En un artículo publicado con el título Sabemos mucho de gays y poco de lesbianas , incluía una idea que textualmente dice:
« … podríamos decir con Jacques Lacan que «heterosexual es cualquiera que desee a las mujeres».»
Este punto de vista es diferente al clásico, que se limita a pensar la sexualidad como una diferencia de anatomías y de roles.
Para la inmensa mayoría, este tema está cerrado hace siglos: el varón debe gustar de las mujeres y la mujer debe gustar de los varones.
Con esta idea tan sencilla, hemos llegado vivos hasta ahora y esa es razón suficiente como para no eliminarla.
Sin embargo, es posible pensar algo más, sin necesidad de anular una doctrina tan popular y efectiva.
En varios artículos (1) he mencionado que no somos igualmente importantes para la única misión que nos compete, esto es, conservarnos como individuos y como especie.
Si aceptamos como hipótesis de trabajo, que la heterosexualidad está determinada por el único rasgo de desear a la mujer, no solamente estamos diciendo que si las mujeres no desean a las mujeres, son lesbianas, sino que también estamos invirtiendo una práctica habitual de nuestras culturas, y que se refiere a la romántica concepción de que es el varón quien seduce a la mujer.
Desde mi punto de vista, no solamente son las mujeres las que elijen al o a los varones que a ellas les interesan, sino que nosotros deberíamos atenernos a sus decisiones, con la humildad que se espera de este ordenamiento jerárquico.
Si ellas nos convocan, tenemos que ir y hacer lo posible por satisfacerlas, dentro de nuestras posibilidades reales (salud, fortaleza, disponibilidad económica, nivel de heterosexualidad, apego a las leyes).
Claro que para eso, los seres humanos no podríamos ser propiedad (esclavos) de nadie (monogamia).
(1) Es así (o no) Es así (o no)
La homosexualidad y la infidelidad
María sedujo a José para justificar lo de Jesús
La pobreza es causada por la monogamia
El hombre no existe
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