Con este razonamiento estoy encontrándole algún mérito a la pobreza instintiva que caracteriza a la especie humana.
Si bien todas las especies van
mejorando paulatinamente su genética, adaptándose a los cambios climáticos o
ambientales, la velocidad y profundidad de adaptación de los humanos es mucho
mayor porque nuestra cultura, actuando como una segunda naturaleza (siendo que
la primera nos determina anatómica y fisiológicamente, así como también en la
forma de reaccionar típica del animal humano), actuando como una segunda
naturaleza (repito), nos determina cómo debemos comportarnos más precisamente
en cada lugar y en cada época en que nacemos.
Ese aprendizaje es:
1) Por imitación, pues somos
imitadores, aplicamos aquel consejo que dice «A donde fueres, haz lo que vieres»;
2) Por ensayo y error, pues cuando necesitamos algo de la naturaleza (en
la que están incluidos los demás seres humanos), hacemos pruebas, intentos,
ensayos, que luego, instintivamente, repetimos cuando dieron resultados, o
modificamos en los aspectos que requieran mejoría o desechamos cuando el
fracaso es total;
3) Por aprendizaje sistemático, tomando lecciones de quienes tienen por
oficio enseñar ciencias, artes, técnicas, habilidades. En este caso, la
humanidad cuenta con sistemas educativos que tienen por misión perfeccionar la
adaptación al medio de los individuos que así lo requieran.
Por lo tanto, con esta metáfora del software
adaptativo que propuse en el video asociado a este artículo, comparto con
ustedes un punto de vista que intenta explicar cómo funcionamos como especie,
en tanto por un lado disponemos de un menú de instintos básicos muy precario,
pero que, por otro lado, nos las ingeniamos para complementarlo mediante
formaciones culturales que nos permiten adaptarnos mejor que los demás seres
vivos a casi cualquier hábitat, época, contexto socio-económico, religioso,
político, lingüístico.
Vale la pena señalar también que la utilización de esas tres modalidades
de aprendizaje es obligatoria, coercitiva, impuesta por la necesidad de
complementar «el menú de instintos básicos» y por la necesidad de integrarnos
socialmente a la cultura donde habitemos.
(Este es el Artículo Nº 2.217)
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