viernes, 7 de octubre de 2011

La rentabilidad de la franqueza

Pocas personas poseen el arte de generar en los demás (cónyuge, empleador, cliente) la confianza para informarnos qué tenemos para mejorar.

«Nosotros y nosotras» queremos ser muy competentes en las relaciones sexuales.

Deseamos que nuestro ocasional partenaire (o cónyuge definitivo, único y vitalicio), nos admire por nuestro erotismo, resistencia, pasión y demás cualidades excitantes, seductoras, fascinantes.

Claro que si de imaginar se trata, también queremos poseer los mejores atributos en cualquier otra área de nuestra vida: inteligencia, rapidez, valentía.

Con la sexualidad nos ocurre algo particular: como las demás especies la practican sin pudor, nosotros, para diferenciarnos, la dramatizamos al extremo de reprimirla, sin considerar que el verdadero rasgo inmortal está en la capacidad de reproducirnos (1).

Las demás habilidades y actividades son secundarias a la sexualidad que es «nuestra única misión» (2).

Observemos sin embargo que esta represión que tradicionalmente le hemos impuesto culturalmente a la única función importante que tenemos (reproducirnos para conservar la especie), no ha sido tan drástica ni contraproducente pues la población mundial aumenta.

Por lo tanto podemos afirmar que estamos haciendo las cosas bien, lo cual no significa que no podamos mejorarlas.

Lo que quiero proponerles es que para satisfacer nuestro deseo de ser los mejores amantes tenemos que tener una actitud tal que nuestros ocasionales (o definitivos) compañeros sexuales puedan contarnos sus preferencias y molestias, sin que tengamos que adivinarlas y molestarnos con las sugerencias.

La actividad sexual es una forma de comunicación, sin embargo la mayoría tenemos problemas para comunicarnos en asuntos de dinero (en primer lugar), en asuntos sexuales (en segundo lugar) y en asuntos varios (en tercer lugar).

En suma: Tendríamos una actitud rentable si los demás pudieran ser sinceros con nosotros, sin temor a nuestra ofensa, enojo o venganza. Mejoraríamos los vínculos en asuntos económicos y sexuales.

(1) El espíritu en realidad es la sexualidad

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