Los celos, controles y vigilancia sobre el cónyuge ocurren cuando este es imaginado como responsable de funciones vitales del celoso.
Cuidadosamente ocultos por un manto de ideales, tradiciones y normas éticas, las uniones conyugales poseen en el fondo un vínculo de intereses recíprocos y si fuera permitida la desnudez de los sentimientos, ambos podrían llegar a decir «me sirves» en lugar del romántico «te amo».
La metáfora de la «media naranja» es antigua y eficaz.
Puesto que una de las misiones de cada ser humano es conservar la especie (la otra es conservarse a sí mismo), la mujer necesita un varón que la fecunde y el varón se siente irresistiblemente atraído por la convocatoria de ella.
He postulado en otros artículos (2) que ellas se sienten naturalmente atraídas por los varones que poseen la dotación genética más conveniente para tener hijos que mejoren la especie.
Cuando ella encuentran a uno de esos varones que el instinto le señala como mejor dotados para la combinación genética más conveniente, la oímos decir que «conoció a un hombre hermoso, elegante, inteligente, trabajador, de buenas costumbres, divertido», en vez de decir: «encontré un varón que me sirve».
La cultura, las costumbres, las tradiciones, las instituciones, funcionan como una segunda naturaleza que nos influye casi tanto como la naturaleza biológica, física, universal.
Cuando dos personas «se aman» (se sirven mutuamente), crece entre ellos un vínculo que tiene como objetivo asegurar que esa utilidad recíproca sea máxima en calidad y en cantidad (duración).
Al sentir (suponer, imaginar, desear) que podemos contar con nuestro cónyuge, imaginamos que éste posee partes vitales de nuestro propio cuerpo (estómago, manos, corazón).
Los celos, cuidados, supervisión, control, vigilancia, de su existencia, actividades, intereses, intimidades, son similares a los que podemos tener sobre nuestros propios órganos vitales.
El otro es “yo” y viceversa.
(2) «A éste lo quiero para mí»
«Soy celosa con quien estoy en celo»
«La suerte de la fea...»
Ellas tienen motivos para llorar ... y celar
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