jueves, 23 de diciembre de 2010

Los orgasmos inútiles

«Cuanto más conozco a las mujeres, más me gustan las mujeres».

En otros artículos he fundamentado la opinión personal sobre la asimetría radical que existe entre hombres y mujeres, porque

— Somos anatómicamente diferentes;
— Tenemos distinto protagonismos en nuestra única misión (cuidarnos como individuos y como especie); (y, por consecuencia)
— Diferimos en nuestros puntos de vista, prioridades, idiosincrasia, personalidad, estabilidad emocional, reactividad.

He llegado a decir —sin ningún ánimo de exagerar—, que bien podríamos considerarnos de especies diferentes (como si fuéramos jirafas y camellos) (1).

También he mencionado (2) que la anorgasmia se da más entre mujeres que entre varones.

Lo habitual en nuestra forma de pensar es dar por correcto un cierto modelo y luego comparar todo lo demás con ese modelo, para terminar diciendo: esto está bien y esto está mal.

Esta forma de valorar la realidad que nos rodea corre el riesgo de elegir mal el modelo de referencia.

En la vida cotidiana, aumenta este riesgo porque los expertos en marketing hace siglos que trabajan publicitariamente para imponer ciertos modelos acordes a sus intereses, con lo cual, los más incautos terminamos afirmando que «la medicina es buena», «los árabes son malos», «los que ganan siempre tienen la verdad», «los europeos son más inteligentes que los africanos», etc.

Por machismo puede entenderse «la actitud de discriminar a las mujeres en beneficio de los varones».

No me extrañaría que hombres y mujeres consideremos que la anorgasmia es una disfunción sexual.

Sin embargo, si nos apegamos a la lógica de la naturaleza, podríamos decir que los varones estamos obligados a tener orgasmos porque de esa forma eyaculamos nuestro semen, mientras que las mujeres no los necesitan.

Lo que sí necesitan es lo que no paran de buscar: amor y protección, para ellas y sus hijos.

(1) Una hipótesis de lo peor
Nadie es mejor que mi perro
Ya sé por qué no me entiendes
Ser varón es más barato

(2) Menos orgasmos y menos salario
El orgasmo salarial
Primero cobro y después hago
Las mujeres fecundan gratis

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La prepotente prohibición del lesbianismo

Es probable que yo tenga un desmesurado afán de protagonismo, como me dicen algunas personas conocidas.

No solamente supongo que tienen razón sino que además estoy conforme con mi libertad para pensar, escribir y proponer ideas que no están en los diarios, revistas y libros de difusión masiva.

Claro que los amantes de Caperucita Roja, Pinocho y La Cenicienta, no quieren saber nada con mis ideas tan apartadas de lo que siempre se dijo, se opinó y se tomó como verdad incuestionable.

En un artículo ya publicado (1), repetí algo que dijo Jacques Lacan (simplemente porque nació antes que yo): «heterosexual es cualquiera que desee a las mujeres».

Si hombres y mujeres pudiéramos abandonar el machismo, es probable que terminemos considerando que el valor, utilidad y significación de ambos sexos es totalmente diferente.

En caso de que se hiciera una evaluación descontaminada de intereses sexistas, desapasionada y sin prejuicios, tendríamos que reconocer que

1º) Si consideramos que las únicas cosas que tenemos que hacer los seres vivos es cuidarnos como individuos y como especie (reproducirnos);

2º) Entonces, las mujeres, con su increíble cuerpo, capaz de gestar y alimentar, valen mucho más que el hombre.

Como desde hace milenios nos venimos organizando en base a la fuerza bruta, la violencia y la agresividad, casi todos somos más o menos machistas.

Somos machistas porque es el sexo que manda, gobierna, dirige y castiga a los desobedientes.

Cuando este régimen de dominación bestial caiga en desuso, entonces las mujeres podrán expresar libremente su preferencia por las demás mujeres y disfrutarán de los varones sólo como alternativa necesaria para embarazarse.

Hasta ahora ellas dicen preferir a los varones, en base a una costumbre que comenzó siendo miedo (por lo mismo que somos machistas).

Algún día las dejaremos salir del placar.

(1) «Si señora, voy corriendo»
Sabemos mucho de gays pero poco de lesbianas

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sábado, 20 de noviembre de 2010

«Mis mascotas hacen lo que yo no puedo hacer»

En otros artículos (1) les comentaba que las mascotas mamíferas (especialmente perros y gatos), conviven con nosotros porque los humanos delegamos en ellos (inconscientemente, por supuesto), algunas características de nuestra especie que culturalmente tenemos que repudiar porque estamos en la actitud de creernos superiores.

Traigo a colación que en este blog que creé especialmente, expongo ideas que pretenden fundamentar la hipótesis de que lo único que tenemos que hacer los humanos (al igual que el resto de los seres vivos), es cuidarnos a nosotros y a la especie.

Y para terminar esta mini-introducción al tema, agrego que en otras publicaciones (2), he mencionado la hipótesis de que la naturaleza nos remunera con placer sexual para estimularnos el deseo de autoconservación.

Pues bien: la naturaleza se vale de provocarnos dolor y alivio (placer) para guiarnos en las acciones necesarias para que el fenómeno vida demore lo más posible en interrumpirse (posterga nuestra muerte).

Esquemáticamente podemos decir que:

1º) Cuando somos pequeños, nuestro centro de placer está en la boca, porque lo más importante es nuestra alimentación;

2º) Más adelante, el centro del placer es compartido con el ano, en tanto la excreción complementa el proceso digestivo que permite alimentarnos (reponer energías), y además, por razones neurológicas, se prepara la

3º) y última etapa, la genital, irrigada por los mismos ramales neurológicos que la zona anal y rectal.

Ahora que somos adultos, están todos activos: nos gusta comer, defecar, orinar y el sexo (genital, anal, oral).

Nuestra cultura, que nos enferma psicológicamente para convertirnos en fácilmente gobernables, utiliza al sistema educativo, las religiones y la medicina, para inculcarnos el asco (especialmente a nosotros mismos) que nos inhibe.

En suma: las mascotas nos representan, porque «les falta hablar» y no sienten asco.

(1) Nos comportamos como perros y gatos
El incumplimiento de las pensiones alimenticias

(2) El orgasmo salarial
Primero cobro y después hago
Menos orgasmos y menos salario
Las mujeres fecundan gratis

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La sexualidad sacrosanta

De las múltiples actividades que realiza el animal humano, existen dos que parecen opuestas en un punto: el arte y la religión.

El arte piensa en la vida mientras que la religión piensa en la muerte.

El arte entrega bienestar ahora y la religión promete bienestar para el (supuesto) más allá.

Ambos hacen aportes muy valiosos a la calidad de vida de las personas que aún están vivas y —me animaría a decir— que ambos no hacen ningún aporte a las personas que están muertas.

Pero este no es más que un tema de creencias, que, como decimos los más hipócritas, son respetables.

En varios artículos anteriores (1) he comentado con ustedes que los seres humanos, al igual que cualquier otro ser vivo, tiene por objetivo (misión) conservarse: como individuo y como especie.

Por lo tanto, la sexualidad es una actividad esencial, tan importante como alimentarnos, defendernos de otros seres vivos que apetecerían colonizarnos o devorarnos (grandes o microscópicos seres vivos), y poca cosa más.

Si bien, como decía más arriba, el trabajo más importante de la religiones (me refiero exclusivamente a las judeo-cristianas), es la preparación para la muerte y la vida incorpórea, creo (¿creencia?) percibir que las religiones se interesan mucho por la sexualidad (por la vida), si bien lo hacen dando grandes rodeos, interponiendo opiniones contradictorias, agregándole prejuicios, tabúes, prohibiciones.

Efectivamente, lo más sagrado para las religiones es lo sexual, aunque no lo dicen expresamente sino indirectamente.

La pelvis contiene y protege los órganos genitales de hombres y mujeres, e incluye un hueso denominado precisamente sacro.

Esta coincidencia supongo que no es casual, porque si bien los humanos preferimos complicar las cosas en desmedro de simplificarlas, intuimos que nada es más importante que la sexualidad.

Por eso es tan sagrada y sacrosanta.

(1) Ver blog especializado en el tema, titulado La única misión.

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«Sí señora, voy corriendo»

En un artículo publicado con el título Sabemos mucho de gays y poco de lesbianas , incluía una idea que textualmente dice:

« … podríamos decir con Jacques Lacan que «heterosexual es cualquiera que desee a las mujeres».»

Este punto de vista es diferente al clásico, que se limita a pensar la sexualidad como una diferencia de anatomías y de roles.

Para la inmensa mayoría, este tema está cerrado hace siglos: el varón debe gustar de las mujeres y la mujer debe gustar de los varones.

Con esta idea tan sencilla, hemos llegado vivos hasta ahora y esa es razón suficiente como para no eliminarla.

Sin embargo, es posible pensar algo más, sin necesidad de anular una doctrina tan popular y efectiva.

En varios artículos (1) he mencionado que no somos igualmente importantes para la única misión que nos compete, esto es, conservarnos como individuos y como especie.

Si aceptamos como hipótesis de trabajo, que la heterosexualidad está determinada por el único rasgo de desear a la mujer, no solamente estamos diciendo que si las mujeres no desean a las mujeres, son lesbianas, sino que también estamos invirtiendo una práctica habitual de nuestras culturas, y que se refiere a la romántica concepción de que es el varón quien seduce a la mujer.

Desde mi punto de vista, no solamente son las mujeres las que elijen al o a los varones que a ellas les interesan, sino que nosotros deberíamos atenernos a sus decisiones, con la humildad que se espera de este ordenamiento jerárquico.

Si ellas nos convocan, tenemos que ir y hacer lo posible por satisfacerlas, dentro de nuestras posibilidades reales (salud, fortaleza, disponibilidad económica, nivel de heterosexualidad, apego a las leyes).

Claro que para eso, los seres humanos no podríamos ser propiedad (esclavos) de nadie (monogamia).

(1) Es así (o no) Es así (o no)
La homosexualidad y la infidelidad

María sedujo a José para justificar lo de Jesús
La pobreza es causada por la monogamia
El hombre no existe

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La filosofía profunda simplificada

El Diccionario de la Real Academia Española, define la palabra caleidoscopio, como «Tubo ennegrecido interiormente, que encierra dos o tres espejos inclinados y en un extremo dos láminas de vidrio, entre las cuales hay varios objetos de forma irregular, cuyas imágenes se ven multiplicadas simétricamente al ir volteando el tubo, a la vez que se mira por el extremo opuesto.»

Opino igual que usted: Esta descripción es totalmente ineficiente. Quien conoce el objeto, sabe que no es tan complicado como su definición.

Pero no puedo levantar mucho la voz porque yo no sabría cómo mejorarla.

Sin embargo, las imágenes que adjunto, nos permiten saber, entender o suponer, algo más.

Lo esencial que deseo compartir con usted es que, un caleidoscopio funciona porque un juego de espejos, muestra diferentes figuras, reflejando unos pocos objetos.

Nuestro cerebro —pero más específicamente nuestro inconsciente—, nos induce a percibir la realidad básica, elemental, la más simple, la que perciben los otros animales, como si fuera compleja.

Podríamos decir que el objeto más grande, es el instinto de conservación (de la especie y del individuo).

Otros objetos más pequeños, están relacionados con los anteriores y son, el instinto de poder o apoderamiento y el instinto gregario.

Nuestras existencias no tienen más ingredientes que esos. Todos los demás son derivados.

Por ejemplo, si nos gusta escuchar música, es porque ella nos estimula los centros nerviosos, de forma conveniente para la salud física, imprescindible para que se produzca nuestra conservación como individuos.

Por ejemplo, si tenemos deseos irrefrenables de copular con cierta persona, es porque el instinto de conservación de la especie nos compele a realizar ese acto tan difícil de eludir.

Existen millones de interpretaciones (percepciones) posibles de esa realidad mínima, elemental, simple.

Tal como si fuera un caleidoscopio.

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viernes, 1 de octubre de 2010

La homosexualidad es una enfermedad

Es posible definir el vocablo «enfermedad» como aquello que daña el funcionamiento de una colectividad.

Como he sugerido en otros artículos (1), si hablamos de un colectivo de personas, nos referimos a una sociedad, un pueblo, una nación, y si nos referimos a un colectivo de células, podemos estar aludiendo a un cuerpo viable (que está en condiciones de sostener el fenómeno vida).

Si aceptamos que la única misión que tenemos para cumplir los seres vivos, es continuar la existencia de cada individuo y de la especie, entonces aquello que imposibilita cualquiera de esos dos únicos objetivos, puede ser llamado enfermedad.

Por ejemplo,

— un suicida está enfermo porque su organización celular lo induce a la autoeliminación;

— quien haya hecho votos de castidad o celibato, está enfermo porque su organización celular lo induce a tener una conducta no reproductiva;

— quien haya optado por no tener relaciones sexuales con personas del otro sexo y de su misma especie, es decir, que sólo tenga relaciones sexuales con personas de su mismo sexo, con animales o sólo se masturbe, está enfermo porque su organización celular lo induce a tener una conducta no reproductiva.

Estaremos de acuerdo en que actualmente, es poco menos que un crimen decir que la homosexualidad es una anomalía.

Nuestra cultura está pasando por uno de sus típicos períodos de fundamentalismo, en el que criticar la izquierda es ser nazi, señalar el error de una mujer equivale a ser machista y opinar sobre los efectos no deseados de la homosexualidad, significa ser homofóbico, intolerante, discriminador.

Pues bien, así como lo único permanente es el cambio, la única intolerancia es la de no tolerar la intolerancia, la resistencia, la crítica, el disenso, la exposición de opiniones negativas sobre algo o alguien.

En suma: por lo expuesto, la homosexualidad funciona como una enfermedad.

(1) El injusto proveedor sanguíneo
Los despidos celulares o la amputación laboral


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martes, 31 de agosto de 2010

Unos contra otros a favor de todos

En otro artículo (1) comparaba el funcionamiento de una sociedad organizada con un organismo humano, haciendo especial hincapié en los recursos que cada ciudadano-célula necesitan para desempeñar el rol social o biológico (respectivamente) que tienen asignado.

Eso me lleva a pensar que la cantidad de riqueza está mal distribuida tanto en la sociedad como en la biología.

Y ahora digo que el error está en el adjetivo «mal».

Si en nuestra filosofía consideramos que algo está mal, seguramente estaremos pensando que eso se opone a nuestra existencia como individuos o como especie.

En otras palabras, dado que para los seres vivos no existe otra misión que la de conservarse individual y colectivamente, entonces está mal (merece ese adjetivo) todo lo que de una u otra manera pueda constituir un obstáculo para el mejor desempeño de esa única misión.

Es posible agregar otro ingrediente a esta reflexión que comparto con usted.

Ese fenómeno vida depende de los estímulos agradables y desagradables que nos impone y ofrece la naturaleza.

Tanto el dolor como el placer (2), nos ponen en movimiento para realizar tareas que, si no las hiciéramos, dejaríamos de vivir (comer, evacuar, descansar, reproducirnos).

Estas ideas, tomadas como premisas válidas, nos permiten suponer que para que ocurra lo único que realmente importa (vivir),

1º) todos necesitamos recursos materiales (alimentos, abrigo, dinero);

2º) dados nuestros roles biológicos, sociales, naturales, algunos necesitan (consiguen y tienen) más recursos que otros (riqueza);

3º) estas diferencias de patrimonio entre unos y otros, causa indignación en muchas personas;

4º) la indignación proviene de interpretar como mala esa despareja distribución de los bienes terrenales;

5º) esa indignación genera malestares personales y colectivos;

6º) el malestar es necesario para que el fenómeno vida no se detenga;

Conclusión: la lucha entre pobres y ricos, felizmente molesta y es natural.

(1) El injusto proveedor sanguíneo

(2) Ver Blog Vivir duele

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lunes, 9 de agosto de 2010

Mi primer oficio

Unos de mis primeros trabajos cuando vine a la capital para estudiar, me lo dieron para hacerme un favor.

En un enorme galpón, muy frío porque era invierno, tenía que doblar unos alambres con una máquina.

El trabajo debía hacerlo de noche, cuando los demás obreros se habían ido.

La iluminación era escasísima porque ahorraban energía eléctrica y sólo contemplaba la mínima visibilidad que requería el vigilante en sus esporádicas rondas.

Sentía lástima de mí, pero soñaba con todo lo que lograría cuando terminara los estudios y consiguiera una ocupación más rentable.

La emoción más fuerte la tuve el día de mi cumpleaños, porque el escenario (frío, penumbra, soledad), era exactamente lo opuesto al que tenía cuando vivía con mis padres.

Esa noche, los anhelos, promesas y hasta utopías, cobraron un vigor enorme.

Cuando tomé confianza en la tarea y con el vigilante, me animé a interrumpir la tarea para recorrer el resto de la planta.

Alguien me dijo ¡hola! con mucha simpatía.

Era una joven casi de mi edad, encargada de la limpieza de las oficinas y cuya jornada laboral comenzaba poco antes de mi salida.

Nos gustamos inmediatamente y ya el primer fin de semana fuimos a un parque de diversiones, a tomar y comer algo y sobre todo, a descargar las respectivas curiosidades.

Me contó que le gustaba limpiar porque todos los días se sentía muy útil, sentía que las oficinas tenían un antes y un después de ella, también encontraba cosas que la gente le agradecía con cartitas amorosas.

Estaba contenta con su protagonismo y su poder transformador.

— Mi padre también vive muy feliz —me contó—, aunque está viejito y achacoso. De madrugada reza para que salga el sol y el resto del día, dice que descansa.

Fue una suerte comenzar como doblador de alambres.

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sábado, 17 de julio de 2010

La voluntad de obedecer bajo amenaza

Es posible decir que «voluntad», es la disposición, la energía, la dedicación a realizar algo no placentero.

Cuando lo que hacemos es divertido (mirar televisión, jugar con naipes, practicar un deporte), la disposición a la actividad, al esfuerzo, a correr riesgos, está provocada por el afán de disfrutar.

Como nuestra única misión en la vida es conservarnos y conservar la especie, el instinto que nos determina (gobierna, organiza, tiraniza) es el de conservación.

En nuestro lenguaje, usamos la palabra «naturaleza» para designar algo tan genérico, abarcativo e inespecífico, que podríamos decir que no significa casi nada.

Si tuviera que precisar qué es la «naturaleza», tendría que decir que es «la realidad», «las cosas como son», «todo, incluyéndonos».

Con estas pocas ideas imprecisas, quiero prologar la idea central de este artículo.

La «voluntad», es la disposición para hacer algo no placentero, impuesto por nuestro instinto de conservación, que en última instancia, forma parte de la naturaleza.

Para resumir el párrafo precedente, digo: «la voluntad es un fenómeno natural».

Cuando le pedimos a alguien que haga un esfuerzo de voluntad, le estamos pidiendo que se preocupe por algo que no le interesa, que actúe en contra de su naturaleza, en definitiva, que obedezca como un animal del trabajo.

Los motivos por los que un animal de trabajo o un semejante nos obedecen, surgen porque, al darles la orden (pedirles el esfuerzo de voluntad para que hagan algo que nos interesa a nosotros pero no a ellos), de alguna manera estamos excitándoles (al animal y al semejante) el instinto de conservación.

A los animales de trabajo se los golpea, se los pincha, se los amenaza y a los semejantes también (enojo, recriminación, insulto, privación).

En suma: pedir a otro un esfuerzo de voluntad, es siempre amenazante o inútil.

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sábado, 10 de julio de 2010

El señor Mesías González

En un artículo publicado hace unos días con el título El sol es color blanco les comento que la forma humana de percibir la realidad no es más que eso: nuestra forma de ver, oír o gustar. De ahí a que la realidad sea como la registramos puede haber una gran distancia.

Un defecto mental que nos impone esta esclavitud a nuestros precarios instrumentos perceptivos tiene que ver con la idea de principio y fin.

Como nuestro pensamiento armoniza todos sus contenidos, parece que no podemos suponer que algo carezca de un principio por la sencilla razón de que nosotros tenemos un nacimiento. Nuestra mente parece que sólo puede pensar así: «Si yo tengo un principio y un fin (porque nací y moriré), entonces el universo tiene que tener un principio y un fin».

De manera similar, como fui concebido por mamá y papá, entonces todo tuvo que tener (por lo menos) un creador. Como este pan que estoy comiendo fue amasado por alguien, entonces el universo fue construido por alguien también.

A partir de esta humanización de la realidad construimos cadenas de causas-y-efectos que pueden llevarnos a diversas conclusiones.

Como una de las maneras que tenemos de revisar la validez de nuestro funcionamiento mental consiste en consultar con otros sobre qué opina de nuestras reflexiones, es muy probable que el otro ser humano nos diga que está de acuerdo y a partir de ahí la hipótesis se convierte en verdad (descubrimiento).

Otro ejemplo clásico de la humanización de la realidad que hacemos se refiere a los motivos por los cuales algo sucede.

Cada vez que hacemos algo tenemos un propósito razonable, inteligente o caprichoso. Por lo tanto a la pregunta ¿para qué viene al mundo? pueden corresponderle respuestas del tipo: «para cumplir una misión divina»; «para que mi alma se perfeccione en sucesivas reencarnaciones»; «para algo importante pero estoy averiguando qué».

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martes, 22 de junio de 2010

La creatividad y el miedo

En un artículo publicado hace poco con el título La mujer de Juan Pérez les decía que nuestra psiquis actúa metafóricamente, esto es, repite el mismo esquema de diferentes formas.

Les comentaba que el afán de poseer un terreno donde poder sembrar, cultivar y cosechar lo que necesitamos para comer, se repite metafóricamente en el afán de poseer una mujer (terreno), fecundarla (sembrar y cultivar) para que nos dé hijos (cosechar), que luego nos ayuden.

Si tenemos en cuenta que casi todas nuestras acciones son semejantes entre sí (metáforas unas de otras) y que nuestra única misión es conservarnos (producir) y tener hijos (reproducirnos) (1), ahora les propongo pensar en el fatídico aburrimiento.

Cuando trabajamos con nuestras manos (reparando, cocinando, tejiendo), estamos creando.

En otras palabras, las tareas que hacemos son una forma de gestar, de reproducirnos, de preservar la especie.

La «tarea» que hace el útero cuando está gestando, se parece (metafóricamente) a lo que hace un artesano cuando moldea el barro, o a lo que hace un obrero cuando construye un edificio, o a lo que hace un escritor cuando escribe una novela.

Nuestro sistema nervioso necesita estímulos (trabajo, desafíos, curiosidad, diversión) en forma constante.

Cuando nuestro sistema nervioso recibe esos estímulos (aferencias), nos sentimos bien, disfrutamos de la vida, estamos entretenidos.

Cuando nuestro sistema nervioso no recibe esos estímulos, nos sentimos mal, tristes, aburridos.

Conclusión: las máquinas que hacen nuestro trabajo, también nos quitaron esos estímulos, que ahora tratamos de sustituir con temores por la salud, por la seguridad y por la economía.

Los estímulos que nos quitaron las máquinas, provienen de la creatividad y los estímulos sustitutivos que hemos encontrado, provienen del miedo.

La creatividad aporta mejor calidad de vida que el miedo.


1) Menos orgasmos y menos salario

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La violenta violación educativa

Nuestra única misión consiste en defender la vida de la especie, para lo cual debemos cuidar a los que ya nacieron y tratar de generar nuevos ejemplares que reemplacen a los que inevitablemente iremos muriendo.

Por lo tanto, es legítimo afirmar que los sentimientos más importantes son el amor hacia lo que contribuya a cumplir la misión y el odio a todo lo que obstaculice su cumplimiento.

Desde este punto de vista, la sexualidad es la función esencial para el cumplimiento de la única misión, porque contiene el amor con el cual nos unimos para fecundarnos y el odio (agresividad) con el cual nos defendemos.

Los términos amor y odio se corresponden con las expresiones atracción sexual y rechazo sexual .

La educación forma parte de la única misión, porque para poder conservarnos y reproducirnos, tenemos que aprender a trabajar para conseguir los recursos que demanda existir.

Por lo tanto, la educación obtiene energía del amor y de la sexualidad.

La pasión por saber, por desarrollar destrezas, por satisfacer la curiosidad, el deseo de producir, de crear, inventar, descubrir, son impulsos amorosos y sexuales (aunque no genitales).

Para aprender, el alumno debe estar motivado para estudiar. Tiene que estar predispuesto a incorporar las ideas, nociones y datos que se le ofrecen.

Sin embargo, la cultura hace algo indebido.

Los sistemas educativos no piden el consentimiento a sus alumnos y —aunque sé que suena descabellado—, violan al estudiantado cuando imponen temas que no interesan a todos.

Los fracasos estudiantiles se explican como incompetencias de alumnos y/o profesores, pero la dificultad está en que sólo podemos aprender por amor a lo que nos gusta, nos atrae y nos excita.

Lo que no sea así, es una violación que genera la natural resistencia que llamamos fracaso escolar.

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miércoles, 9 de junio de 2010

Las mujeres fecundan “gratis”

Hace unos meses, les comentaba (1) que dos de cada tres mujeres, no tienen orgasmos.

En ese mismo artículo, les decía que esa escasez de gratificación sexual (especie de salario de la naturaleza que remunera lo que hacemos para conservar la especie), se corresponde (casualmente o no) con el hecho de que las mujeres ganan (promedialmente) un 17% menos dinero que los varones.

Los humanos formamos parte de la naturaleza. Por lo tanto, puedo decir que «somos naturaleza» y que nuestras acciones son «fenómenos naturales».

El ecosistema conserva su armonía gracias a la intervención de todos sus integrantes, sean seres vivos u objetos inertes.

Quiere decir que es muy probable que nuestro pensamiento contenga la lógica de la naturaleza.

Por lo tanto, si nosotros tenemos a unos trabajadores que, si no cobran no trabajan (los hombres, sin orgasmo no eyaculan y —por lo tanto— no fecundan) y otros que, cobren o no cobren, igual trabajan (las mujeres, con o sin orgasmo, pueden gestar), entonces —imaginando a la naturaleza como una empresa donde los humanos somos los trabajadores abocados a la tarea de autosustentarnos y reproducirnos—, las trabajadoras son más explotadas que los trabajadores.

Esto mismo podemos describirlo de otra manera:

Los humanos no creamos nada, sino que hacemos adaptaciones, nos inspiramos en lo que ya existe para reformularlo.

Más aún, como decía más arriba, somos parte de la naturaleza y por eso, todo lo que hacemos (vacunas, rascacielos, postres de chocolate), está hecho en realidad por la naturaleza (con nuestra intermediación).

Estas consideraciones, referidas a la diferencia de los sexos y a que somos agentes (representantes, obreros) de la naturaleza, nos podrían dar una hipótesis (posible explicación, pista, orientación), que nos explique la injusta distribución de la riqueza que tanto lamentamos.

(1) Menos orgasmos y menos salario



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jueves, 3 de junio de 2010

Me quiere mucho, poquito, nada ...

Todos los días, al levantarnos, tenemos una cantidad limitada de energía.

Esto es así para todos, jóvenes, viejos, hombres y mujeres.

Esa energía la necesitamos para cumplir nuestra única misión: conservarnos como individuos y como especie.

Para cumplir ambas tareas, aplicamos parte de esa energía a conseguir y conservar vínculos, porque siempre necesitamos la compañía de por lo menos una persona más. Solos, podríamos sobrevivir poco tiempo.

Conseguir y conservar los vínculos, nos consume energía de dos maneras:

1) Haciendo lo que nuestros compañeros aman en nosotros (trabajar, escuchar, acariciar, dejarnos mirar, permitirles que nos ayuden, alimentarlos, defenderlos, etc.), y

2) Demostrando o aparentando la existencia de esas cualidades que desean de nosotros quienes nos aman (exhibir resultados concretos, hacerles regalos, prometerles, maquillarnos, auto-publicitarnos, adularlos, etc.).

Necesitamos a los demás, pero la proximidad de la compañía depende de cada uno.

Hay personas que pueden sentirse acompañados por personas físicamente lejanas, mientras que otros casi no toleran la falta de contacto visual.

También es diferente la cantidad de esfuerzo que hace falta para atraer y conservar los vínculos.

Algunas personas son naturalmente atractivas, pero otras tienen la necesidad de hacer o aparentar grandes proezas para lograr atraer y retener los vínculos.

En relación con esta otra particularidad que nos caracteriza, es oportuno recordar la fábula de la liebre y la tortuga.

Al correr una carrera, la liebre —muy confiada en su natural velocidad (atractivo) —, se echó a dormir pero se despertó cuando la tortuga había traspasado la meta.

Hasta acá, estuve haciendo un prólogo que fundamente la creencia en que la inseguridad personal es necesaria.

Culturalmente criticamos a la gente insegura, pero me atrevería a decir que las personas prosperan cuando temen el abandono y no prosperan (pobres patológicos) los arrogantes y altaneros como la liebre.

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martes, 1 de junio de 2010

La pobreza es causada por la monogamia

Según el psicoanálisis, los varones descubrimos en algún momento que nuestra mamá no tiene pene como suponíamos.

Es por eso que los deseos destructivos que les comentaba en el artículo publicado con el título La depresión constructiva, nos provocarían el temor de ser castigados con esa castración que ya sufrió ella.

En otro artículo publicado hace meses, les comentaba que los varones somos menos necesarios que las mujeres para cumplir la misión de conservar la especie (1).

Les decía que unos pocos varones pueden fecundar a muchas mujeres, aunque nuestra cultura ha distorsionado esa característica —vigente en las demás especies—, imponiendo la institución matrimonial monogámica.

Uno de los motivos por el que los pobres son mayoría (quizá en una relación de 80 pobres cada 20 ricos, según el Principio de Pareto (2)), tenga relación con esta condición de los sexos: no hacen falta muchos varones (ricos) pero sí hacen falta muchas mujeres (pobres).

Si desconocemos la existencia de la institución matrimonial monogámica, si imaginamos a la humanidad organizada de otra forma, donde unos pocos son los encargados de fecundar a las mujeres, podríamos reencontrar el Principio de Pareto: un 20% de los varones fecundarían al 80% de las mujeres, y para aplacar el deseo sexual de los demás, entonces un 20% de mujeres (prostitutas), fornicarían con el 80% de hombres excluidos de la función reproductiva.

Suponemos que nuestra forma de organizarnos es la única posible; imaginamos que somos los animales más evolucionados; suponemos que la familia monogámica es la solución inmejorable y rechazamos las ideas cuando son tan desagradables como ésta (aunque fueran ciertas).

En suma: la (sensación de) injusticia distributiva, puede ser provocada por una monogamia anti-natural.

En vez de ser unos pocos los que fecundan, unos pocos (casi todos hombres) acumulan demasiados bienes.

(1) Es así (o no)

(2) El inexplicable Principio de Pareto

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lunes, 24 de mayo de 2010

Su majestad el pene

Estoy casi seguro de que el machismo existe debido a que los seres humanos somos hijos del rigor y que el macho de nuestra especie posee un esqueleto muscular más grande que el de la hembra.

El más grande, fuerte, violento y cruel toma las decisiones, legisla, hace cumplir su ley y luego escribe la historia.

Esta interpretación de la realidad es fácil de aceptar porque es muy racional y coherente. Sin embargo no es la única.

Para los que admitimos la posibilidad de que el pensamiento (psiquis) determina la conducta, hay otra teoría que merece ser tenida en cuenta.

Si suponemos que lo único realmente importante para nuestra especie es su propia conservación, entonces tenemos que aceptar que los órganos genitales son los verdaderos símbolos de nuestra misión en la vida.

Y ya llegamos! El genital masculino es el símbolo de la especie porque es el único visible (especialmente en estado de erección). Es el símbolo tanto para hombres como para mujeres. El poseedor del símbolo de nuestra especie se convierte en el líder natural, todos le asignamos ese rol y él tiene que asumirlo.

Nuestra psiquis funciona así, generando símbolos y luego atribuyéndoles poderes mágicos que nos marcan el camino por el que podremos transitar. Otros símbolos fuertes son la cruz, el sol, el cetro (o bastón de mando), la corona, el águila, el toro, etc.

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Hombres hasta morir

Si pudiéramos partir de la premisa de que la única misión que tiene el ser humano es conservar su especie, podríamos acceder al siguiente punto de vista.

Lo que el psicoanálisis ha dado en llamar «complejo de castración» estaría dando cuenta de la triste condición masculina de ser especialmente prescindible. Por eso es que los varones participan en la guerra en mayor cantidad que la mujeres.

Castración en psicoanálisis no significa que al hombre puedan cortarle el pene y/o los testículos, sino que su destino —por ser más prescindible que las poseedoras de útero y senos—, es defender aún con su vida a las mujeres, a los niños, a los enfermos jóvenes y a los ancianos (en ese orden, según creo).

Sostengo esta idea porque lo veo en el resto de los mamíferos: el macho más fuerte (mejor dotado genéticamente) copula con muchas hembras y los otros quedan relegados a un inespecífico segundo plano.

En la explotación ganadera, se conservan las hembras para reproducción y se matan a los machos para comer su carne, reservando sólo uno de ellos para fecundar al resto de las hembras (estoy pensando en vacas, cabras, cerdos, conejos y reconozco que pasa algo similar con las aves de corral).

No solamente la mujer es estadísticamente más longeva que el hombre sino que además intuyo que nuestro género cumple su misión defendiendo la conservación de la especie aún con su vida.

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«Lléneme el tanque»

En un afán por simplificar lo complejo, muchas personas adhieren al criterio económico neoclásico que se caracteriza por considerar que el trabajo es un insumo más en los procesos productivos.

Para esta corriente de pensamiento —no sólo económico sino también filosófico y político— la producción es una especie de cocktail compuesto por tres ingredientes: materias primas (hierro, madera, plástico, etc.), herramientas y mano de obra.

Como nunca falta alguien que trate de simplificar lo simplificado, algunos dicen que la mano de obra y las materias primas podrían considerarse como una misma especie.

Es bastante claro que el ser humano es el objetivo de todo esfuerzo que se haga. Conservar al individuo y a la especie es la única misión que tenemos. Todos pretendemos que la sociedad y sus gobernantes nos reconozcan estos derechos y que actúen en consecuencia.

Cuando alguien piensa que nuestro esfuerzo es una mercancía más, nos tratará como a objetos, como a cosas inertes, provocándonos una desvalorización no solamente molesta sino que para muchos equivaldrá a un intento homicida.

En la fantasía de muchos gobernantes (sin distinción de ideologías), los trabajadores somos máquinas cuyo tanque de combustible es la billetera. Pero lo más grave no es esto. Lo más grave es que muchos trabajadores suponen que trabajan sólo por el dinero y se creen muy inteligentes cuando centran sus reivindicaciones laborales exclusivamente en torno de los aspectos económicos.

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El grato oficio de fornicar

La hipótesis de que la única misión del ser humano es cuidarse a sí mismo y a la especie, sigue dándome temas para pensar.

No es sencillo entender que la naturaleza tiene sus propias leyes de funcionamiento y que cuando nos referimos a ella no podemos evitar imaginarla como si tuviera comportamientos humanos. El propio lenguaje con el que no tenemos más remedio de comunicarnos, nos obliga a darle formato humano a casi cualquier cosa que pensemos.

Por lo tanto, no es que la naturaleza tenga conductas humanas sino que los humanos tenemos conductas naturales. Lo sepamos o no, lo tengamos en la conciencia o en el inconciente, nosotros le copiamos a ella y los mejores inventos no son más que adaptaciones de lo que ya existe.

Por ejemplo, imagino que el genial inventor de la rueda se inspiró observando como bajaba rodando una roca desde lo alto de la montaña. Lo único que hizo fue alisarle los bordes hasta darle forma circular y ahí tuvimos «nuestro invento».

Como la única misión (trabajo) es conservarnos a nosotros y a la especie, tenemos que las sensaciones voluptuosas que acompañan la eyaculación no aparecen antes de que esta se produzca. Millones de años demoramos en darnos cuenta que nunca se puede pagar por adelantado porque eso desestimula al trabajador.

Como ven, estoy comparando fornicar con trabajar y al placer del orgasmo con el cobro del sueldo.

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domingo, 23 de mayo de 2010

«Necesito que te vaya un poco mal»

Sobre ciertos temas sería preferible no pensar demasiado porque se corre el riesgo de llegar a conclusiones desagradables.

A pesar de eso, siempre me dirijo a aquellas personas que prefieren conocer todas las opiniones para después elaborar las propias.

Mis artículos están pensados para quienes piensan por sí mismos y no para quienes prefieren comprar las opiniones de otros.

Para cumplir con la misión humana número dos (reproducirnos) necesitamos a otro y para cumplir con la misión humana número uno (conservarnos) también necesitamos contar con la colaboración de otros (proveedores y prestadores de servicios, honorarios o rentados).

La prohibición del incesto nos obliga a buscar compañía fuera del núcleo familiar.

En este emprendimiento, buscaremos a alguien que se adecue a nuestros gustos y que esté dispuesto a darnos lo que nos falta (el compromiso afectivo de que estará junto a nosotros “en las buenas y en la malas” ... sobre todo “en las malas” que es cuando más necesitamos compañía y que es cuando más difícil se hace acompañarnos).

Quizá sea más difícil acompañarnos cuando estamos mal, por el trabajo y las privaciones que le impondremos a quien nos acompañe, pero simultáneamente, esa difícil situación nos volverá más dependientes de ella y ésta podrá entonces sentirse más segura de nuestra compañía mientras estemos mal.

Su colaboración generará una deuda que nuestra responsabilidad y gratitud hará que una vez superado el trance, sigamos en deuda durante todo el tiempo por venir.

La necesidad que todos tenemos de que no ser abandonados incluye el deseo —y en algún caso también tomar las acciones que fueran necesarias— de que el otro en algún momento esté lo suficientemente mal como para que esa responsabilidad y gratitud lo obliguen moralmente a no abandonarnos.

Por lo tanto, las relaciones de pareja incluyen aspectos sobre los que sería mejor no tener información porque arruinan la ilusión de que los motivos que conservan los vínculos tan necesarios son generosos, desinteresados y de que nunca incluyen el deseo de que nos vaya mal.

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Diccionario de psicoanálisis

Algún motivo existe para que los médicos hablen con palabras que no se entienden y para que escriban con una letra ilegible. Confío en que alguna razón habrá. Que casi nadie sepa el porqué no alcanza para afirmar que sólo tienen esas malas costumbres.

En psicoanálisis pasa algo parecido. A veces ni nosotros mismos sabemos bien de qué estamos hablando y reconozco que tampoco conozco el motivo.

Ayer les comenté una versión sobre lo que es una «madre castradora» y hoy les comento algo más sobre la palabra «castración».

Un hombre castrado no puede tener hijos. Si entendemos que la única misión del ser humano es conservarse (él y la especie), entonces un hombre castrado está incapacitado para cumplir la función reproductiva, o sea, no puede cumplir la parte de la misión consistente en conservar la especie.

La anterior es la definición más explícita del vocablo castrado. Por analogía podríamos decir que alguien que no puede tener un trabajo padece una especie de castración (no está apto para ganarse el sustento). También podríamos decir que alguien que no puede vincularse con una persona del género opuesto, no podrá fecundar y por lo tanto es como si estuviera castrada.

El vocablo define entonces a una serie de ineptitudes (tanto de hombres como de mujeres). Asimismo, una persona se dice que es castradora cuando impide que otra tenga o aplique sus aptitudes (desestimulándola, asustándola, exigiéndole más de lo que puede lograr).

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El dinero o la vida

Desde hace más de dos años estoy pensando sobre lo que defino como «pobreza patológica».

Hoy me cuestiono si la pobreza es de dinero o de vida.

El razonamiento es este: Para que nuestra vida siga funcionando, necesitamos el estímulo de las necesidades y el deseo. El hambre nos hace ir a buscar comida, el deseo sexual nos hace ir a buscar a otra persona, entablar un vínculo, seducirla y dejarnos seducir, el frío nos hace buscar una habitación y ropa.

Como la única misión de cada individuo es mantenerse vivo y reproducirse para mantener viva a la especie, parecería ser que es la insatisfacción que nos estimula la vida lo que efectivamente puede presentársenos en una dosis «patológica» (excesivamente alta o excesivamente baja).

Esto me lleva a pensar que una buena calidad de vida depende de contar con la insatisfacción adecuada.

Por lo tanto, es patológicamente pobre (de vida) tanto quien padece una insatisfacción excesiva como quien casi no cuenta con ella porque le son satisfechas (canceladas) todas las necesidades y deseos.

Si esta reflexión fuera correcta, tendríamos que la pobreza patológica no es de dinero sino de vitalidad y que los pobres patológicos podrían pertenecer a cualquier clase social.

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Monumento al antidepresivo

Hoy continúo con la idea propuesta en el artículo titulado Coitoterapia.

Como he comentado varias veces, la única misión que tenemos los humanos y las demás especies es cumplir la organización que impone la naturaleza (lo cual equivale a decir que nadie posee una misión).

Si un gran número de hombres y mujeres creen en el poder mágico del pene, entonces podemos pensar que muchas mujeres (inconscientemente) se muestran o están deprimidas (desinfladas) para atraer a los varones que se creen fornicadores terapéuticos porque con su penetración podrán restablecer la presión interior que a ellas les falta.

Hasta donde sé, la depresión está provocada por una disfunción cerebral pero es oportuno recordar lo que se denomina resistencia a la cura.

Como primera conclusión de este artículo podría decir que las mujeres que padecen una disfunción cerebral que se manifiesta con depresión, podrían ver demorado su restablecimiento (mediante psicofármacos y/o psicoanálisis) porque inconscientemente observan que su enfermedad atrae a los varones que se imaginan con un pene mágicamente antidepresivo.

La propia naturaleza es la encargada de generar esta resistencia a la cura dado que Ella propicia la fecundación para conservar la vida de cada especie.

Causó sensación cuando a finales del año 2005 decidieron ponerle el preservativo más grande del mundo (67 metros) (imagen) al obelisco de Buenos Aires, como campaña publicitaria de prevención del Sida y (quizá) para reafirmar la hipótesis de que el pene es tan importante como para hacerle un monumento disimulado en forma de obelisco.

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No al aborto. Sí a la castración

Puesto que nuestra única misión es conservar la vida propia y la de la especie y dado que la naturaleza es la Ley Superior que nos gobierna a todos, es probable que muchas veces no podamos controlar nuestro deseo sexual.

Los seres humanos —a diferencia de las demás especies—, creamos nuestras propias normas, muchas de las cuales contravienen esa Ley Superior de la naturaleza (la gran Constitución).

Cuando una mujer queda embarazada sin desearlo es porque la naturaleza hizo su trabajo y ella no pudo evitarlo.

La legalización del aborto es una mala solución para una peor transgresión porque cuando las normas de convivencia humanas contravienen las leyes naturales, están viciadas de nulidad.

Entonces, la prohibición del aborto intenta defender la Ley Superior pero sin enmendar la inconstitucionalidad de las normas que perjudicarán a esa mujer.

Quienes defienden la prohibición del aborto prefieren desconocer que están sometidos a sus instintos como cualquier otro animal.

La actitud condenatoria hacia la mujer que necesita interrumpir su embarzo es despiadada: «Lo hubiera pensado antes» dicen estos seres humanos que (según imaginan) todo lo pueden.

Este sentirse superior a las demás especies es una actitud arrogante, pero sentirse superior a los propios semejantes es patológico.

No es extraño que estos defensores de la naturaleza dependan del amor de una mascota a la cual privan de su libertad. O —peor aún— también la castran para que no moleste con su vergonzosa obediencia a las leyes naturales.

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Fornicamos con seriedad

Cuando los seres humanos fornicamos nos ponemos serios. Nuestros gestos denotan muchos afectos pero sin perder la seriedad.

Los demás animales muestran una actitud indiferente, parecen distraídos, como si estuvieran haciendo algo mecánicamente.

Sin embargo sabemos que el coito es algo muy placentero antes, durante y después de practicarlo.

Antes y después pueden haber risas, bromas, baile, canto, pero en el momento de la penetración no hacemos nada de eso.

La importancia de la sexualidad se muestra por cuán sensible es a la buena salud. Cuando no estamos bien es lo primero que se resiente (desinterés, apatía, frigidez, impotencia).

Según he comentado en otros artículos, nuestra única misión es la misma que tienen los demás individuos de las otras especies: conservarnos (como individuos y como especie).

El deseo sexual siempre incluye la fantasía reproductiva. Que utilicemos barreras para evitarlo es una consecuencia de la economía, algo exclusivamente cultural (y antinatural) creado por los humanos para asegurar una mejor convivencia.

Todas nuestras acciones son vinculables al instinto sexual: trabajar, estudiar, jugar. Por ejemplo, trabajamos con placer para que a nuestros hijos no les falte lo necesario, estudiamos para poder trabajar, jugamos para divertirnos, para gozar, para recuperar fuerzas.

Y vuelvo al principio para decir que fornicamos con seriedad porque es la acción más importante (reproducirnos) y trabajamos, estudiamos, jugamos también «con seriedad» cuando tenemos la suerte de asociar todas nuestras actividades a lo más importante y placentero que tenemos para practicar: la sexualidad.

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La disconformidad universal

En varios artículos (1) he mencionado la idea según la cual el fenómeno vida depende de que hagamos ciertas cosas como por ejemplo comer cuando tenemos el dolor del hambre y así conseguir el placer de la saciedad.

Estas continuas presiones que padecemos simplemente porque estamos vivos (en forma de dolor que nos empuja y de placer que nos atrae), queremos evitarlas (porque si nos fueran indiferentes, no nos moveríamos y perderíamos la vida).

La palabra «sentimiento» derivar del verbo sentir y nos hace pensar en lo que sentimos, percibimos, registramos,

La reacción mental a estas vicisitudes inherentes a la condición de estar vivos se manifiesta con la producción de los sentimientos de angustia, insatisfacción, esperanza, envidia, fastidio, bronca y otros por el estilo.

Como lo único realmente importante en la vida de cualquier ejemplar de cualquier especie es conservarse él y la especie a la que pertenece, en la nuestra, todas las sensaciones molestas se remiten a una sola que representa a todas las demás.

Según el psicoanálisis (y confieso que por ahora creo en él), las mujeres se quejan de que no tienen pene y los varones nos quejamos de que podemos perderlo.

Como decía, el órgano más importante tiene que ser genital porque nuestra única misión es conservar la especie (tener sexo reproductivo) y por eso, el principal problema de ellas es no tenerlo y el gran problema de ellos es temer perderlo.

Además de que nuestra única misión es cuidarnos y reproducirnos, hay otra razón para que el órgano más importante sea el pene.

Como hace millones de años nos organizamos mediante el uso de la fuerza bruta y la violencia (mejor desarrolladas en el varón), los humanos somos machistas (elegimos el pene como símbolo y no la vulva, los senos o el útero, como también podrían corresponder).

(1) La naturaleza es hermosa pero antipática
(Maldita)Felicidad publicitaria
Somos marionetas de la naturaleza
Loción infalible contra las molestias

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Es así (o no)

La siguiente es una síntesis de varias ideas ya expuestas en estos blogs.

Los seres humanos no tenemos períodos de celo pero igualmente la mujer es la convocante. Los varones andamos por ahí olfateando qué feromona (olor de las hembras en celo) puede estar atrayéndonos y si la encontramos, allá vamos como un dibujo animado.

Cuando llegamos al entorno de la hembra convocante, ella nos detecta en forma visual y olfativa para instintivamente determinar si poseemos o no la dotación genética que en combinación con la suya le dé hijos de los cuales pueda enorgullecerse frente a las demás mujeres.

El auditorio de toda mujer son las demás mujeres y por eso todas son lesbianas o a lo sumo bisexuales.

Tienen que serlo porque aprendemos a amar y a gozar con una mujer (mamá). Es una mujer la que nos activa el cuerpo deseante con sus manipulaciones afectuosas e higiénicas. Por eso ambos géneros deseamos a una mujer.

De hecho es el género más importante porque anatómicamente hace la mayor contribución a la conservación de la especie (única misión de cada ejemplar de cada especie).

Un solo varón puede fecundar a mil mujeres por año a razón de tres eyaculaciones diarias y le quedan 33 días para tomarse vacaciones. A los 999 varones restantes pueden mandarnos a la guerra, explotarnos salvajemente, usarnos para experimentos de laboratorio.

Sin embargo estos 999 alguna vez se rebelaron e impusieron la monogamia y demás formas de predominio.

Como en cualquier régimen de facto (el de los varones, en este caso), todo funciona tal cual exigen los mandones, pero clandestinamente sucede lo que debe suceder (infidelidades, poligamia, mujeres insatisfechas) porque las leyes naturales no pueden transgredirse por mucho tiempo.

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Menos orgasmos y menos salario

Habitualmente digo que las únicas tareas naturales de todos los seres vivos (incluidos los seres humanos) consisten en conservarnos como individuos y como especie.

En nuestro idioma podríamos trasponer los verbos y decir que lo único que tenemos que hacer es producir (trabajar para ganarnos el sustento) y reproducir (fornicar para tener hijos).

Simplificando aún más, la lógica deductiva nos autoriza a decir que la única misión de un ser humano es producir.

Cuando producimos trabajando, nuestros clientes o empleadores nos gratifican con dinero con el que podremos comprar lo que necesitemos para conservarnos como individuos.

Cuando nos reproducimos fornicando, la naturaleza nos gratifica con el placer sexual, que en el mejor de los casos, llega a su punto máximo en el orgasmo.

¿Sabía usted que el 66% de ellas no accede al orgasmo?

Con estos datos podríamos decir que cuando la naturaleza gratifica con el orgasmo a los seres humanos para que se reproduzcan, les está pagando salarios más bajos a las mujeres que a los hombres.

Aunque reconozco que puede tratarse de una casualidad, igual me parece interesante relacionar este hecho con que el salario femenino promedio es inferior al de los hombres.

Entre otros, el Banco Interamericano de Desarrollo decía hace poco (octubre de 2009) que los hombres ganamos 17% más que las mujeres (brecha salarial entre géneros).

Cabría mencionar también que la mayoría de los pobres del mundo son mujeres (feminización de la pobreza).

En suma: estoy relacionando la mayor dificultad que tienen las mujeres para acceder a la remuneración sexual que nos proporciona la naturaleza como pago por reproducirnos (orgasmo), con la mayor dificultad que tienen ellas mismas para acceder a la remuneración económica que nos proporciona el mercado laboral.


Nota: La imagen corresponde a famosa escena de la película Cuando Harry conoció a Sally, en la que Meg Ryan demuestra cómo es posible fingir un orgasmo.


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The Semen Bank

Está en nuestra naturaleza suponer que no somos animales a pesar de que existen múltiples evidencias que nos llevan a esa conclusión.

No hay duda que somos animales diferentes al resto, pero también es cierto que todos los animales son diferentes entre sí.

Lo que necesito compartir con ustedes es que el único motivo por el que estamos vivos es para mantener nuestra especie. Por eso lo más importante que tenemos que hacer es cuidarnos y reproducirnos. Todo lo demás son formas de hacer esto mismo.

Ayer les proponía la hipótesis de que preferimos recibir dinero de un ente abstracto (el Estado) y que nos cuesta más recibirlo de alguien que tenga cuerpo, de una persona como nosotros (empleador, cliente, paciente).

Una causa posible de esta dificultad puede ser que nuestra psiquis, tan sensible a las metáforas (comparaciones), supone que cuando una persona nos da dinero, de alguna manera nos está inseminando como cuando un pene —al eyacular— descarga el semen dentro del cuerpo que está penetrando.

En esta metáfora tenemos dos matices. Cuando alguien nos da dinero voluntariamente suponemos que es su deseo penetrarnos e intenta fecundarnos, con lo cual no deja de ser un honor que alguien nos seleccione para ser «la madre» de sus hijos. Más difícil es cobrar porque en este caso estamos (siempre metafóricamente) pidiéndole al otro que nos penetre, que nos dé su semen y que sea el padre de nuestros hijos.

Resumiendo: Por lo menos para algunas psiquis, cobrar dinero de alguien de carne y hueso, equivale a recibir semen de quien nos paga. En caso de que esto tenga que ser así (porque no somos empleados públicos), preferimos que nos lo den voluntariamente porque pedir que nos paguen nos da tanta vergüenza como la que siente una mujer cuando desea hacer el amor con un desconocido.

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jueves, 20 de mayo de 2010

El matrimonio entre homosexuales

Es natural y saludable discutir sobre el matrimonio entre homosexuales.

Discutir es bueno por dos motivos:

1) Para escuchar los diferentes argumentos que cada uno tiene a favor o en contra;

2) Porque discutir es tan aeróbico como correr, nadar o levantar pesas.

Discutir es bueno para la salud física, mental y social.

Habría un tercer beneficio: cuando se puede discutir, se está haciendo uso de la función simbólica (el lenguaje) que, usada eficazmente, tramita un monto de agresividad que ya no tiene por qué ser canalizado a través de la violencia física.

Por lo tanto, es muy bueno que exista una discusión sobre las ventajas y desventajas de que dos personas del mismo sexo se unan en matrimonio, porque siempre es bueno discutir y porque además el tema es interesante.

Creé este blog para reunir mis diferentes aportes sobre lo único que tenemos para hacer realmente los humanos y cualquier otro ser vivo: conservarnos (como individuos y como especie).

A partir de esa premisa, es obvio que cuando dos personas del mismo sexo se unen, sexualmente son estériles.

Por lo tanto la misión de reproducirse queda excluida.

Si alguien se escandaliza porque ese matrimonio no tendrá hijos, basta pensar que hace siglos aceptamos de buen grado el celibato de algunos religiosos (mayoritariamente católicos en el área hispano-parlante).

En otro orden, es aberrante que una mujer no tenga autorización para abortar cuando lo desee.

Por lo tanto, si es humanamente razonable interrumpir un embarazo, es humanamente razonable que dos personas se asocien para compartir la vida aunque no puedan reproducirse.

Como esa única misión que tenemos los seres vivos, incluye conservar la propia vida, es legítima la libertad de procurarlo en soledad o asociándose con quien o quienes se prefiera.

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lunes, 17 de mayo de 2010

Cambiar para seguir igual

Retomo mi propuesta de que las únicas obligaciones que la naturaleza nos impone a los seres humanos son — al igual que en el resto de las especies —, conservarnos vivos el mayor tiempo posible y reproducirnos.

Por lo tanto los dos instintos que predominan en nuestras existencias son el de conservación y el de reproducción (sexual). El resto de nuestras preocupaciones no hacen más que remitirse directa o indirectamente a estos dos únicos objetivos vitales.

La búsqueda de nuestros recursos materiales para atender estas dos exigencias principales hace que a veces tengamos que movernos, cambiar de actitud, de mercado, de país, de amistades, de clientes, de proveedores y sobre todo tengamos que cambiar nuestra forma de ser.

Observe que el conflicto acá es inevitable porque el instinto de conservación por un lado nos obliga a conservarnos, pero resulta que este mismo instinto, enfrentado a ciertas circunstancias, nos obliga a cambiar (que es una forma de no conservarnos como éramos).

Cuando sabemos que nos enfrentamos a un conflicto previsto por la naturaleza, éste puede vivirse con menor desgaste emocional porque el conocimiento siempre disminuye el dramatismo.

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