jueves, 2 de agosto de 2012

Hacemos lo que podemos



Hasta los cerebros mejor entrenados para la investigación científica padecen las debilidades propias de nuestra especie.

Conozco una historia trágica que suele contarse como si fuera un chiste.

Se refiere a un ebrio que, en una noche de invierno, revuelve la nieve bajo un farol. Un policía le pregunta por qué hace lo que hace y el borracho le responde que busca las llaves para entrar a su casa. El policía le pregunta si está seguro de que se le cayeron en ese lugar y el hombre responde que se le cayeron en otro sitio pero que las busca ahí para aprovechar la luz del farol.

Quienes se divierten con esta historia se salvan de pensar qué significa en realidad. El pobre hombre nos representa a todos, pero sobre todo a los científicos de quienes depende nuestra salud.

Obsérvese que en general todo ser humano solo hace lo que puede. En el caso de ficción, el borracho solo puede buscar donde hay luz, independientemente del lugar donde podrían estar sus llaves. Eso mismo hacemos cuando buscamos algo: buscamos donde podemos buscar.

Según la historia que tiene a Pandora en el rol protagónico, cuando abrió la famosa caja esparciendo todas las enfermedades, dejó sin querer una en el piso del fatídico recipiente: la esperanza.

Gracias a esta «enfermedad», los humanos buscamos donde podemos (donde hay luz, por ejemplo), pero también buscamos donde podemos porque quienes nos ayudan solo pueden buscar en algunos lugares y no en otros.

Por ejemplo, según cuentan, los buscadores más interesados en encontrar las causas del cáncer, omitieron una y otra vez cualquier hipótesis referida al hábito de fumar porque todos ellos eran fumadores.

Este es un caso de «creencia pasiva» (1), en el que los prejuicios alcoholizan nuestro discernimiento, haciéndonos buscar donde nos moleste menos.


(Este es el Artículo Nº 1.626)

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