Las mujeres ganan menos dinero que los hombres porque nuestro sistema de convivencia desconoce algunos hechos.
Muchas decisiones dependen del criterio de valoración que utilicemos. Es más: muchas veces no usamos ningún criterio sino que confiamos en la valoración publicitaria.
También necesitamos desvalorizar a los demás para calmar los sentimientos de vulnerabilidad que nos atacan cuando padecemos algún pico de realismo agudo (y que raramente deviene crónico).
Me interesa compartir con ustedes el hecho innegable de que en nuestro mercado laboral las mujeres ganan promedialmente menos dinero que los varones.
Este es un fenómeno antipático pero de estricta justicia pues, desde el punto de vista del empleador, aunque ambos sexos tenemos capacidades productivas similares, ellas tienen más compromisos vitales que los varones y por eso es normal que falten para alimentar a sus hijos, para cuidar a los familiares enfermos y hasta para recuperarse ellas mismas de la sobrecarga vital a la que están sometidas por imperio de las leyes naturales.
Es normal que cuando un sistema está mal diseñado y da malos resultados, surjan voces defensoras del sistema gritando el slogan «Los sistemas son perfectos pero los que siempre fallan son los humanos» (nótese que el eslogan excluye tendenciosamente a quienes lo pronuncian).
Propongo pensar que los humanos somos perfectos en el diseño y la construcción aunque intelectualmente deficitarios, al punto que no percibimos este déficit.
Nuestro sistema de convivencia no contempla:
1º) Que nuestra única misión es conservarnos como individuos y como especie;
2º) Que en esta única misión, la mujer es, por lejos, la más comprometida;
3º) Que es un despropósito que además tenga que trabajar para sustentarse;
4º) Que los varones no tenemos mucho interés en mantener económicamente una familia.
La injusticia distributiva de responsabilidades vitales entre hombres y mujeres, causa pobreza patológica.
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