Según el psicoanálisis, los varones descubrimos en algún momento que nuestra mamá no tiene pene como suponíamos.
Es por eso que los deseos destructivos que les comentaba en el artículo publicado con el título La depresión constructiva, nos provocarían el temor de ser castigados con esa castración que ya sufrió ella.
En otro artículo publicado hace meses, les comentaba que los varones somos menos necesarios que las mujeres para cumplir la misión de conservar la especie (1).
Les decía que unos pocos varones pueden fecundar a muchas mujeres, aunque nuestra cultura ha distorsionado esa característica —vigente en las demás especies—, imponiendo la institución matrimonial monogámica.
Uno de los motivos por el que los pobres son mayoría (quizá en una relación de 80 pobres cada 20 ricos, según el Principio de Pareto (2)), tenga relación con esta condición de los sexos: no hacen falta muchos varones (ricos) pero sí hacen falta muchas mujeres (pobres).
Si desconocemos la existencia de la institución matrimonial monogámica, si imaginamos a la humanidad organizada de otra forma, donde unos pocos son los encargados de fecundar a las mujeres, podríamos reencontrar el Principio de Pareto: un 20% de los varones fecundarían al 80% de las mujeres, y para aplacar el deseo sexual de los demás, entonces un 20% de mujeres (prostitutas), fornicarían con el 80% de hombres excluidos de la función reproductiva.
Suponemos que nuestra forma de organizarnos es la única posible; imaginamos que somos los animales más evolucionados; suponemos que la familia monogámica es la solución inmejorable y rechazamos las ideas cuando son tan desagradables como ésta (aunque fueran ciertas).
En suma: la (sensación de) injusticia distributiva, puede ser provocada por una monogamia anti-natural.
En vez de ser unos pocos los que fecundan, unos pocos (casi todos hombres) acumulan demasiados bienes.
(1) Es así (o no)
(2) El inexplicable Principio de Pareto
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