martes, 22 de junio de 2010

La creatividad y el miedo

En un artículo publicado hace poco con el título La mujer de Juan Pérez les decía que nuestra psiquis actúa metafóricamente, esto es, repite el mismo esquema de diferentes formas.

Les comentaba que el afán de poseer un terreno donde poder sembrar, cultivar y cosechar lo que necesitamos para comer, se repite metafóricamente en el afán de poseer una mujer (terreno), fecundarla (sembrar y cultivar) para que nos dé hijos (cosechar), que luego nos ayuden.

Si tenemos en cuenta que casi todas nuestras acciones son semejantes entre sí (metáforas unas de otras) y que nuestra única misión es conservarnos (producir) y tener hijos (reproducirnos) (1), ahora les propongo pensar en el fatídico aburrimiento.

Cuando trabajamos con nuestras manos (reparando, cocinando, tejiendo), estamos creando.

En otras palabras, las tareas que hacemos son una forma de gestar, de reproducirnos, de preservar la especie.

La «tarea» que hace el útero cuando está gestando, se parece (metafóricamente) a lo que hace un artesano cuando moldea el barro, o a lo que hace un obrero cuando construye un edificio, o a lo que hace un escritor cuando escribe una novela.

Nuestro sistema nervioso necesita estímulos (trabajo, desafíos, curiosidad, diversión) en forma constante.

Cuando nuestro sistema nervioso recibe esos estímulos (aferencias), nos sentimos bien, disfrutamos de la vida, estamos entretenidos.

Cuando nuestro sistema nervioso no recibe esos estímulos, nos sentimos mal, tristes, aburridos.

Conclusión: las máquinas que hacen nuestro trabajo, también nos quitaron esos estímulos, que ahora tratamos de sustituir con temores por la salud, por la seguridad y por la economía.

Los estímulos que nos quitaron las máquinas, provienen de la creatividad y los estímulos sustitutivos que hemos encontrado, provienen del miedo.

La creatividad aporta mejor calidad de vida que el miedo.


1) Menos orgasmos y menos salario

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La violenta violación educativa

Nuestra única misión consiste en defender la vida de la especie, para lo cual debemos cuidar a los que ya nacieron y tratar de generar nuevos ejemplares que reemplacen a los que inevitablemente iremos muriendo.

Por lo tanto, es legítimo afirmar que los sentimientos más importantes son el amor hacia lo que contribuya a cumplir la misión y el odio a todo lo que obstaculice su cumplimiento.

Desde este punto de vista, la sexualidad es la función esencial para el cumplimiento de la única misión, porque contiene el amor con el cual nos unimos para fecundarnos y el odio (agresividad) con el cual nos defendemos.

Los términos amor y odio se corresponden con las expresiones atracción sexual y rechazo sexual .

La educación forma parte de la única misión, porque para poder conservarnos y reproducirnos, tenemos que aprender a trabajar para conseguir los recursos que demanda existir.

Por lo tanto, la educación obtiene energía del amor y de la sexualidad.

La pasión por saber, por desarrollar destrezas, por satisfacer la curiosidad, el deseo de producir, de crear, inventar, descubrir, son impulsos amorosos y sexuales (aunque no genitales).

Para aprender, el alumno debe estar motivado para estudiar. Tiene que estar predispuesto a incorporar las ideas, nociones y datos que se le ofrecen.

Sin embargo, la cultura hace algo indebido.

Los sistemas educativos no piden el consentimiento a sus alumnos y —aunque sé que suena descabellado—, violan al estudiantado cuando imponen temas que no interesan a todos.

Los fracasos estudiantiles se explican como incompetencias de alumnos y/o profesores, pero la dificultad está en que sólo podemos aprender por amor a lo que nos gusta, nos atrae y nos excita.

Lo que no sea así, es una violación que genera la natural resistencia que llamamos fracaso escolar.

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miércoles, 9 de junio de 2010

Las mujeres fecundan “gratis”

Hace unos meses, les comentaba (1) que dos de cada tres mujeres, no tienen orgasmos.

En ese mismo artículo, les decía que esa escasez de gratificación sexual (especie de salario de la naturaleza que remunera lo que hacemos para conservar la especie), se corresponde (casualmente o no) con el hecho de que las mujeres ganan (promedialmente) un 17% menos dinero que los varones.

Los humanos formamos parte de la naturaleza. Por lo tanto, puedo decir que «somos naturaleza» y que nuestras acciones son «fenómenos naturales».

El ecosistema conserva su armonía gracias a la intervención de todos sus integrantes, sean seres vivos u objetos inertes.

Quiere decir que es muy probable que nuestro pensamiento contenga la lógica de la naturaleza.

Por lo tanto, si nosotros tenemos a unos trabajadores que, si no cobran no trabajan (los hombres, sin orgasmo no eyaculan y —por lo tanto— no fecundan) y otros que, cobren o no cobren, igual trabajan (las mujeres, con o sin orgasmo, pueden gestar), entonces —imaginando a la naturaleza como una empresa donde los humanos somos los trabajadores abocados a la tarea de autosustentarnos y reproducirnos—, las trabajadoras son más explotadas que los trabajadores.

Esto mismo podemos describirlo de otra manera:

Los humanos no creamos nada, sino que hacemos adaptaciones, nos inspiramos en lo que ya existe para reformularlo.

Más aún, como decía más arriba, somos parte de la naturaleza y por eso, todo lo que hacemos (vacunas, rascacielos, postres de chocolate), está hecho en realidad por la naturaleza (con nuestra intermediación).

Estas consideraciones, referidas a la diferencia de los sexos y a que somos agentes (representantes, obreros) de la naturaleza, nos podrían dar una hipótesis (posible explicación, pista, orientación), que nos explique la injusta distribución de la riqueza que tanto lamentamos.

(1) Menos orgasmos y menos salario



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jueves, 3 de junio de 2010

Me quiere mucho, poquito, nada ...

Todos los días, al levantarnos, tenemos una cantidad limitada de energía.

Esto es así para todos, jóvenes, viejos, hombres y mujeres.

Esa energía la necesitamos para cumplir nuestra única misión: conservarnos como individuos y como especie.

Para cumplir ambas tareas, aplicamos parte de esa energía a conseguir y conservar vínculos, porque siempre necesitamos la compañía de por lo menos una persona más. Solos, podríamos sobrevivir poco tiempo.

Conseguir y conservar los vínculos, nos consume energía de dos maneras:

1) Haciendo lo que nuestros compañeros aman en nosotros (trabajar, escuchar, acariciar, dejarnos mirar, permitirles que nos ayuden, alimentarlos, defenderlos, etc.), y

2) Demostrando o aparentando la existencia de esas cualidades que desean de nosotros quienes nos aman (exhibir resultados concretos, hacerles regalos, prometerles, maquillarnos, auto-publicitarnos, adularlos, etc.).

Necesitamos a los demás, pero la proximidad de la compañía depende de cada uno.

Hay personas que pueden sentirse acompañados por personas físicamente lejanas, mientras que otros casi no toleran la falta de contacto visual.

También es diferente la cantidad de esfuerzo que hace falta para atraer y conservar los vínculos.

Algunas personas son naturalmente atractivas, pero otras tienen la necesidad de hacer o aparentar grandes proezas para lograr atraer y retener los vínculos.

En relación con esta otra particularidad que nos caracteriza, es oportuno recordar la fábula de la liebre y la tortuga.

Al correr una carrera, la liebre —muy confiada en su natural velocidad (atractivo) —, se echó a dormir pero se despertó cuando la tortuga había traspasado la meta.

Hasta acá, estuve haciendo un prólogo que fundamente la creencia en que la inseguridad personal es necesaria.

Culturalmente criticamos a la gente insegura, pero me atrevería a decir que las personas prosperan cuando temen el abandono y no prosperan (pobres patológicos) los arrogantes y altaneros como la liebre.

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martes, 1 de junio de 2010

La pobreza es causada por la monogamia

Según el psicoanálisis, los varones descubrimos en algún momento que nuestra mamá no tiene pene como suponíamos.

Es por eso que los deseos destructivos que les comentaba en el artículo publicado con el título La depresión constructiva, nos provocarían el temor de ser castigados con esa castración que ya sufrió ella.

En otro artículo publicado hace meses, les comentaba que los varones somos menos necesarios que las mujeres para cumplir la misión de conservar la especie (1).

Les decía que unos pocos varones pueden fecundar a muchas mujeres, aunque nuestra cultura ha distorsionado esa característica —vigente en las demás especies—, imponiendo la institución matrimonial monogámica.

Uno de los motivos por el que los pobres son mayoría (quizá en una relación de 80 pobres cada 20 ricos, según el Principio de Pareto (2)), tenga relación con esta condición de los sexos: no hacen falta muchos varones (ricos) pero sí hacen falta muchas mujeres (pobres).

Si desconocemos la existencia de la institución matrimonial monogámica, si imaginamos a la humanidad organizada de otra forma, donde unos pocos son los encargados de fecundar a las mujeres, podríamos reencontrar el Principio de Pareto: un 20% de los varones fecundarían al 80% de las mujeres, y para aplacar el deseo sexual de los demás, entonces un 20% de mujeres (prostitutas), fornicarían con el 80% de hombres excluidos de la función reproductiva.

Suponemos que nuestra forma de organizarnos es la única posible; imaginamos que somos los animales más evolucionados; suponemos que la familia monogámica es la solución inmejorable y rechazamos las ideas cuando son tan desagradables como ésta (aunque fueran ciertas).

En suma: la (sensación de) injusticia distributiva, puede ser provocada por una monogamia anti-natural.

En vez de ser unos pocos los que fecundan, unos pocos (casi todos hombres) acumulan demasiados bienes.

(1) Es así (o no)

(2) El inexplicable Principio de Pareto

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