lunes, 5 de diciembre de 2011

La exagerada ambición sexual

El deseo de tener sexo no se detiene en el acto sexual sino que en nuestra psiquis va más allá.

Vivir es crear, producir, conseguir, investigar, luchar, matar y casi cualquier otro verbo.

Esta cantidad de verbos ocurren porque estamos dinamizados por las necesidades y los deseos.

Tanto las necesidades como los deseos son manifestaciones de carencias, escaseces, ausencias.

La misión específica (derivado del vocablo «especie») de reproducirnos nos provoca una de esas «dinamizaciones», cuya manifestación subjetiva se caracteriza por la necesidad-deseosa de tener sexo: con alguien del sexo opuesto, del propio sexo, con uno mismo (masturbación), con animales de otras especies o hasta con aparatos mecánicos.

Como mencioné en otro artículo (1), la naturaleza juega con el azar a su favor.

¿Cómo hace la naturaleza para ganar? Simplemente hace tantas apuestas que siempre logra algún resultado favorable, tal como es la gestación de un ser humano cada miles de actos sexuales, de los cuales sabemos que muchos están condenados al fracaso (anticonceptivos, homosexualidad, animalismo).

Lo que pensamos y sentimos los humanos es irrelevante para esta abundancia de intentos que hace la naturaleza.

En ese impulso que nos motoriza para cumplir nuestra misión específica (fecundarnos), encontramos situaciones extrañas.

Observen esto: estamos motorizados por la necesidad y el deseo. Tanto deseamos fornicar con alguien del sexo opuesto, que en el afán de saciarnos completamente llegamos a desear poseer a ese portador del genital complementario.

Esta ambición tan alocada como la del avaro más patológico, puede:

— provocarnos deseos homosexuales para sentir que tenemos lo que la persona deseada tiene («él tiene pene igual que yo»);

— estimularnos placeres autoeróticos pues así también sentimos poseer el órgano deseado («la mano es tan mía como el genital que puedo excitar con ella»);

— imponernos la monogamia, acompañada de celos posesivos, obsesivos, tiránicos, fundamentalistas.

(1) Cambiaré, pero no sé cómo

Lotería con millones de bolillas y miles de premios

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