Podemos envidiar ventajas
no económicas (salud, belleza, éxito social). Estas envidias son padecidas por
semejanza con la perturbadora injusticia distributiva.
Estamos en 2013. Este año
ocurrieron, en Venezuela primero y en Argentina después, saqueos a comercios
perpetrados por ciudadanos comunes.
Los periodistas se hacen una
orgía con estas noticias tan escandalosas, alarmantes, trágicas.
Los psicólogos también nos
hacemos una fiesta.
Quizá la perversidad de los
periodistas y de los psicólogos no sea tan grave (¿me estaré dando ánimo?,
¿querré silenciar mi autocrítica?).
Los acontecimientos realmente
ocurrieron y todo haría pensar que ninguno de los dos profesionales
(periodistas y psicólogos) contribuyó directamente al caos.
Hay muchas cosas para decir
desde la psicología, pero la única que me parece un poco novedosa, porque casi
nadie la menciona, nos comprende a toda la especie y no solo a quienes
participaron en los actos vandálicos.
La frase que resume este
diagnóstico dice: «Los ciudadanos honestos robamos cuando no existen razones para no
robar».
Lo digo de otro modo: «Saquearemos siempre que sea posible».
De esta aseveración se deduce que la naturaleza humana contiene la
vocación de apoderarnos de lo que a otros les sobra y a nosotros nos falta.
Por lo tanto, los humanos somos económicamente socialistas por
naturaleza, excepto que alguien nos lo impida con el suficiente poder
disuasivo.
Lo que llamamos envidia es en realidad la irritante percepción subjetiva
de que se está transgrediendo una ley natural: la de que nadie tenga bienes de
más.
La envidia es, entonces, el sentimiento de injusticia distributiva
vivido individualmente por cada ciudadanos que observa cómo otros tienen
mayores posesiones que él.
Si esto fuera cierto, también podemos envidiar ventajas no económicas,
como por ejemplo la salud, la belleza, la cantidad de amigos. Pero estas
envidias son padecidas por simple semejanza con la perturbadora injusticia
distributiva.
(Este es el Artículo Nº 2.091)
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