En nuestra especie la
Naturaleza asegura su conservación con esporádicas y angustiantes muertes
masivas.
Cursa el mes de setiembre de 2013 y les diré todo lo que sé sobre el
conflicto armado que tiene como centro de las acciones bélicas a Siria.
Lo que sé es que, por alguna razón, Estados Unidos los atacará, que
otros países estarán de acuerdo con el atacante y que otros estarán de acuerdo
con los atacados.
Lo más importante que sé es que en estos tiempos y en esa zona, la tasa
de fallecimientos crecerá en forma alarmante.
Respecto a este asunto en particular, no sé nada más.
Con esta breve información deseo compartir con ustedes dos reflexiones.
Puesto que son vidas, como las nuestras, las que están en peligro de
perderse, padeceremos diversos grados de angustia, que trataremos de calmar de
diversas formas:
— Autoengañándonos con que no nos importan nada;
— Leyendo afanosamente toda interpretación que caiga en nuestras manos,
porque de esa manera, devorándonos
las noticias, imaginaremos que podremos dominar las circunstancias trágicas «digiriéndolas» (Sí, ya sé, parece un disparate, pero así actúa nuestro
inconsciente: tratamos de conocer solo cuando tratamos de dominar algo que nos
angustia);
— Imaginando que protestando en Facebook modificaremos el curso de los
acontecimientos.
La segunda
reflexión que deseo proponerles es peor que la primera.
1º) Los
seres humanos no tenemos libre albedrío sino que estamos 100% determinados por
muchos factores: genéticos, ambientales, culturales, meteorológicos,
hormonales, y un nutrido etcétera);
2º) Bajo
estas condiciones naturales e incontrolables, podría pensarse que en nuestra
especie tenemos que morirnos o matarnos cada tanto y en grandes cantidades,
porque así se tonifica nuestro instinto de conservación.
Asociado a
este genocidio programado por la Naturaleza, tenemos que alarmarnos,
atemorizarnos, agitar nuestro pensamiento, angustiarnos.
Con este
espantoso procedimiento, ya somos siete mil millones de ejemplares.
(Este es el Artículo Nº 2.017)
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