lunes, 3 de septiembre de 2012

El mérito de ser humano





Para alabar a otras especies, señalamos sus rasgos humanos y para señalar la superación de las mujeres, señalamos su masculinización.

¿No han notado ustedes que cuando describimos a los demás seres vivos lo hacemos desde la arrogante petulancia de considerarnos superiores? ¿No han notado ustedes que cuando queremos realzar algún rasgo de las demás especies, ese rasgo casualmente se parece a un rasgo humano (pararse en dos patas, abrazar a un semejante, mirarnos con «humana ternura»)?

Pues bien, los humanos tenemos la convicción de que somos superiores al resto de los seres vivos.

Para reforzar esta idea, para emitir alguna señal de que somos ecuánimes, objetivos, ponderados, imaginamos a los marcianos y venusinos como superiores a los humanos, aunque no por casualidad, nunca hemos tenido un contacto real con ellos.

Nuestra idealización y hasta nuestro temor a los extraterrestres, logra el objetivo de reafirmar la creencia en que «la ciencia no miente, que sus observaciones son indiscutibles, que la mente humana solo percibe lo real».

Recuerdo ahora la película E.T. El extraterrestre (USA-1982), en el que el supuesto ser de otro planeta, parece humano, tiene poderes especiales, sufre la incomprensión de todos menos de unos niños humanos y que, cuando tiene que abandonar nuestro «maravilloso planeta», se lo nota muy compungido.

Por lo tanto, cuando los humanos narramos algo, lo hacemos según los intereses del quien lo cuenta. «La historia la hacen los historiadores», dice un refrán, lacónico, irónico, corrosivo.

Cuando se cuenta la historia de las acciones masculinas y femeninas, observamos que ocurre algo parecido: es fantástico que más y más mujeres ocupen lugares masculinos, asuman responsabilidades tradicionalmente varoniles (gobernar, liderar, conducir camiones), como si parecerse a los varones fuera un avance, un logro, una forma de superarse.

Cuando esto ocurre, reafirmamos que los seres humanos somos ligeramente imbéciles.

(Este es el Artículo Nº 1.675)

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