Algunas personas pueden
pensar que, si el dinero puede ser dilapidado, quizá nos esté «lapidando»
cuando lo recibimos.
Según nuestro Diccionario de
la Real Academia Española, el vocablo «dilapidar» significa «Malgastar los bienes propios, o los que alguien tiene a
su cargo» (1).
Parece lógico pensar que una
mala opinión sobre el dinero colabora para que tratemos de no poseerlo. En caso
extremo, hasta podríamos pensar que esa mercancía (el dinero) es diabólica,
perversa, perniciosa.
También podríamos pensar que,
bajo su apariencia amigable (porque nos permite satisfacer algunas necesidades
y deseos), se esconde un fetiche que atrae a la mala suerte, que la seducción
que genera en algunas personas (avaras, ambiciosas, envidiosas), los conduce
inevitablemente a las peores desgracias.
Los efectos que el dinero
produce en la psiquis son suficiente evidencia como para pensar en que posee
poderes mágicos de incalculable y nefasto poder.
Algunas novelas están basadas
en el efecto alienante que se produce en algunas sectas, en las que algún
inescrupuloso y carismático personaje (simbolizando al dinero), induce en las
personas que lo siguen una especie de idolatría, es decir, un amor excesivo y
vehemente de muy mal pronóstico.
Aunque el vocablo «dilapidar» puede
aludir a varios bienes que se malgastan, es especialmente adecuado para referir
al despilfarro de dinero.
Las hipótesis sobre la etimología del verbo «dilapidar» no son concluyentes,
pero es generalmente aceptado decir que alude claramente al desprecio con que
se tiran (arrojan, desechan) las piedras, quizá por su abundancia en ciertas
zonas del planeta.
Es muy popular aquel desafío de Cristo cuando les dijo a quienes estaban
dispuestos a condenar a una adúltera, «el que esté libre de pecado que tire la
primera piedra».
Algunas personas pueden pensar que, si el dinero puede ser dilapidado,
quizá nos esté «lapidando» (apedreando, castigando) cuando lo recibimos.
(Este es el
Artículo Nº 1.712)
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