sábado, 5 de octubre de 2013

Las maravillas aún desconocidas



 
Para que una idea o una persona maravillosas, funcionen, tenemos que averiguar cómo, cuándo y dónde pueden hacerlo.

Si echamos nafta en el cárter (receptáculo del aceite lubricante), el vehículo no funcionará. Si la echamos en el caño de escape, el automóvil se incendiará. Si la echamos en el depósito de combustible, todo andará de maravilla: haremos que el vehículo funcione, se desplace, acarree personas y objetos.

Si eyaculamos en la boca, el recto o la piel de alguien, nada importante ocurrirá. Si echamos semen en una vagina, existen probabilidades de que, en poco tiempo, contemos con un nuevo ejemplar de la especie.

Si alguien prueba la capacidad inflamatoria del combustible o la fertilidad del semen, en los lugares adecuados, hará una comprobación bastante confiable, pero si hace la prueba en lugares inadecuados, estará perdiendo el tiempo porque los resultados no pueden comprobarse de cualquier manera.

Todo esto parece muy obvio pero no siempre lo es.

El conocimiento sobre dónde deben probarse el combustible y el semen no es intuitivo, no nacemos sabiéndolo; en algún momento deberemos aprenderlo.

Podríamos afirmar que actualmente existen millones de ideas fantásticas, que no nos benefician porque aún no hemos averiguado dónde, en qué circunstancias, en qué momento, son efectivas.

Ocurrirá además que, cuando hayamos descubierto dónde, cómo y cuándo es efectiva, tendremos la deliciosa sensaciones de que ya lo sabíamos.

Dicho de otro modo: para probar la utilidad de algunas ideas, tenemos que descubrir exactamente cómo funcionan bien y, cuando lo hayamos descubierto, tendremos el placer de pensar que «eso siempre se supo».

Cuando me refiero a ideas maravillosas también puedo referirme a personas maravillosas. Todos conocemos esos espectáculos en los que aparecen artistas desconocidos que luego llegan, inesperadamente, a la fama.

Quizá usted tenga una idea maravillosa… o sea una persona maravillosa.

(Este es el Artículo Nº 2.010)

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