Los humanos somos capaces de ensañarnos con los competidores
vencidos porque queremos vernos (imaginarnos) invencibles, omnipotentes, pero
sobre todo inmortales.
Creo que no hay muchas dudas sobre cuán
débiles somos como individuos, sin embargo habría que recordar que somos muy
fuertes como especie.
Los demás individuos de las demás especies,
caminan media hora después de ser paridos, se reproducen con pocos años de
edad, saben qué hacer en cada contingencia de su vida porque el instinto
contiene todas las respuestas.
Estas cualidades de los demás ejemplares de
las especies mamíferas escasean en los humanos, pero sin embargo cada vez somos
más, nuestra especie cuenta con más de siete mil millones de ejemplares. Somos
una especie próspera.
Si esto estuviera bien razonado, entonces tendríamos
que aceptar que el individualismo es una mala solución mientras que las
acciones que tengan en cuenta a nuestra especie tienen más posibilidades de
éxito.
Expreso esta idea porque insistentemente hago
comentarios sobre cómo somos los humanos y no precisamente para resaltar
cualidades valiosas sino todo lo contrario.
En este caso me detengo para señalar nuestra
tendencia a «patear a
quien está caído» o, como metafóricamente se dice, «hacer leña del árbol
caído».
Cuando dos
ejemplares de otras especies luchan, quien reconoce haber perdido se aleja o se
pone patas arriba ofreciendo las partes blandas de su cuerpo para que el
ganador lo devore.
El perdedor
que asume su derrota, no es perseguido ni devorado con ensañamiento. Entre los
demás animales es normal tener clemencia con los vencidos, pero entre los
humanos tenemos que ovacionar ese gesto con gran algarabía porque no somos así,
no somos nobles, no tenemos hidalguía, actuamos como cobardes.
Probablemente
somos así porque sabemos que moriremos y queremos disimularlo con gestos de
abuso de poder que nos disfracen de omnipotentes e inmortales.
(Este es el
Artículo Nº 1.703)
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