lunes, 7 de abril de 2014

Hacer el amor o el odio


Existe la posibilidad de que algunos casos de violencia doméstica sean en realidad intentos reproductivos frustrados, en los que ella quiso excitarlo sexualmente hostigándolo, sin imaginarse que él se enfurecería y la atacaría destructivamente.

En otro artículo (1), y mediante un rodeo racional, llegué a la conclusión de que el género no marcado masculino, propio de nuestro idioma, no podría ser femenino como ellas reclaman.

Para hacerlo más claro: el idioma indica que en un grupo de niños de ambos sexos, deberá decirse los niños, inclusive en el caso de que sean 99 niñas y un solo niño. Por supuesto, ellas pretenden que la situación sea la inversa, o, en todo caso, que el género esté determinado por la prevalencia, es decir, si en 100 niños, 51 son niñas, entonces que fuera correcto decir genéricamente las niñas.

La explicación expuesta en ese artículo, (cuya lectura me permito sugerir, tan solo siguiendo el link que se entrega al final de este artículo), hacía referencia a que el género no marcado es masculino para que las mujeres se molesten, protesten, les reclamen a los hombres, estos se exciten sexualmente, tengan sexo con ellas para apaciguarlas, y así terminemos gestando nuevos ejemplares que aseguren la conservación de la especie.

Reforzaba este argumento diciendo que si el género no marcado fuera el femenino y quienes se molestaran fueran los varones, la reivindicación no daría lugar a relaciones sexuales reproductivas sino a reclamos violentos, destructivos, atentatorios contra la conservación de la especie.

En los hechos, —y este es el núcleo del presente artículo—, no siempre que las mujeres irritan a los varones con sus reclamaciones obtienen un apaciguamiento amoroso, fecundador.

Efectivamente, puede ocurrir que un varón se sienta acosado y, en vez de tratar de apaciguar a la mujer haciéndole el amor de forma reproductiva, opte por atacarla, con violencia física o psicológica, destructiva, hiriente, desmesuradamente agresiva, buscando matar a la mujer que protesta porque se siente poco querida en una sociedad donde el género no marcado es masculino.

En conclusión: existe la posibilidad de que algunos casos de violencia doméstica sean en realidad intentos reproductivos frustrados, en los que ella quiso excitarlo sexualmente hostigándolo, sin imaginarse que él se enfurecería y la atacaría destructivamente.


(Este es el Artículo Nº 2.168)


  

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