Quienes pronostican el futuro en realidad expresan su propio deseo y luego harán lo posible para que su vaticino (deseo) se cumpla.
Es cierto que la incertidumbre (1) es molesta y hasta puede llegar a torturarnos si la expectativa refiere a algo tan preocupante como es el resultado de una biopsia.
La intensidad de ese estado ansioso depende no solamente de cuán importante sea la expectativa, sino también
— de nuestra tolerancia a la ansiedad (algunas personas son más ansiosas que otras) y
— de cómo sean las otras dudas sobre el futuro: no es lo mismo esperar el resultado de un examen escuchando música a esperarlo cuando han ocurrido sismos y son posibles réplicas (reiteración de un sismo).
El antídoto (calmante) más utilizado para aliviar la incertidumbre es la adivinación del futuro, el pronóstico, la futurología.
A partir de que la humanidad ha nacido en un sistema solar relativamente estable y en un planeta que no ha variado su ritmo desde que existimos como especie, podemos extrapolar (extender, comparar) esta previsibilidad de los días, las noches, los meses, los años, como también podemos saber cómo estarán las agujas de un reloj en cualquier momento futuro si nunca se detuviera.
Esta previsibilidad tan confiable (la del sistema planetario), cuando se suma a nuestra imperiosa necesidad de bajar la ansiedad que nos produce la incertidumbre, nos compele a un fuerte abandono de la racionalidad para creer que el futuro puede ser pronosticado en cualquier tema.
Cuando intentamos ganar dinero nos encontraremos con que:
— Nos dirán qué ocurrirá en el futuro aunque en realidad no puedan saberlo,
— Luego de emitido su pronóstico, los adivinos harán lo posible para que se cumpla su pronóstico, ya sea alterando los acontecimientos o la información sobre los mismos,
— Tendremos muchas ganas de creer en esas farsas.
(1) La enfermedad que nos alivia
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