La naturaleza condiciona a la mujer para que esta tenga varones de reserva por si alguno le falla.
Quizá esta sea una forma torpe, grotesca y burda de expresarlo, pero sin embargo puede ser de alguna utilidad para aproximarnos a este interminable misterio sobre qué es el ser humano en general y cómo funciona la relación entre hombres y mujeres, en particular.
He mencionado muchas veces (1) que los mamíferos humanos funcionamos de manera similar a los demás mamíferos en lo que refiere a que es la hembra de cada especie la que genera las condiciones adecuadas para lograr la fecundación que habilite la gestación de un nuevo ejemplar y así responder al instinto de conservación de la especie.
Los machistas piensan que el varón seduce y conquista a la mujer hasta que «le hace» los hijos que él desea procrear.
Lo que sí es cierto es que ellas se comportan como para que él se crea el actor principal de todo el cortejo y planificación familiar.
Hasta donde he podido apreciar (observando no sólo a los mamíferos humanos), las mujeres emiten ondas seductoras (que en las demás hembras de otras especies tiene forma de perfume llamado «feromona») que atraen a los varones.
La mujer se «enamora» (la naturaleza la obliga a elegir a unos pocos) y actúa instintivamente para que ese varón la fecunde.
Sin embargo, ella no prescinde de los demás varones que también podrían tener la dotación genética más favorable para combinarse con la dotación genética de ella.
Por el contrario, ella mantiene amistad, algún vínculo superficial, alienta esperanzas con máxima sutileza, de tal forma que si tuviera necesidad de tener más hijos, y el fecundador anterior ya no estuviera disponible, pueda apelar a otro candidato entre sus varones de reserva.
Atención: Los participantes actúan inconscientemente.
(1) Las órdenes de las leyes naturales
(Este es el Artículo Nº 126)
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