El uso obligatorio de casco de seguridad nos
condiciona para que cuidemos a nuestros gobernantes y demás «cabezas sociales».
La obsecuencia hacia quienes
nos gobiernan es tan saludable como proteger nuestro cerebro utilizando cascos
que refuercen la protección natural que provee el cráneo.
Los obreros, motociclistas,
corredores de automóviles, están legalmente obligados a prestarle cuidados
especiales a su cabeza, no tanto para evitar que se lastimen, (pues el instinto
de conservación individual sabe lo que tiene que hacer), sino para instalar en
sus conductas la costumbre de cuidar a sus líderes, a sus jefes, a sus
gobernantes, a todos quienes realizan funciones similares al cerebro.
Los invito a opinar sobre
nuestro diseño corporal.
El cerebro está en un lugar
inadecuado teniendo en cuenta la circulación sanguínea de la cual depende.
Funcionaría mejor si su alimentación constante no dependiera tanto de que el
sistema circulatorio sea infalible. Si en lugar de estar en el extremo superior
(más alejado del centro de la tierra), estuviera en el extremo inferior, la
irrigación sanguínea contaría con la colaboración de la fuerza de gravedad en
vez de tener que vencerla constantemente con la «bomba cardíaca».
Teniendo en cuenta la accidentalidad de la cabeza, está en el peor lugar
pues es más sobresaliente, constituyéndose muchas veces en el primer lugar de
impacto de cualquier golpe.
El lugar más protegido está ocupado por nuestros genitales,
lo cual me lleva a confirmar que para la Naturaleza es más importante la
conservación de la especie que cualquier obra pergeñada por el cerebro (1).
Con estos breves comentarios sobre nuestro cerebro y las
funciones de organización y conducción que ejerce sobre el resto del cuerpo,
concluyo que la preocupación de nuestros líderes, (empleadores, gobernantes,
autoridades sanitarias), para que cuidemos nuestro cráneo pretende
condicionarnos para que los cuidemos a ellos.
(Este es el Artículo Nº 1.746)
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