Aseguramos que solo unos pocos enfermos gozan
sufriendo. ¿Cómo cambiaría toda nuestra filosofía de vida si admitiéramos lo
contrario?
Cuando algo se extravía
tendemos a buscarlo donde debería estar, con lo cual prolongamos
innecesariamente el tiempo de extravío. Podríamos encontrarlo antes si
pudiéramos buscarlo donde no debería estar.
Este mínimo ejemplo es útil,
sin embargo, como prueba de que el libre albedrío no existe en tanto no
buscamos donde queremos sino donde nuestros condicionamientos mentales nos
obligan a buscar.
Hace años que busco (donde no
deberían estar) asuntos extraviados, precisamente para ver si encuentro lo que
mis hermanos humanos no encuentran, por ejemplo, causas reales de la pobreza
económica, esa pobreza que desde hace milenios afecta a nuestra especie y que
los expertos más encumbrados no logran resolver.
Algo que no debería ser es que
los humanos disfrutemos sufriendo. Estamos convencidos de que buscamos el
placer y que huimos del dolor.
Tan convencidos estamos de que
los humanos huimos siempre del dolor que cuando encontramos a alguien que se
estimula sexualmente sufriendo decimos que es masoquista, es decir, alguien diferente al
resto, un anormal, un enfermo.
¿Y qué ocurriría si todos nuestros pensamientos los
organizáramos partiendo del supuesto que no es tan cierto que los humanos
rehuimos sistemáticamente del dolor?
Obsérvese que cualquier idea que haya alcanzado la categoría
de «verdad», se convierte en algo tan sólido e inamovible como una montaña.
Cualquier cosa que pensemos tendrá que tenerla en cuenta tal cual es, sin
modificaciones. A la postre, una verdad es algo tan rígido e inmóvil que se
convierte en el centro alrededor del cual todos los demás conceptos deben
girar. ¿Y si esa montaña no fuera tan rígida e inmóvil?
Al ver cómo se sacrifican libremente las personas en un
gimnasio tengo que dudar que evitemos el dolor.
(Este es el Artículo Nº 2.070)
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