Corresponde alegrarse ante toda señal de progreso sin olvidar que este sólo puede ocurrir cuando antes había un retraso.
Contaminado por cierta coherencia que no puedo evitar, retomo un tema ya comentado en otros artículos (1) y que refiere a cómo el animal humano cursa un predominio como especie por la paradójica condición de ser el más discapacitado.
En otras palabras, como los otros animales tienen el instinto híper desarrollado y cuando salen del útero materno están casi maduros para empezar a valerse por sí mismos en poco tiempo, se mantienen en esa condición superior de forma poco cambiante.
Sin embargo los humanos, por el hecho de tener un pésimo desarrollo instintivo y necesitar casi veinte años fuera del útero para acceder a la autosustentación, tenemos un cerebro mucho más grande (en proporción al tamaño del cuerpo) y estamos complementados por un accesorio que funciona como un segundo instinto (la cultura), con el que podemos adaptarnos mejor que las demás especies a los cambios y por eso evolucionamos más que el resto.
De todos modos esto no debe ser leído como un rasgo de superioridad sino todo lo contrario.
Tenemos que tener en cuenta que si el resto de los seres vivos han desarrollado todo su potencial, no tienen margen para seguir desarrollándose, mientras que los peor desarrollados sí lo tenemos.
En suma 1: Los humanos evolucionamos más rápidamente que las demás especies porque somos más imperfectos mientras que las demás especies casi ya no tienen nada para perfeccionar, han llegado al máximo de su potencialidad y por eso no tienen más para desarrollar.
Esto mismo ocurre con los países: los más desarrollados crecen, prosperan y cambian más lentamente que los subdesarrollados (hoy llamados «países emergentes»).
En suma 2: cuando algo mejora, tenemos una virtud actual derivada de una precariedad anterior.
(1) Los animales se parecen a los especialistas
El deseo es inconvenientes
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