domingo, 4 de septiembre de 2011

La parodia pre-matrimonial

En nuestra cultura, ellas eligen al cónyuge pero para que este se responsabilice económicamente se necesitan muchos testigos de que él quiso desposarla.

Aunque ellas son las que seleccionan y eligen (1), la necesidad de que ellos se responsabilicen económicamente de los hijos que gesten ha desarrollado la costumbre de que la parte activa la tomen ellos, entonces ellas se dejan seducir, demoran en aceptarlos, esperan ser cortejadas, reciben los regalos y en el mejor de los casos, aceptan formar una familia con el mejor candidato.

Después que él ha dado muestras de interés, es decir, de que la desea, la necesita, quiere tomarla como su esposa y que todo esto fue observado por suficiente cantidad de testigos (la presentó a los familiares, se paseó con ella por la ciudad, la tomó por los hombros, la celó en los bailes) y que en forma redundante, aceptó comprometerse (aún más) con ella regalándole un anillo, concurriendo a una reunión de muchas personas, entonces ella (y los familiares de ella), pueden suponer que a él no le será tan fácil abandonarla.

Lo digo de otra forma:

Lo real es que en nuestra especie como en cualquier otra especie de mamíferos, es la hembra la que convoca a los machos que le sirven (1), pero como en nuestra organización económica es preciso que él se comprometa formalmente (contraiga y reconozca la responsabilidad) a contribuir patrimonialmente a la crianza de los hijos, entonces se monta esta escena según la cual es el varón el que seduce, persuade y conquista (concepto bélico) a la mujer, la cual simula una claudicación, un renunciamiento, un dejarse convencer, sólo a los efectos de que el deudor quede lo más comprometido posible a cumplir con su deuda: satisfacer las necesidades y deseos de ella y de la prole.


(1) «A éste lo quiero para mí»
«Soy celosa con quien estoy en celo»
«La suerte de la fea...»

●●●


No hay comentarios: