La filosofía de vida de nuestra cultura nos impone una actitud responsable, controladora y combativa, que podría ser el factor predisponente para que la riqueza se reparta mal.
En nuestra cultura están instaladas las siguientes creencias (supuestos, prejuicios):
1) Nos acechan muchos peligros;
2) Para defendernos de esos peligros tenemos que ser fuertes y firmes, es decir que no podemos ser débiles y flexibles;
3) Estamos encargados de defender nuestra vida;
4) La única forma eficaz de defender nuestra vida es luchando por ella y contra los enemigos (enfermedades, fenómenos naturales, otros humanos);
5) El ser humano es libre y por lo tanto responsable; puede hacer lo que desee y por lo tanto es culpable de sus errores y admirable por sus aciertos.
En suma: Vivir es una actividad que demanda energía combativa y es imprescindible tener bajo control todas las posibles amenazas.
En nuestra cultura padecemos una irregular distribución de los bienes del planeta: algunos tiene más de lo que necesitan y otros tienen menos.
Por lo tanto es posible suponer que las particularidades culturales podrían ser causa de la mala distribución de la riqueza.
Una alternativa posible consistiría en pensar de otra forma.
Por ejemplo:
— La naturaleza se encarga de conservar la vida de los individuos y de las especies y con nosotros ocurriría algo similar si no tuviéramos esta creencia de que «la vida es peligrosa y tenemos que controlarla»;
— La creencia en que somos responsables de seguir vivos nos provoca mucho miedo porque sabemos de la escasa inteligencia de que disponemos para tan alta exigencia;
— Por creer que los otros seres vivos que ponen en riesgo nuestra sobrevivencia deben ser combatidos, gastamos mucha energía inútilmente. Quizá corresponda negociar con ellos (virus, alimañas, competidores humanos) para mejorar la convivencia con el menor gasto posible.
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