martes, 3 de julio de 2012

Sobre medicina paliativa



La medicina suele perder de vista que salvar una vida es menos importante que salvar una «calidad de vida».

Como les comento en otro blog (1), los humanos somos idénticos a los demás seres vivos en una sola cosa: existimos sólo para seguir existiendo.

Desde el más simple animalito unicelular hasta Paul McCartney (o el personaje que usted quiera elegir), no tenemos ninguna otra tarea obligatoria que conservar nuestras respectivas especies (amebas o humanos).

Por lo tanto la muerte de un hijo provoca un dolor que solo es superado por nuestro propio riesgo de vida.

Es lógico que así sea porque, ante esta única misión (conservar la especie), tenemos un solo problema: la muerte.

La naturaleza parece utilizar la muerte prematura como un mecanismo de perfeccionamiento porque la generación de nuevos ejemplares cuenta con esas muertes para interrumpir la existencia de quien no tuvo la suerte de ser concebido como para llegar a feliz término (de la gestación y de la vida reproductiva).

El narcisismo es una característica de las personas psicológicamente inmaduras gracias al cual uno se cree lindo, inteligente, valioso, perfecto, infalible.

Es bueno tener algo de narcisismo pero no es muy bueno tenerlo en exceso.

Los humanos padecemos un exceso de narcisismo cuando se nos ocurre suponer que el orden natural es imperfecto y que necesita de nuestra oportuna colaboración.

Es comprensible que los padres de un niño con dificultades para vivir se angustien, sufran y apliquen toda su energía a tratar de salvarlo.

La medicina, cuando no admite perder ante la muerte, suele salvar vidas sin valorar qué calidad de vida tendrá el «milagrosamente» rescatado.

En general los médicos tampoco aceptan que un paciente se oponga a sufrir los terribles e inciertos tratamientos contra el cáncer porque solo aspira a una muerte digna (tratamiento paliativo).

 
(Este es el Artículo Nº 1.614)

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