martes, 1 de enero de 2013

Las fantasías inconscientes y nuestros intereses económicos



   
Las fantasías sexuales pueden actuar de tal manera que algunas personas (empleadas o empresarias) quedan inhibidas para defender sus intereses económicos.

Cuando sostengo que la única misión (1) que tenemos los seres humanos es la misma que tienen los demás seres vivos del planeta, refiriéndome a la obligación de conservar nuestra especie, reproduciéndonos y conservándonos como individuos, hago un máximo hincapié en la sexualidad.

Por lo tanto, esta función es la más importante para los humanos.

Como nos caracterizamos por llevar la contraria, por oponernos sistemáticamente a las obligaciones tanto como a las prohibiciones, nos encontramos con que a la única función que debería interesarnos (la sexualidad), tratamos de obstaculizarla, complicarla y reprimirla.

En un intento por superar en mí mismo estas reacciones que me afectan como a cualquier otro, propongo en los blogs que administro varias ideas que parecen extrañas porque me gustaría que fueran distintas a las que nos mantienen sin cambios.

En este caso, retomando los planteos presentados en otros artículos (2), les comento que en muchas personas puede existir la sensación inconsciente de que pedir dinero a otro equivale a pedirle seductoramente que nos penetre y eyacule en nuestro interior.

La mencionada fantasía es realmente actuada en las familias donde es el varón quien dispone monopólicamente del dinero mientras que la esposa, cuando necesita algo para sus gastos, tiene que pedírselo tan seductoramente como cuando lo estimula para ser fecundada.

Les propongo pensar que la homofobia (rechazo feroz a la homosexualidad), asociada a estas fantasías de «qué significa pedirle dinero a quien lo tiene», pueden constituirse en una «inexplicable» dificultad para negociar asuntos salariales, de fijación de precios o de gestión de cobro.

Efectivamente, si defender el valor de nuestro trabajo o de nuestra producción connota una actitud sexual, pasiva y reproductiva, el fracaso será inevitable.

   
(Este es el Artículo Nº 1.749)

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