer que el futuro puede ser pronosticado en cualquier tema.

Cuando intentamos ganar dinero nos encontraremos con que:

— Nos dirán qué ocurrirá en el futuro aunque en realidad no puedan saberlo,
— Luego de emitido su pronóstico, los adivinos harán lo posible para que se cumpla su pronóstico, ya sea alterando los acontecimientos o la información sobre los mismos,
— Tendremos muchas ganas de creer en esas farsas.

(1) La enfermedad que nos alivia

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La violación metafórica

La vocación y el deseo no son tan flexibles sino que sólo ceden como cede alguien violado.

La violación es un delito sancionado con máximo rigor. A tal punto es repudiable que los violadores también son castigados por los compañeros de reclusión.

Dicen que la prohibición del incesto está fundamentada porque la descendencia podría presentar malformaciones, lo cual no es cierto. Los motivos parecen ser más bien económicos, pero lo que ahora me interesa comentar es que las transgresiones a esta prohibición son menos castigadas, excepto que estén asociadas a una violación.

En otros artículos (1) les he comentado que la fecundación ocurre (en la mayoría de los casos), porque la mujer intuye qué varón tiene los mejores genes para gestarle los mejores ejemplares.

Cuando ella desea a un hombre, este concurre a copular con ella con un deseo que, por su inevitabilidad, se parece a una necesidad.

En el momento del encuentro ella también está preparada física y mentalmente y así ocurre este fenómeno tan natural que resulta insólita la dramatización que hacemos de él.

Como lo único importante para los seres vivos es la inmortalidad de la especie (2), la función sexual es también la más importante y todas las demás funciones derivan de ella.

Explico mejor esto de «derivan de ella».

Los humanos actuamos metafóricamente. Nuestra conducta está determinada por el nivel de coherencia de esas metáforas.

La predisposición al coito, el amor, la atracción, la excitación, el deseo, la necesidad de reproducirnos tienen su correlato en el resto de nuestras actividades.

Si nuestro instinto desea trabajar al aire libre, estudiar botánica, tener una familia, gestar varios hijos, metafóricamente será una violación (frustración) todo lo que tengamos que hacer y no se parezca a esa atracción que la mujer siente por el hombre genéticamente más conveniente (satisfacción).

Nota: La imagen es un óleo de René Magritte, titulado La violación.

(1) «A éste lo quiero para mí»
«Soy celosa con quien estoy en celo»
«La suerte de la fea...»
(2) El espíritu en realidad es la sexualidad
Dios es [hacer el] amor

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La frustración como objetivo sexual

Aunque suena paradójico, algunos gozan del placer sexual satisfaciéndolo mientras otros lo gozan frustrándolo después de haberlo estimulado eficazmente.

A pesar de mi indisimulada aversión a los libros y a cualquier otra forma de pensamiento estático, estancado, definitivo y concluyente, hago una excepción con el diccionario, que si bien padece esos vicios de «fijedad», se corresponde bastante bien con el uso del idioma que hacemos para comunicarnos.

En este caso quiero dejarles un comentario sobre el verbo «joder», el que, según la Real Academia Española (*) tiene los siguientes significados:

joder.
(Del lat. futuĕre).
1. intr. malson. Practicar el coito. U. t. c. tr.
2. tr. Molestar, fastidiar. U. t. c. intr. y c. prnl.
3. tr. Destrozar, arruinar, echar a perder. U. t. c. prnl.
joder.
1. interj. U. para expresar enfado, irritación, asombro, etc.

Una expresión campera rioplatense, dice: «Joder es muy lindo, pero mucho más lindo es dejarse de joder [no seguir molestando]».

Si tomamos en cuenta que «joder» significa «fornicar», nos encontramos con que la acción fundamental para cumplir la única misión de cualquier ser vivo (conservar la especie), está asociada lingüísticamente a una molestia.

Las incomparables sensaciones voluptuosas con las que la naturaleza nos paga (1) nuestra tarea de conservar la especie se enfrentan (contradicen) a esta evocación de una molestia.

Aparece aquí una característica humana (quizá no compartida por ningún otro ser viviente), según la cual nuestro menú deseante incluye una atracción y un rechazo por la misma acción (fornicar).

Corresponde entonces tener en cuenta estas evidencias para no olvidar que los humanos gozamos con el placer y con la frustración del placer.

No deberíamos sorprendernos que una actitud seductora, en la que cualquier desprevenido podría suponer que tiene por objetivo gozar sexualmente, en realidad tiene por objetivo gozar frustrando ese desenlace.


(*) Diccionario de la R.A.E.


(1) El orgasmo salarial

El grato oficio de fornicar

Las fantasías sexuales y el dinero

Menos orgasmos y menos salario

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Comprender equivale a legislar

Comprender el egoísmo y la prohibición del incesto nos libera la energía que gastamos en reprimirlos.

Si analizamos brevemente las únicas misiones que tiene todo ser vivo, podemos establecer un orden:

1ª – La primera misión es conservarse a sí mismo, con el inalcanzable objetivo de ser inmortales;

2º - La segunda y última misión es conservar la especie, la cual sí es inmortal (1).

No olvidar que este es el orden de prioridades en nuestra existencia nos permite saber en todo momento que el egoísmo es natural, imprescindible, infaltable.

Expresado en forma más coloquial, un ser humano abstracto, representante imaginario de todos nosotros, podría decir: «Primero estoy yo y después están los demás».

Por razones de convivencia esta fórmula no puede ser expresada libremente así como por razones económicas (2), tampoco podemos satisfacer el deseo de hacer el amor con personas de la familia (prohibición del incesto).

Estos hechos nos causan un conflicto interno que nos quita fuerza, energía, productividad.

Efectivamente, nos debilita pensar, sentir y desear algo y simultáneamente tener que reprimirlo.

Sin embargo este conflicto puede ser menos costoso, puede causarnos menos gasto inútil en reprimirnos, si logramos entenderlo en su lógica.

Dicho de otro modo: cuando alguien comprende la conveniencia de las leyes, puede cumplirlas sin contrariedad porque esa comprensión hace que el ciudadano que debe obedecer también se sienta legislador.

Comprender las dificultades de la existencia nos genera el sentimiento de aprobación, de concordancia, de asentimiento, pues todos cumplimos mejor las normas en cuya implementación podríamos haber participado.

En suma: aunque siempre sentiremos alguna molestia causada por las normas que nos restringen la libertad, nuestra calidad de vida mejora sensiblemente cuando las comprendemos, cuando entendemos que constituyen la mejor solución, cuando podrían haber sido legisladas e impuestas con nuestra aprobación, si hubiéramos tenido esas responsabilidades de gobierno.


(1) El espíritu en realidad es la sexualidad

(2) Las mujeres pacificadoras

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La maternidad frustrada

Es probable que el mal carácter femenino sea causado generalmente cuando no pueden expresar su instinto maternal libremente.

Para que una mentira sea próspera debe contener algo de verdad y, de modo semejante, para que un insulto cumpla su innoble propósito de ofender, también debe contener algo de verdad.

En otras palabras, la verdad es un ingrediente necesario para que las mentiras y los insultos resulten eficazmente creíbles.

Alcanza con que la verdad participe en una pequeña dosis pues, como les he comentado otras veces (1), nuestro cerebro produce «metonimias», esto es, que se desorienta rápidamente creyendo

— que una parte es igual al todo («tiene muchas cabezas de ganado» para significar, «tiene muchos vacunos»), o suponiendo

— que la causa es igual al efecto («ganarse el pan» para significar «ganarse el dinero suficiente para alimentarse»); o confundiendo

— que el contenido es igual al continente («tomar una copa de vino» para significar «tomar el vino contenido en una copa»), y así por el estilo.

Algunas veces anteriores he reflexionado sobre el insulto (2), pero desde un punto de vista diferente al que comentaré ahora.

Al menos en los pueblos rioplatenses, es enojoso que alguien le diga a una mujer que está «mal cogida».

La circunstancia propicia para que aparezca este diagnóstico silvestre se corresponde con un estallido de mal carácter de la ofendida.

En principio parece que se trata simplemente de una sobrevaloración del varón, de su pene capaz de dulcificar cualquier frustración femenina, como si ese órgano fuera una varita mágica que da serenidad a cualquier mujer indignada.

Algo de cierto hay en esto pero indirectamente.

Si aceptamos que las mujeres desean instintivamente ser madres siempre y cuando tengan la ayuda y los recursos suficientes, es verosímil que una mujer frustrada (irritable) se calmaría si pudiera tramitar su instinto maternal libremente.

(1) Las noticias de nuestra infancia – 3
«Hoy comienzan mis éxitos»
La felicidad tiene que ser breve
(2) El insulto provoca autoagresión


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La sexualidad de las discusiones

Una discusión con el propósito de llegar a un acuerdo, es productiva (heterosexual) y si la intensión no es ponerse de acuerdo, es improductiva (homosexual).

Les comentaba en otro artículo (1) que la coherencia de un comportamiento está dada porque las actitudes son metafóricas.

Por ejemplo, si se dice «el átomo es un sistema solar en miniatura», estamos expresando una metáfora que nos permite comprender (hacernos una idea, imaginar) cómo funcionan los neutrones orbitando alrededor del núcleo, pero no estamos diciendo que el átomo contiene planetas.

De manera similar toda nuestra conducta responde a esas metáforas y cuando las detectamos podemos decir que ese comportamiento es coherente.

Pongo un ejemplo que además es el motivo de este artículo.

Habitualmente insisto con la idea de que nuestra única misión es conservarnos como individuos y como especie (reproducirnos).

La fecundación depende de que un óvulo se encuentre con un espermatozoide.

Si se encuentran dos óvulos o dos espermatozoides, nada ocurrirá.

Podemos pensar (ingresando en lo metafórico) que las ideas, opiniones, creencias, ideologías, son comparables a células germinales como lo son los óvulos o los espermatozoides.

Cuando dos personas confrontan ideas (uno piensa A y el otro piensa B), la situación puede verse como una metáfora de una relación sexual porque se enfrentan (discusión, intercambio, diálogo) dos ideas para lograr una tercera (conclusión, desenlace, resolución).

En estas circunstancias, en las que dos personas sostienen ideas diferentes, puede o no existir la intención de construir una tercera idea (reproducción).

Si quienes discuten desean mejorar sus respectivas propuestas (gestar una tercer idea mejor que las anteriores), negociarán «amorosamente», buscando coincidencias, acuerdos, soluciones.

Si quienes discuten desean que sea su propia idea la que prevalezca sobre la otra, no habrá fecundación. Metafóricamente será una discusión homosexual, pues existe el acto sexual (discusión), pero no la procreación (acuerdo).

(1) La violación metafórica

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