La expresión
popular «cuesta un huevo y la mitad del otro» sugiere que los varones deberían
monopolizar el aporte económico familiar.
Desviarse, al hablar o al escribir, del asunto del que se está tratando
o andar por una ciudad sin rumbo fijo, significan «divagar». «Irse por la
ramas», es otra forma de «divagar».
En literatura y en psicoanálisis, divagar es una técnica muy usada.
Mentes tan estructuradas como los expertos en márquetin apelan a lo que
llaman «lluvia de ideas» cuando necesitan romper la rigidez con la que
habitualmente ejercen su oficio.
Hace más de cuarenta años, (cursa 2013), inventaron el «pensamiento
lateral», consistente en abandonar deliberadamente los preconceptos. Por ejemplo:
un libro es para leer, pero también puede usarse como apoyo, como complemento
de una pata de mesa corta, como arma arrojadiza, como paleta improvisada para
practicar tenis, como alcancía para esconder dinero, para facilitar el
encendido de leña, para entretener a un niño construyendo avioncitos con sus
hojas, para aprender a caminar erguido llevándolo en la cabeza sin que se
caiga, como objeto transferible en una carrera de postas, y seguramente muchos
más.
En términos generales, podemos afirmar que la creatividad se logra
prescindiendo de la lógica. La lógica es prestigiosa porque todo lo hace
previsible mientras que la creatividad funciona sólo cuando tiene capacidad de
sorprender, de revolucionar, de crear nuevas alternativas.
Con este espíritu rupturista es que les propongo preguntarnos qué quiere decir alguien
cuando, para resaltar el elevado costo de algo, dice que «cuesta un huevo y la
mitad del otro».
Podríamos quedarnos en que las gónadas masculinas
(testículos) son valiosas por su participación en la conservación de la
especie, pero también podríamos pensar que son sus poseedores quienes deberían
tener el monopolio de proveer de recursos económicos a su familia, aportando
«un huevo...».
(Este es el Artículo Nº 2.027)
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