Este es un punto de vista distinto a los más populares. Puede estar equivocado, o no.
La siguiente es una síntesis de varias ideas ya expuestas en este blog.
Los seres humanos no tenemos períodos de celo pero igualmente la mujer es la convocante. Los varones andamos por ahí olfateando qué feromona (olor de las hembras en celo) puede estar atrayéndonos y si la encontramos, allá vamos corriendo.
Cuando llegamos al entorno de la hembra convocante, ella nos detecta en forma visual y olfativa para instintivamente determinar si poseemos o no la dotación genética que, en combinación con la suya, le dé hijos de los cuales pueda enorgullecerse frente a las demás mujeres.
El auditorio de toda mujer son las demás mujeres y por eso todas son lesbianas o a lo sumo bisexuales.
Tienen que serlo porque aprendemos a amar y a gozar con una mujer (mamá). Es una mujer la que nos activa el cuerpo deseante con sus manipulaciones afectuosas e higiénicas. Por eso ambos géneros deseamos a una mujer.
De hecho es el género más importante porque anatómicamente hace la mayor contribución a la conservación de la especie (única misión de cada ejemplar de cada especie).
Un solo varón puede fecundar a mil mujeres por año a razón de tres eyaculaciones diarias y le quedan 33 días para tomarse vacaciones. A los 999 varones restantes pueden mandarnos a la guerra, explotarnos salvajemente, usarnos para experimentos de laboratorio.
Sin embargo estos 999 alguna vez se rebelaron e impusieron la monogamia y demás formas de predominio.
Como en cualquier régimen de facto (el de los varones, en este caso), todo funciona tal cual exigen los mandones, pero clandestinamente sucede lo que debe suceder (infidelidades, poligamia, mujeres insatisfechas) porque las leyes naturales no pueden transgredirse por mucho tiempo.
(Este es el Artículo Nº 129)
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