sábado, 2 de marzo de 2013

La irritante prepotencia del estado



 
Algunas normas de conducta vial, (uso de vehículos), amenazan atrofiar el instinto de conservación que nos protege.

Días pasados fue entrevistado en la televisión un inspector de tránsito de la ciudad de Montevideo (Uruguay).

Aunque este funcionario hacía hincapié en la mala educación, la agresividad y la tendencia al desacato de los conductores que él tiene por función supervisar, me pareció entender algo diferente que ahora comparto con usted.

El inspector decía que a los automovilistas les cae muy mal la obligación de usar cinturón de seguridad y que se ponen de pésimo humor cuando el estado los sanciona económicamente por no usarlo.

Lo mismo ocurre con los motociclistas cuando son interceptados y obligados a usar un casco protector del cráneo.

Parece razonable que las autoridades del estado velen por la seguridad de los ciudadanos, haciendo carreteras seguras, anchas, bien pavimentadas, con buena visibilidad, con señales de tránsito inteligentes, oportunas y de fácil comprensión.

Parece razonable que las autoridades del estado velen por la idoneidad de los conductores, en tanto su manejo no se constituya en un riesgo para la integridad física de los otros usuarios de las vías de tránsito.

Parece razonable que las autoridades del estado velen por el buen estado de mantenimiento de los vehículos que circulan por la red nacional de carreteras, calles y caminos, para que esas herramientas de trabajo o de paseo no se conviertan en armas destructivas de vidas o bienes ajenos.

Lo que no parece razonable es que las autoridades del estado nos ataquen intentando remplazar el instinto de conservación de los ciudadanos, porque cuando lo hace, (obligándolos a usar cinturón y casco), no solamente invade la propiedad privada número uno, que es el propio cuerpo, sino que amenaza atrofiar al instinto encargado de conservar al individuo y a la especie.

(Este es el Artículo Nº 1.808)

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