sábado, 6 de abril de 2013

Tenemos prohibido valorarnos económicamente




La cultura nos obstaculiza conocer nuestro real valor económico porque se empeña en interpretar que siempre es una coima.

El valor de una mercadería o de un servicio está determinado por su capacidad para satisfacer una necesidad o un deseo.

Como en última instancia lo único que nos importa es nuestra especie (porque tenemos la misión de conservarla [1]), quizá convenga aceptar que el valor de un ser humano también está determinado por su capacidad para satisfacer las necesidades y los deseos de otros seres humanos.

Somos renuentes a mencionar la idea de que las personas tenemos un valor económico. Quizá sintamos temor a ser confundidos con una «cosa», con un «objeto».

Si no podemos abordar el tema de que tenemos un valor económico y de que nos gustaría ser retribuidos en función de él, nuestras posibilidades de negociar la participación en la riqueza planetaria están drásticamente mermadas.

El criterio socialistas según el cual cada uno debería recibir lo que necesita es notoriamente un ideal, es una de esas expresiones de deseo inútiles que solo sirven para que los más necesitados e ingenuos posterguen indefinidamente las acciones tendientes a recibir lo que se merecen.

Es indignante observar cómo tantas personas se conforman cuando algún político populista le dice que está luchando por recuperarle eso a lo que aún no ha accedido.

Los ciudadanos deberíamos encarar con realismo el valor económico que merecemos, teniendo en cuenta eso que mencionaba al principio: la capacidad que tenemos de satisfacer las necesidades y los deseos de otras personas.

La frase popular «Todo el mundo tiene su precio, solo falta saber cuál es», es un obstáculo para valorarnos con realismo porque lo que en realidad connota es «Todo el mundo es corrupto, solo hace falta conocer cuál es el monto de las coimas que cobra».

 
(Este es el Artículo Nº 1.840)

No hay comentarios: