Cualquiera pronostica que una persona mal alimentada se enfermará, pero no tantos pronostican que un pueblo ignorante siempre pierde la libertad.
El afán de poder y de control puede ser tan intenso que termina provocando actos, no solamente irracionales sino también inhumanos, destructivos, claramente contrarios a la solidaridad declarada por tan obsesivos personajes.
No me llamaría la atención que los etólogos hayan descubierto que en otros mamíferos organizados en forma piramidal (con un macho alfa que come primero, copula con todas las hembras, expulsa a los competidores), también ocurren abusos de poder.
Lo cierto es que en nuestra especie sí ocurren y algunas poblaciones tienen que soportar durante mucho tiempo la prepotencia, el autoritarismo, la opresión, la cancelación de las libertades y derechos más elementales.
Para poder trepar hasta lo más alto de la pirámide de mando, los futuros tiranos piden permiso con gran educación, fundamentan todos y cada uno de sus principios humanitarios, convencen al pueblo de que está haciendo falta alguna «mano dura» para enmendar los actos vandálicos, la inseguridad ciudadana, la falta de respeto a los símbolos patrios, la degradación, la corrupción, la anarquía.
Para reforzar esa prédica y para que esa «mano dura» comience a actuar cuanto antes, el grupo encargado de patrocinar este cambio puede colaborar propagandísticamente, teatralizando ellos mismos actos delictivos con el noble propósito de que los ciudadanos más lentos, incapaces, desconfiados o irresponsables aceleren la decisión «democrática» de llevar al poder al «mesías», al grupo de sacrificados ciudadanos que no temen tomar decisiones drásticas, sin importar a quién tengan que juzgar y condenar, evitando cualquier tipo de favoritismos, porque lo único que importa es devolverle generosa y desinteresadamente el bienestar que el pueblo ha perdido por culpa del desgobierno.
Así caen de rodillas los pueblos ingenuos por falta de educación.
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