Nos llevamos mal con nuestra sensibilidad pues nos debilita la sensación de que podemos controlar nuestras vidas. Benetton se beneficia ayudándonos.
Según cuenta la historia, un joven italiano pensó (en 1955) que la gente busca ropas coloridas. Creyó que una mayoría rechaza los grises.
Con el entusiasmo que caracteriza a tantos jóvenes emprendedores, Luciano Benetton se dedicó a crear prendas muy alegres.
En suma, tuvo la suerte de tener una buena idea, tuvo la suerte de contar con recursos suficientes (corporales, sociales, ecológicos) como para que la idea pudiera desarrollarse y tuvo la suerte de que encontró público interesado en comprar ropa con su estilo.
El psicoanálisis encuentra su mayor número de pacientes entre quienes no pueden convivir con los sentimientos alegres.
Gran cantidad de personas prefieren la tristeza por el aplastamiento que provoca en los impulsos deseantes provocadores de una temible pérdida del control de sus vidas.
La décima y última lámina del Test de Rorschach (manchas de tinta), es la que tiene más colores y la que provoca reacciones (respuestas) más desorganizadas.
A grandes rasgos, podemos ver que muchos pueblos de raza blanca son parcos, serios, severos, católicos y usan ropas de colores apagados mientras que los pueblos de raza negra son más ruidosos, proclives a cantar y a bailar, con dioses igualmente divertidos y usan ropas de colores vivos.
Benetton hace especial hincapié en la integración, la tolerancia étnica, porque felizmente puede conciliar sus intereses comerciales con algo que a nuestra especie beneficia (la igualdad entre los seres humanos).
Este año (2011) presentó su campaña publicitaria «dejar de odiar» (UnHate), consistente en el uso de foto-montajes que presentan besándose en la boca, al estilo soviético, a personalidades que notoriamente tienen intereses contrapuestos, que quizá se odien, tanto como odiamos la tolerancia, la alegría, la audacia publicitaria.
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