La tecnología está relegando el protagonismo masculino
dándole paso al protagonismo femenino, porque la fuerza muscular es prescindible.
En otro artículo (1) les comento que el
imaginario popular está sintiendo que los Estados ya no son aquella figura paterna, protectora pero severa, con
un alto sentido de la justicia pero cruel a la hora de juzgar y castigar.
Decía en ese artículo (1) que ahora imaginamos
a los Estados como si fueran «madres», poderosas pero con ese rasgo femenino de tolerancia,
comprensión, espíritu de sacrificio, que suelen tener nuestras madres
biológicas.
Si esto
fuera cierto, nuestra relación con el dinero tiene que haber cambiado junto con
esa percepción subjetiva sobre el «temperamento» de los Estados.
Parto de la
suposición de que el cuerpo es el máximo determinante de cómo somos porque
funciona como la antena que recibe las señales de la naturaleza, la que, en
definitiva, determina todos y cada uno de nuestros acontecimientos,
sensaciones, vivencias.
Las mujeres
estuvieron relegadas durante milenios porque la precariedad de la tecnología de
apoyo (máquinas, recursos materiales) seguía necesitando de la musculatura de
nuestros cuerpos para poder sobrevivir como especie, pero ahora ya no es tan
necesario el esqueleto muscular porque hasta las máquinas más poderosas pueden
ser conducidas con un mínimo esfuerzo físico aunque con un mayor desempeño
intelectual.
Después de
la Segunda Guerra mundial, el fragor de los conflictos viene perdiendo
«temperatura». Ahora los conflictos no se resuelven con hombres aguerridos
peleando cuerpo a cuerpo sino que la distribución del poder depende más de
máquinas que pueden ser manejadas por personas fuertemente capacitadas, de
cualquier sexo y opción sexual (incluyo gays y lesbianas).
Si la
abundante musculatura perdió protagonismo también lo perdimos los varones pues
no tenemos mucho más que eso (músculos).
Hombres y
mujeres pensamos el dinero de forma diferente.
(Continuará)
(Este es el
Artículo Nº 1.552)
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