El deseo reproductivo provocado por la naturaleza es infinitamente más
efectivo que el deseo productivo provocado por el dinero (salario).
Les he comentado en otros artículos que,
seguramente, las hembras humanas no se enamoran de cualquier varón, ni del más
hermoso, ni del más acaudalado, sino de aquel que posee la dotación genética
más conveniente para que, al «asociarse» con la de ella, gesten hijos viables, sanos, fuertes.
Alguien se
preguntará: ¿cómo se entera ella de la dotación genética de él?, y mi respuesta
es: como se entera de tantas otras cosas intuitivamente.
Ellas no
buscan un varón que las fecunde, ellas lo encuentran, porque es la naturaleza
la que genera las condiciones predisponentes para que aleatoriamente la
conservación de la especie continúe ocurriendo.
Por lo
tanto, en lo único importante que tenemos para hacer los seres vivos
(conservarnos como individuos y como especie) (1), existe un fenómeno natural
causante de que ella se sienta poderosamente atraída por un determinado varón,
a partir de lo cual él se sentirá convocado por ella y el instinto les
prohibirá frustrar el deseo de tener sexo.
Ese impulso
de ella y ese impulso de él generado por ella, forjan lo que llamamos deseo. La
atracción física que sienten es deseo y las posibilidades de eludirlo son
bajísimas para ambos.
No son
inventos de los poetas atribuirle a estos fenómenos biológicos (la atracción,
el deseo, la copulación) un carácter prodigioso, sobrenatural, mágico. La
incapacidad mental que nos impide entender el fenómeno, nos compele a
inventarle causas irracionales, ilógicas, misteriosas.
Si
comparamos la calidad del deseo reproductivo provocado por la naturaleza, con la
generación de deseo que pretende ejercer sobre los trabajadores quien paga
(estimula) con dinero para generar un deseo productivo, entenderemos por qué es
tan difícil que un trabajador produzca con entusiasmo re-productivo.
Otras
menciones del concepto «las mujeres eligen a los varones»:
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario